De la Casa Zimbrelo y el Colegio San Cayetano en ella establecido

13 enero, 2021

Alejandro Díaz Pinto

Dr. en Humanidades y Comunicación

Este notable edificio barroco, del siglo XVIII, tomaba el nombre de su primer propietario: Francisco Antonio Zimbrelo Villadamigo. Nacido el 11 de febrero de 1741 en el municipio pontevedrés de Caldas de Reis (Armendáriz, 2012), acabó estableciéndose en la Isla de León donde alcanzaría una elevada posición socioeconómica con casa de comercio propia y acciones en el Banco Nacional de San Carlos.

El heredero de todo este patrimonio fue su sobrino Francisco Javier Pérez Zimbrelo, vecino y del comercio de la ciudad de San Fernando, así como regidor del Ilustre Ayuntamiento Constitucional y teniente de la Milicia durante el Trienio Liberal, que en 1810 autoriza la ampliación y adecuación de su torre a iniciativa del Duque de Alburquerque para controlar el avance de las tropas napoleónicas. Durante la sesión de la Junta de Defensa del 8 de febrero de 1810, «viose una Real Orden que comunica el Excmo. Señor Capitán General de este Departamento, por la que se manda establecer un vigía en la torre que llaman de Zimbrelo; fue acordado su cumplimiento y que se pase oficio a Don Francisco Javier Pérez Zimbrelo, dueño de la casa en que se halla dicha torre, para que permita al citado vigía». De estos partes periódicos emitidos por el centinela tenemos varios ejemplos, sin ir más lejos, el 24 de febrero de 1810, advirtió que ocho carros de artillería habían salido del pinar con dirección a Puerto Real; y, en relación a la Batalla de Chiclana, el 5 de marzo de 1811, recogió el Semanario Patriótico lo siguiente:

La vanguardia marchó sin perder momento por lo interior del pinar hacia Sancti Petri y, entretanto, se posesionaba del mencionado cerro [Cabeza del Puerco] el ejército, en términos que el vigía de Torre Zimbrelo pudo avistarlo como a cosa de las nueve […] Para no dejar de esto la menor duda a la división que permaneció en la Isla, y avisarla de que ya era tiempo de ejecutar los movimientos concertados, se acordó hacer una señal con tres gallardetes y algo después con cuatro cañonazos, todo lo cual fue percibido desde la Torre Zimbrelo, pero ni por uno ni por otro medio se consiguió la combinación ni se advirtió en toda la línea otro fuego que algunos cañonazos del Castillo de Sancti Petri contra las flechas.

Días más tarde, sin embargo, hubo que hacer algunas rectificaciones: «que el vigía de la Torre Zimbrelo pudiese avistar nuestro ejército a cosa de las nueve, lo dudo; que el primer parte de haberlo avistado fue a las diez es un hecho que voy a poner en claro para que no haya lugar a interpretaciones…».

Vista de San Fernando por J. Laurent donde destaca la Torre Zimbrelo con su altura original que conservó hasta la década de 1880.

Fotografía de J. Laurent donde destaca la Torre Zimbrelo con su altura original hacia 1880.

El Colegio San Cayetano

La Casa Zimbrelo fue la sede del prestigioso Colegio San Cayetano durante la segunda mitad del siglo XIX. No era la primera vez que el edificio acogía funciones docentes, pues sabemos que en noviembre de 1816 se había inaugurado allí una escuela de primera educación, antecedente que no debió funcionar más de cinco años si tenemos en cuenta que su director, Narciso Feliu, ya estaba dirigiendo la establecida en el Caserío de Madariaga en 1821.

