por Alejandro Díaz Pinto

Una fotografía de la serie que el fotógrafo portuense J. M. Vargas expuso en el Centro de Congresos de San Fernando ha sido seleccionada dentro de la segunda edición del concurso ‘Photoformas 2016’ por el Museo de Ciencias Naturales de Araba (Euskadi).

Casi viva -así se titula la imagen- también forma parte de una exposición itinerante inaugurada el 1 de octubre y que, tras dos meses en el Museo, pasará por diversos centros culturales de la provincia vasca. Formará parte de un catálogo especialmente diseñado para la ocasión.

José Manuel Vargas es maestro de profesión, pero ahora, tras la jubilación, se dedica en exclusiva a lo que más le apasiona: la fotografía de naturaleza. Por eso sorprendió hace unos días en el Centro de Congresos de San Fernando con su exposición Intermareal, un homenaje al ciclo de las mareas que tras varios trabajos previos centrados en el agua (Mirando al agua), en la flora de Los Toruños (Los Toruños en flor) o en los ‘corcheros’ de Los Alcornocales (Desnudando el bosque), nació para convertirse en su proyecto más personal, una forma de “canalizar sensaciones a través del ciclo intermareal”.

Cuatro años de trabajo que le han permitido descubrir la costa gaditana dando como resultado un ‘puzzle’ que pone el acento en paisajes que a menudo pasan desapercibidos. Sus condicionantes no son solo espaciales; dependen de la hora, la luz, las corrientes o el clima. Del movimiento de algunos elementos en función de estos agentes naturales. Desde un surco en la arena hasta los micro-ecosistemas que se forman con la bajamar en las pozas de Cortadura (‘Fondo vivo’), pasando por el verdín que recubre los cantos rodados en El Roqueo y otros interesantes escenarios desde el punto de vista geológico.

A estos elementos geomorfológicos se suman, por supuesto, los históricos que remiten a antiguas civilizaciones como algo elemental que “debe ser reivindicado”, por eso, “me gusta que el factor humano esté presente, aunque sea en segundo plano”. Se refiere al paisaje de la costa gaditana que ha recorrido a pie, salvando zonas restringidas pero no otras que por su difícil acceso se alejan de las típicas postales “estereotipadas, aunque de gran belleza”. El verdadero eje vertebrador de la serie es la zona intermareal, con formas a menudo abstractas que no siempre fueron buscadas pero sí captadas por su objetivo entre 2011 y 2015.

Además del propio ciclo (pleamar-bajamar-pleamar), Vargas sentía la necesidad de “poner en valor nuestro paisaje” y acercarse a él de una forma como nunca antes lo había hecho. De ahí el carácter tan personal del proyecto. El Centro Cultural de Alfonso X ‘El Sabio’, en El Puerto de Santa María, el Alcázar de Jerez de la Frontera o la Chanca de Conil, además de otros municipios como Sanlúcar o Chipiona han albergado ya esta colección de 26 fotografías seleccionadas entre dos millares antes de llegar a San Fernando, donde a pesar de contar con un espacio idóneo como es el Centro de Congresos “eché en falta la presencia de algún representante de la delegación de Cultura el día de la inauguración, así como más promoción a través de folletos y carteles”.

Si hay alguna queja común de muchos de los artistas que exponen fotografías, pinturas o presentan libros -Academia de San Romualdo aparte- es, precisamente, la ausencia de cargos institucionales que arropen estos actos y la escasa publicidad que se hace de los mismos.

J. M. Vargas observa la fotografía de una cañaílla, símbolo de San Fernando.

La exposición, no obstante, ha gozado de gran aceptación en la provincia llegándose a editar un catálogo: Intermareal, una mirada entre mareas, que, literalmente, “voló de mis manos”, explicaba Vargas durante la entrevista. También sorprendió en La Isla, donde recibió la visita de expertos en Fotografía como Ignacio Escuín, presidente de AFIL, o algunos miembros de la Tertulia Balaustrada de Cádiz, entre ellos, el premio Cañaílla de Oro José Luis Otero Batista.

Todos ellos tuvieron la oportunidad de hacer un recorrido por las playas y acantilados de Cádiz a través de la fotografía, porque “no toda la costa son explanadas de arena dorada y fina”, explica. Así mostraba Vargas su particular visión de los ‘corrales de pesca’ de Chipiona (‘Bajo el cielo’), donde llamó la atención sobre el contraste entre el agua captada dentro y fuera de ellos, el dinamismo de las corrientes, el paralelismo entre la forma de las nubes y el agua al retroceder o la piedra ostionera. Este último elemento protagoniza otra fotografía titulada ‘Peregrina’ que “es muy especial para mí, ya que logré captar un fragmento donde se observa claramente una concha apartada del resto de sedimentos; la que llevaban los peregrinos al volver de Santiago”, concreta. No quedan atrás los espectaculares ‘bolos’ que se han ido formando en la playa conileña El Roqueo -“con infinitas posibilidades debido a su riqueza geológica”- o los ríos de arcilla roja que surgen con la lluvia en la Cala del Aceite (Conil de la Frontera) y que, varios días después, se cuartean en forma de virutas.

Todo cuenta, claro está, a la hora de captar ‘la foto’ -que no ‘una foto’-: un cuaderno lleno de coordenadas para estar en el sitio y momento justos y gran control de un tiempo de exposición que puede variar entre la fracción de segundo o la media hora en el caso de las nocturnas.

San Fernando es el último municipio donde, de momento, se ha expuesto la serie, y por supuesto no faltan imágenes tanto de Sancti Petri como de Camposoto y la propia Punta del Boquerón. Es el caso de ‘A buril’, donde “los surcos realizados por el desplazamiento de una piedra en la arena parecen ríos que se bifurcan al llegar a una sierra”. “Es una playa única donde siempre hay gente paseando, donde convive la foto buscada con la foto espontánea”.