Recordando un símbolo de las salinas: Los candrays

3 marzo, 2015

por Enrique Galea Outón

Hace bastante tiempo que ninguno navega por nuestras aguas y los que quedan reposan en el fango, victimas del paso del tiempo, pero nuestros padres y abuelos pueden recordar como antaño -hasta hace unos 40 años- recorrían la Bahía de Cádiz, el Caño de Sancti Petri, el Caño Zurraque, el Río San Pedro, el Río Arillo o el Guadalete entre otros. Entonces había cerca de 150 salinas activas en la Bahía de Cádiz, y todas tenían su salero, y uno o dos embarcaderos con sus montañas de sal. Para la recolección se utilizaban unos barcos de poco calado que permitían navegar por los Caños y recoger los acopios de la producción. Eran los llamados faluchos y candrays -es importante no confundir los primeros, que tenían proa y popa, con los candrays, como ahora veremos-.

Hoy, en sus orillas, descansan medio enterradas estas embarcaciones, abandonadas, y en pésimo estado de conservación. Unas embarcaciones caracterizadas por tener dos proas que les permitían desplazarse por canales angostos sin la necesidad de virar ya que podían navegar en ambos sentidos de una misma derrota -dirección- y esta era su principal ventaja, la maniobrabilidad. Los Candrays tenían un escaso calado que les permitía desplazarse por aguas poco profundas, aunque al principio les costaba arrancar o iniciar la marcha, ya que la panza del casco se solía pegar al fango. Poseían una eslora de entre 8 y 20 metros, una manga de 2 a 5 metros, y un puntal de 1 o 2 metros, prácticamente todos eran negros debido a su continuo calafateado y embreado. Solían ser más estables estando cargados que descargados y su tripulación estaba compuesta por un patrón y varios marineros.

El candray era una embarcación muy polifacética y económica en cuanto a su construcción por su relativa sencillez, ya que era simétrica. Su casco estaba formado por una quilla con sus correspondientes cuadernas -costillas- de la misma forma y tamaño en ambos lados. Estas embarcaciones se usaban casi para cualquier cosa, normalmente servían para fletar y transportar arena. Durante el invierno, algunos candrays se dedicaban al dragado de arena en la bocana al Atlántico del Caño de Sancti Petri, para lo cual se dejaban embarrancar sobre su panza durante la bajamar y se cargaban a paladas. También transportaban sal o cualquier otro tipo de género. Durante la Guerra de Independencia Española, no obstante, éstas y otras embarcaciones serían adaptadas para portar un cañón, transformándose en cañoneras que participarían en la batalla de la Poza de Santa Isabel (1808) y en las escaramuzas e incursiones de la defensa del Sitio a Cádiz y a la Real Isla de León (1810-1812). El candray se usaba en el tráfico interior de los puertos, ríos y caños, siendo fundamentalmente empleado por pescadores y salineros en el entorno de la Bahía de Cádiz. Tenía un equipamiento mínimo, eran propulsados, al principio, por una vela latina y, después, por motores, pero también podían usar remos o pértigas e inclusive ser remolcados desde la orilla. Un dato curioso sobre los candrays y faluchos que usaban vela, es que el mástil solía ser abatible, permitiéndo así su tránsito bajo el Puente Suazo.

Los Candrays -entendiéndolos como embarcaciones de dos proas- se hicieron populares durante el S.XVIII en Inglaterra, debido a la gran importancia del tráfico fluvial en plena Revolución Industrial, para transportar carbón, materias primas y otras mercancías. En la Bahía de Cádiz, durante siglos, fue el principal barco para trabajar en los caños y el navío más construido en los astilleros y carpinterías de riveras que hasta hace medio siglo proliferaban por la geografía isleña, como la del Zaporito o la del Real Carenero -a la derecha del puente, en la orilla de Puerto Real, antes de llegar a la batería de San Ignacio-. Ésta tenía un dique seco, ya desaparecido, donde se arreglaron y botaron 74 candrays, de los cuales tenemos conocimiento de algunos nombres concretos pertenecientes a la empresa Salinera Española 1950: Falange, la Pelá, Toro Negro, El no puede ser, la Salobre, Josefina, El Joven, Agustín, El Socio, El León y S. Juan de Dios.El termino Candray tiene dos definiciones que se han relacionado con el tiempo y la evolución de estas embarcaciones. La palabra en sí proviene de los marinos ingleses, que llamaban ‘can dry’ (lata seca) a todos aquellos barcos o barcazas sencillos que usaban para navegar por los canales y que no requerían de un gran equipamiento ni de un cuidado o mantenimiento regular. Con el tiempo los marinos terminaron llamando coloquialmente “candray” al barco viejo, maltrecho, peor cuidado y peligroso, y, por extensión, a los ‘barcos chatarra’, tuvieran o no dos proas e independientemente del tamaño. Por otro lado, también se consideraban Candrays, como ha quedado especificado, a las embarcaciones de dos proas. Parece ser que en la jerga marinera se consideran ambas definiciones válidas para una misma palabra y, en ocasiones, para un mismo barco.

Lamentablemente están desapareciendo sus restos que, en la actualidad, ven podridas su maderas encalladas a la orilla de los caños. Si bien es cierto que escuchamos ocasionalmente ecos de propuestas para la construcción de una réplica de candray -que bien podría amortizarse vendiendo excursiones por el caño de Sancti Petri y la Bahía de Cádiz, o utilizarse en recreaciones históricas-, la realidad es que sólo se queda en eso, un eco. Esperemos que pronto llegue el día en que se logre una eficaz puesta en valor de este glorioso símbolo de la época dorada de las salinas, con la construcción de un autentico candray.

Gracias a Antonio Yllescas, retirado mecánico naval de Salinera Española, por los datos ofrecidos, y a José María Roda, gran conocedor del entorno salinero de la Bahía de Cádiz.Mientras no llega ese día, siempre podremos dar un agradable paseo por los senderos de nuestro Parque Natural y redescubrir estas embarcaciones.

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