San Cayetano inició su andadura como «Colegio de Humanidades» en noviembre de 1843. Su director, el presbítero Manuel María Nieto, obtuvo respaldo del Ayuntamiento para su adscripción a la entonces denominada Universidad Literaria de Sevilla, «a fin de que los cursos de Filosofía […] tengan la debida aprobación donde sea necesario según previene la Real Orden que versa sobre la materia». La oferta contemplaba las asignaturas de Instrucción primaria, Latinidad, Matemáticas, Fundamentos de Geografía y Cronología, Idioma francés, Filosofía, Dibujo natural y música. En 1845 estudiaban allí treinta y seis alumnos, casi todos ellos externos a excepción de dos mediopensionistas, tres pensionistas y otros tantos «gratuitos». Dos de los tres matriculados en primero de Filosofía llegaron a convertirse en figuras de gran relevancia social: Santiago Patero Micón, que un año después ingresó en el recién inaugurado Colegio Naval Militar para iniciar una carrera con la que alcanzaría el grado de brigadier, y el clérigo Macelo Spínola Maestre, futuro Hijo Predilecto de la ciudad de San Fernando y único en superar el examen de Latín con la calificación de Sobresaliente.

Certificación del Ayuntamiento de San Fernando para obtener la vinculación con la Universidad Literaria de Sevilla.

Apoyo municipal a la vinculación con la Universidad Literaria.

En noviembre de 1848, anunciado ya como preparatorio para los aspirantes a ingreso en el Naval, recibió la visita de Isabel II y Francisco de Asís de Borbón a su paso por La Isla. Los monarcas fueron improvisadamente atendidos por los catedráticos y los alumnos del centro y, tras un discurso pronunciado por su director, los reyes «subieron a la elevada torre desde la cual estuvieron contemplando largo rato el hermoso y pintoresco espectáculo que allí se descubre».

Manuel Nieto fue relevado en 1852 por Diego Gady Walsh, cobrando el personal de Marina un mayor protagonismo debido a la incorporación tanto de profesores del propio Colegio Naval como de científicos procedentes del Observatorio. Quizás por ello pasó a presentarse como «Colegio de Matemáticas», aunque los estudiantes continuaban recibiendo instrucción religiosa y científico-literaria. La Casa Zimbrelo era entonces uno de los edificios más suntuosos de San Fernando. Al entrar, una artística y grandiosa escalera de mármol daba acceso a una galería de cristales en torno a la cual se organizaban las estancias, espaciosas, perfectamente distribuidas para simultanear las clases y acoger con comodidad a los estudiantes en sus dormitorios. Contaba con rector eclesiástico, inspectores y profesor de guardia, además de una trabajadora expresamente dedicada al cuidado de los más jóvenes.

La oferta educativa se amplió y redistribuyó de la manera siguiente: Instrucción primaria y Gramática castellana a cargo de Ramón Sánchez; Caligrafía inglesa, José Reyna; Aritmética en toda su extensión, José Pacheco; Matemáticas en toda su extensión, Francisco Garrido e Ignacio Poch Bonavía, ambos calculadores del Observatorio Astronómico. Este último, por cierto, inaugurará veinte años más tarde el Colegio San Telmo en la Casa del Turco. La asignatura de Inglés y su literatura era impartida por el director, profesor de esta asignatura en el Naval; y la de Francés y su literatura por Javier Offerall (¿Ó Fearghail?), quien, además de licenciado en Medicina y Cirugía, fue regente en Retórica, Poética, Francés e Inglés por la Universidad Literaria de Sevilla, catedrático en los colegios de San Fernando (Cádiz) y San Francisco de Paula (Sevilla) y sustituto de las clases de Latinidad y Humanidades en el Instituto Provincial de Jerez de la Frontera, además de miembro de numerosas sociedades científicas y literarias en todas estas ciudades. A este programa se sumaban los estudios privados de primer y segundo año en Latinidad y Humanidades a cargo de Francisco Javier Periñán, procedente del Seminario Conciliar de San Bartolomé de Cádiz y asimismo responsable de la asignatura de Religión y Moral; y, finalmente, Dibujo natural, lineal y topográfico impartido por el secretario, José Sánchez Márquez, profesor del Naval y prolífico pintor artístico de la época. También se daban, al parecer, clases de Música, Baile y otras materias consideradas entonces como «de adorno»: todo orientado a dotar al alumno de una educación esmerada, académica o puramente utilitaria.

