Ángel Rodríguez Magaña, restaurador del San Juan de la Soledad

10 octubre, 2022

Alejandro Díaz Pinto

Dr. en Humanidades y Comunicación

Repasando la historia de la Hermandad de la Soledad, 275 años después de su fundación en el castillo de la por entonces Villa de la Real Isla de León, llama la atención el nombre de Ángel Rodríguez Magaña, escultor nacido en Sevilla en 1862, según Mósig Pérez, que residió en San Fernando durante la última década del siglo XIX y principios del XX. Al parecer, fue premiado en la Exposición Regional de Barcelona de 1882. En 1902, un año antes de pintar al óleo varias piezas de mantelería para el altar de esta cofradía isleña, restauró una imagen de San Juan Evangelista. Presumiblemente la misma que fue cedida a la Hermandad de la Expiración en la posguerra y convertida en María Magdalena al descubrirse una mascarilla femenina en su interior.

Tras un rastreo rápido por los periódicos de la época, hemos averiguado que en 1891, antes de establecerse en San Fernando, había abierto un modesto taller junto a su hermano en el número 4 de la calle Santa Clara de Jerez de la Frontera. Nuestra fuente hace clara referencia a los «Sres. Rodríguez Magaña Hermanos procedentes del Puerto de Santa María», aunque no podemos precisar si eran naturales de allí o si habían ejercido su oficio en esta ciudad durante un tiempo antes de establecerse en el municipio jerezano donde, según parece, permanecieron «provisionalmente». Diversas investigaciones hacen referencia al presunto origen portuense de estos escultores, quienes, tras modelar efigies para el Convento de las Descalzas fueron descritos como unos «reputados artistas» porque «en los más insignificantes rasgos se ve perfectamente que [las imágenes] han sido ejecutadas por la mano de un hábil artista que perfecciona su obra de un modo tan acabado que roba su secreto a la naturaleza».

Ángel Rodríguez Magaña, ya en solitario, acometió pequeños trabajos en nuestra ciudad. El 21 de febrero de 1899 se bendijeron en la Iglesia de San Francisco dos «elegantes y artísticas ménsulas de estilo grecorromano» realizadas por este autor para unas imágenes de los Sagrados Corazones de Jesús y María que habían sido adquiridas, gracias a la donación de una feligresa, en el taller El Arte Cristiano de Olot (Girona), fundado a fines del XIX por el pintor Josep Berga Boix y los hermanos Joaquim y Marià Vayreda Vila, ambos con formación artística e iconográfica adquirida durante su estancia en París. La noticia se refiere a Rodríguez Magaña como «reputado artista cuyo delicado trabajo viene a probar una vez más su exquisito gusto en esta clase de obras», por lo que conjeturamos que ya se le conocía en la localidad por tareas relacionadas con el patrimonio artístico cofrade.

El escultor entró a formar parte en 1901 de la recién fundada Academia de Bellas Artes del Puerto de Santa María como profesor de Modelado, sin embargo, ya figura entre la nómina de escultores con taller propio en Sevilla a principios del nuevo siglo según consta en el Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración; en el número 8 de la calle Trajano en 1905, en el número 7 de la plaza Zurbarán en 1907-1909, y en número el 14 de la calle Gerona en 1910, publicitándose además como «restaurador».

Roda Peña lo define durante su etapa en la capital hispalense como uno de esos integrantes del gremio que «no superan la categoría de discretos imagineros religiosos que habitualmente trabajan al servicio de las fábricas parroquiales y de las hermandades y cofradías de la ciudad o de su entorno geográfico más inmediato, tallando en madera efigies devocionales o practicando variopintas restauraciones y tareas de ornamentación». Es decir, justo lo que venía haciendo en Jerez y La Isla, en contraste con otros artistas más ambiciosos que trabajaron también temas profanos, con otros materiales, e incluso completaron su formación en el extranjero. Tal es el caso de Augusto Franzi, autor del grupo escultórico que remata la Casa Consistorial de San Fernando, y que, mientras Magaña estaba restaurando al San Juan soleano, se encontraba de visita en el país del que emigró con apenas 25 años.

En esta primera década restauró las imágenes procesionales de la recién reorganizada Hermandad de la Trinidad, incluyendo de nueva factura, según Roda Peña, a San Jerónimo, un nuevo dragón y el angelito alegórico del Amor Divino, la única que se conserva en la actualidad. Asimismo restauró el calvario de las Cinco Llagas y a la patrona de Lepe, la Virgen de la Bella, y pintó una alegoría mercedaria para la Hermandad de la Puerta Real. Más adelante, en los años veinte, talló una dolorosa para ocupar, en el referido calvario, el hueco dejado por la Esperanza Trinitaria al empezar a procesionar bajo palio, pero acabó siendo sustituida por la actual de Antonio Bidón y convertida en María Cleofás, como bien explican Cabaco y Abades. También firmó el antiguo cautivo de la Hermandad del Dulce Nombre, hoy en la Iglesia de Santa María de las Flores y San Eugenio de Sevilla.

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