Los orígenes del ‘Día del Cerro’, fiesta de culto al otoño en San Fernando

15 octubre, 2017

por Alejandro Díaz Pinto

Ldo. en Periodismo y Máster en Patrimonio Histórico-Arqueológico

«De todas las fiestas que tienen lugar en Otoño en toda la geografía española, quizá las de más raigambre popular sean las romerías que encontramos en distintas regiones. Tiene típico sabor andaluz la que celebra la gaditana San Fernando al cerro de los mártires San Servando y San Germán»

Mediterráneo, 4 de octubre de 1974.

Las primeras referencias a los santos mártires Servando y Germán se remontan al Pasionario Hispánico (siglo VII) como bien ha apuntado la historiadora gaditana María Cristina López García. La identificación del lugar exacto de su martirio —Pago Ursiniano— con el denominado ‘Cerro de los Mártires’, en San Fernando, es sin embargo muy posterior, datando del siglo XVII y sin base sólida. Esta relación es hoy cuestionada debido a diversos hallazgos arqueológicos en Vejer de la Frontera (1779) y Alcalá de los Gazules (1800), localizaciones próximas a la ruta que según historiadores como Ramón Corzo Sánchez debió seguir el subprefecto Viriato para conducir a los hermanos desde Emérita Augusta (actual Mérida) hasta la Mauritania Tingitana, antigua provincia romana situada en el extremo norocciental de África a la que, según la leyenda, nunca llegaron.

Pero no tenemos la intención de revisar la tradición desde una perspectiva histórica o arqueológica, sino dar un repaso a esta festividad en San Fernando sea o no su Cerro de los Mártires el lugar concreto del martirio; existiera o no dicho martirio y quienes lo padecieron. Abordaremos por tanto los orígenes de la romería y todo lo que conlleva desde un punto de vista etnográfico, es decir, como parte de esas costumbres o prácticas sociales que conforman la identidad del pueblo.

La fiesta de San Servando y San Germán puede considerarse uno entre tantos ejemplos resultantes de un largo proceso de sincretismo por el que el Cristianismo asimila celebraciones muy anteriores relacionadas con el culto a las estaciones. Como las hogueras de San Juan al dar la bienvenida al verano o la Semana Santa y su festival de olores primaverales, muchas de las romerías que tienen lugar en esta época del año giran en torno a los frutos propios del otoño como castañas o nueces, cuyo consumo constituye en este caso un medio de socialización a las faldas del Cerro isleño.

Pese a ser ya un más que probable lugar de peregrinación, parece que la tradición romera como tal se consolida con la inauguración de la ermita que presidió la cima del Cerro entre 1879 y 1942, pues la actual es una réplica abierta al culto sobre la ladera en 1945. La construcción de la ermita original no fue un capricho, sino la respuesta a una demanda histórica de gaditanos e isleños a tenor de lo que leemos en El Pensamiento Español con fecha de 31 de marzo de 1866:

«… manifiesta el autor [del artículo] que en el sitio en que fueron martirizados los santos existe un sencillo pilar con una inscripción que recuerda tan glorioso hecho, pobre monumento erigido por la piedad de un humilde Sacerdote de San Fernando ; y de aquí toma pie para hacer patente su deseo de que el pueblo de Cádiz, siempre religioso cuanto espléndido, sustituyese este pilar con una capilla que recordase que allí sus Patronos dieron su vida por la fe de Cristo […] Su costo sería de muy escasa importancia»

El sacerdote al que hace referencia el texto es, a tenor de los datos aportados por Quijano Párraga en San Fernando, Evocación de un Siglo, el padre Ramón Jiménez, párroco de la iglesia que bajo el título de San Antonio existió al final de la isleña calle Vicario. Levantó el citado pilar conmemorativo hacia 1830 según un relato publicado en el Heraldo de San Fernando y otros periódicos casi un siglo después, en 1927.