La institución gozaba de un gran prestigio, aunque, como ya ocurriera en el Colegio de Madariaga treinta años antes, existían ciertas quejas sobre el «mal entendido cariño de los padres y madres» que, descuidando las leves faltas de los internos, les hacían «contraer hábitos viciosos difícilmente remediables en lo sucesivo».

La Casa Zimbrelo, a la izquierda, en una fotografía de Quijano.

La Casa Zimbrelo, a la izquierda, en una fotografía de Quijano.

Parece que durante un breve lapso de tiempo fue regido por José María Pantoja y Quintas, antes de que este se asociara con Manuel de la Pascua para fundar otra escuela en la calle Comedias: la misma que con los años acabaría conociéndose como «Colegio de Pascua». Sin embargo, en 1858 era Miguel Periñán quien se encontraba al frente del centro, presentándolo como «antiguo y verdadero Colegio de San Cayetano». Desconocemos cuánto duró su mandato. Cinco años más tarde llegaría un nuevo director (¿Cristóbal Sánchez Angulo?) aplicando diversas mejoras, «omitiendo pomposos anuncios» e invitando a los padres a visitar las instalaciones para dar su opinión siempre que tendiesen a elevarlas «a la altura de las mejores de su clase, para hacerlas dignas de esta importante y culta población».

En 1870 eran dieciséis los profesores que conformaban la plantilla, estructurándose el programa del colegio en cuatro líneas fundamentales: Instrucción primaria elemental y superior, Segunda enseñanza hasta el grado de bachiller, Instrucción mercantil completa con tres idiomas e Instrucción preparatoria para el ingreso en los institutos de la Armada y del Ejército, así como para toda clase de ingenieros. Eduardo Sánchez Capelastegui firmaba como secretario.

Primeros alumnos matriculados en Estudios Humanísticos en 1845.

Primeros alumnos matriculados en Estudios Humanísticos en 1845.

En verano de 1873, con el Cantón de Cádiz, se improvisó en el edificio un hospital para atender a los milicianos complementándose así con los de San Carlos, San José y otro instalado en la casa que Juana Nepomuceno Morales vendiera años atrás a Vicente de Reyna y Martín, es decir, el actual monasterio de las RR. MM. Capuchinas. Pero el colegio no tardaría en retomar su actividad para adentrarse, bajo la dirección de Fernando Pérez Caballero, en su época de mayor esplendor. En junio de 1880, tres de sus alumnos destacaron en las oposiciones a ingreso en la Escuela Naval Flotante establecida en Ferrol; José Gómez Parejo, Elías Vázquez y Eugenio Sáenz de Miera obtuvieron la primera, segunda y cuarta plaza respectivamente. Era la tercera vez en dos años que el establecimiento merecía lugar de honor en estos concursos, distinción que había gozado también en las últimas convocatorias para Artillería e Infantería de Marina. En noviembre entraron todos los presentados, pero José González González, aún sin cumplir los doce años, aprobó además todas las materias del segundo ejercicio, haciéndose con la primera plaza y adelantando a todos seis meses en su carrera. En febrero de 1881, noventa y un candidatos de toda España compitieron por ocupar alguna de las doce únicas plazas ofertadas por la Academia de Infantería de Marina: seis de los nueve alumnos de San Cayetano que se presentaron lograron los puestos 2, 9, 7 y 12 y otros dos aprobaron sin plaza. La creación aquel año de seis plazas gratuitas destinadas a huérfanos de la Armada significó para el colegio una cascada de felicitaciones e incluso la actuación sorpresa de la Banda de Música de Infantería de Marina en nombre del capitán general del Departamento y del coronel del Regimiento. Fue entonces cuando se matricularon uno de los hijos del malogrado general Ramón Fajardo y otro del teniente general Ramón de Meer, caballero laureado y Gran Cruz de la Orden de San Fernando. Es posible que también por estas fechas se perdiera el segundo cuerpo de mítica Torre Zimbrelo, pues constan denuncias de varios vecinos asegurando que la habían visto «oscilar al empuje del fortísimo viento de Levante».

