por Alejandro Díaz Pinto

Siempre que se inicia una obra que afecta al casco histórico de un municipio o a una zona arqueológica entra en juego lo que se denomina ‘Arqueología Preventiva’.

Un concepto que a los profesionales del gremio les sonará familiar, pero que el resto del mundo no tiene por qué saber. Se trata, a grandes rasgos, de un control de movimientos de tierra para divisar posibles estructuras que podrían modificar el proyecto previsto, en función de su importancia.

Según Verónica Gómez, Dra. en Patrimonio Histórico-Arqueológico laureada con Cum Laude gracias a su tesis sobre la Chanca de Conil de la Frontera, «es algo que puede ocurrir en cualquier momento. Se detiene la obra y procedemos a una excavación».

Una fase obligatoria, por supuesto, dado que si el promotor -privado o público- no cumple en este aspecto con la Delegación Territorial de Cultura y contrata a un arqueólogo, el Ayuntamiento no puede conceder licencia de obra y ésta se paralizaría hasta nueva orden. Incluso con sanción económica en caso de infracción. «Somos los que hacemos el trabajo de campo. Quienes nos encargamos del primer escalón».

Es exactamente el rol que comenzará a desempeñar en breve Verónica en la calle El Santísimo de la localidad de San Roque, junto a la Iglesia de Santa María la Coronada. No cree que en este caso salga a la superficie nada de relevancia ya que «la población que habita allí viene en su mayoría de los españoles que huyeron de Gibraltar en 1703, cuando el Peñón fue tomado por los ingleses».

Y lo sabe porque con anterioridad a cualquier trabajo de campo debe procederse a un estudio del contexto histórico del pueblo y anteriores excavaciones cercanas. Se sabe, por ejemplo, que en esta misma iglesia -ampliación del siglo XVIII sobre una primitiva ermita bajomedieval- está enterrado el militar y literato José Cadalso. Y que puede haber otros enterramientos, ya que pese a la Real Cédula que Carlos III promulgó en 1787 para no inhumar cadáveres en las criptas de los templos por razones de salubridad, estos continuaron cediendo en muchos casos su terreno por obras pías, para gente sin recursos. La costumbre se mantuvo de hecho más allá del siglo XIX pues, por ejemplo en Conil, «el cementerio de Santa Catalina estuvo vigente entre 1802 y 1950».

Primer plano de Gómez, Dra. en Patrimonio Histórico-Arqueológico.

Finca Los Agustinos, en Arcos de la Frontera

La labor de Gómez en San Roque como directora comenzará presumiblemente en dos semanas. Es la segunda que llevará a cabo en los últimos meses ya que este verano ha intervenido como técnico de apoyo en una excavación de 48 hectáreas dirigida por Alfonso Pando a iniciativa de un promotor privado.

Se trata, en concreto, de la Finca Los Agustinos, cuya ubicación ha hecho necesaria el trabajo conjunto con Medio Ambiente. Lo habitual en estos casos es comenzar con una prospección -detección de restos líticos y cerámicos en la superficie- y continuar con sondeos sobre posibles focos de interés, es decir, descensos por estratos previa delimitación de la zona en cuestión. Sin embargo «la obra estaba ya empezada, por lo que tuvimos que invertir el procedimiento».

En este caso sí hubo hallazgos interesantes, en concreto un taller lítico en superficie ya que «muchos yacimientos, situados en cimas altas por razones estratégicas, son descubiertos por el tiempo debido a los propios agentes meteorológicos que provocan desplazamientos de tierra». No solo eso, la propia acción humana provoca la aparición de restos al recoger tierra para la realización de carriles. «Todo esto, por suerte, está ahora más regulado», explica Verónica a este medio.

El trabajo aún no está completo. Esto corresponde a la liberación de una fase, un espacio que queda libre para la construcción, pero cuando la obra se amplíe -seguramente en el mes de enero- deberán volver los arqueólogos para repetir la operación. Y es que, aunque no se sabe con certeza, «todos los indicios apuntan a un asentamiento muy cerca de la zona contextualizado en el Paleolítico Superior».