En mayo de 1882, nueve de los diecisiete opositores que pasaron el examen eran del centro, siendo el segundo puesto para el joven asturiano Francisco Graiño Ovaño, de catorce años; las estadísticas fueron similares en 1886, con la primera plaza para José Antelo Rossi; y en 1889, con Carlos Preysler Martínez y Juan Manuel Tamayo Orellana encabezando la lista de resultados.

Recordemos que, además de preparatorio, seguía siendo escuela de instrucción primaria elemental y superior y de segunda enseñanza, adscrita como tal al Instituto Provincial de Jerez de la Frontera: un tribunal de profesores de este último se desplazaba hasta el establecimiento isleño para examinar a sus alumnos. Por ejemplo, en 1884, aprobaron ciento siete alumnos en total con veintiocho sobresalientes, veintidós notables, veintiocho bienes y veintinueve suficientes; en 1892, hubo seis sobresalientes, doce notables, once bienes y dieciséis suficientes, es decir, cuarenta y cinco aprobados frente a solo dieciséis suspensos. Muchos de estos estudiantes contribuyeron económicamente en 1896 en favor de los heridos en la Guerra de Cuba, entre ellos apellidos tan conocidos como Cereceda, García Suffo, Pidal, Pujazón, Ramos Izquierdo, Ruiz Marcet o un jovencísimo Cayetano Roldán.

La torre y parte de la fachada de Zimbrelo a mediados del siglo XX.

La torre y parte de la fachada de Zimbrelo a mediados del siglo XX.

Las academias del Faz Villanueva, García Anillo y Franco Delgado

Aún consta su actividad en 1899 bajo la dirección de Narciso Ojeda, quien acudió como representante a algún que otro acto en Jerez a finales del XIX. A partir de aquí, la Casa Zimbrelo será protagonista de una historia muy cambiante, aunque casi siempre ligada al ámbito educativo. En 1903 ocupaban sus instalaciones varias entidades de naturaleza obrera, pero pronto recuperó el espíritu del antiguo centro por iniciativa del presbítero Francisco de Paula Faz y Villanueva. Antonio Fernández Pérez, rico comerciante malagueño que había hecho fortuna en Puerto Rico, dejó allí a dos de los nietos huérfanos que tenía bajo su protección, Francisco y José Sarmiento, días antes de naufragar sobre el vapor Martos el 16 de agosto de 1910. Cuando el padre Faz, como se le conocía popularmente, falleció en octubre de 1927, los medios afirmaron que «en el colegio que tiene su nombre han recibido educación muchos hijos de la Isla, así como se han dado numerosas carreras militares y civiles». La propiedad pasó entonces a ser el domicilio familiar de Joaquín García Anillo, coronel y director de la Escuela de Infantería de Marina que también acabaría instalando allí su academia preparatoria: su hija Isabel García Charlo contrajo matrimonio en la capilla del edificio, en julio de 1928, con el teniente de navío Antonio Blanco García. Dos años después, en 1930, los presbíteros Juan Brenes Benítez y José Franco Delgado adquirieron la academia de García Anillo con la intención de mantener el plan de enseñanza… de ahí que el centro acabara conociéndose, con el tiempo, como «del padre Franco».

Los miembros de la corporación municipal más sensibilizados con el patrimonio realizaron a finales de los sesenta grandes esfuerzos para conservar la edificación auspiciados por el alcalde, Rafael Barceló Gasset, pero, tras varios pleitos con el propietario, el 8 de octubre de 1972, se dio vía libre a Alfredo Naves Laneza para el inminente derribo. Ni siquiera la condición de su sustitución por otro acorde con el estilo imperante en sus inmediaciones fue respetada. El 3 de marzo de 1975 ya era carne de la picota: «una de las edificaciones isleñas con más sabor y enjundia de esta nuestra Isla, una construcción cuyo estilo especial le daba un sabor característico a una de las zonas más vistosas y céntricas de la población, se vino abajo empujada por la voracidad de los nuevos edificios».

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