La ermita se comenzó a labrar en 1876 para ser concluida en 1879, como pone de relieve una nota en El Siglo Futuro el 10 de noviembre de aquel año cuyos fragmentos más destacados transcribimos a continuación:

«Con objetivo de inaugurar la capilla de los Santos Patronos, que acaba de erigirse en el lugar en que derramaron su sangre frente al famoso templo de Hércules en el hoy término de San Fernando, S. S. I. se ha designado nombrar una junta que prepare y active todo lo necesario para que se dirijan en peregrinación los fieles de la diócesis a la referida capilla […] Por muchos siglos se ha notado en dicho lugar la falta de un monumento religioso, digno de la venerada memoria que ese collado conserva para los católicos hijos de la Iglesia gaditana […] Solo existía en ese lugar tan venerable una modesta cruz sobre más modesto pedestal cual se acostumbra a poner sobre la sepultura de cualquier creyente que se entierra en despoblado […] Hoy se ha erigido la primera capilla en honor de sus Patronos, cuya iniciación se ha debido a la ilustrada piedad del inolvidable Prelado dimisionario, que ha sido el primero en concebirlo y en contribuir con las primeras sumas para emprender la obra hoy ya concluida, gracias a la cooperación de los dignos municipios de Cádiz y San Fernando, del Cabildo catedral y de la diputación provincial, quienes han secundado el pensamiento y contribuido también a su ejecución […], siendo digna de especial mención la generosidad del propietario donante del terreno [Augusto de Castañedas] y el desprendimiento de varias personas católicas de ambas ciudades […] El ilustrísimo Prelado […] ha dispuesto […] organizar una peregrinación general de toda la diócesis, que presidida por S. S. I. deberá encaminarse desde San Fernando al mencionado santuario y celebrar allí una solemne función religiosa»

La citada comisión estaba presidida por Francisco G. Camero (Deán de la Catedral), y completada por Francisco de Paula Pelufo (Magistral); Luis María Morote (Canónigo de la Catedral); Luis G. Fernández (Cura del Rosario), José María León y Domínguez (Profesor del Seminario); Juan J. de Llano (Primer Teniente de Alcaldía en Cádiz), José de Zulueta (Asociación de Católicos), Juan Pongilioni (Asociación San Vicente de Paul); Manuel Bayo y López (Juez de Paz); y Manuel de la Piedra (Comerciante y Propietario).

La primera gran peregrinación al Cerro quedaría fijada para el 24 de octubre de 1880, «con orden y economía para los peregrinos, y que las funciones religiosas tengan lugar con la ostentación propia de un acto que ha de formar época en los anales religiosos de este Obispado». Así fue. El Obispo, la Junta de Cádiz y los feligreses de esta localidad partieron a las 9:00 de la mañana en tren dirección a La Isla, apeándose junto al Callejón del Matadero, donde fueron recibidos por representantes del clero, Ayuntamiento de San Fernando y su propia junta de peregrinación. A las 10:00 partiría el cortejo desde la cercana Iglesia del Carmen. Primero las señoras, presididas por el estandarte de los Santos Patronos que se conservaba en la Parroquia del Rosario de Cádiz, después los hombres y cerrando el cortejo el Prelado acompañado por la autoridad municipal y las juntas de peregrinación de ambas ciudades. No faltaron otras comisiones procedentes de todos los pueblos de la diócesis ni representantes del Ejército y la Marina Española. Varios eclesiásticos repartidos a lo largo de la procesión se encargaron de articular el rezo del Rosario. El magistral Francisco de Paula Pelufo y el canónigo Luis María Morote, de portar los medallones con las santas reliquias.

Ya en el Cerro, oficiaría el Obispo Félix María de Arriete una misa al aire libre, en altar portátil colocado en sitio preferente para que los fieles pudieran oírla desde la explanada. Recogería el testigo el presbítero Francisco de Asís Medina, beneficiado de la Catedral de Cádiz, para ofrecer unas palabras a los peregrinos, quienes, concluido el discurso, entrarían poco a poco en el oratorio para admirar las reliquias de los Patronos.

En el Boletín Eclesiástico de 16 de octubre de 1880 se advertía lo siguiente:

«No siendo posible que los peregrinos reciban los sacramentos de la Confesión y Comunión en el mismo glorioso sitio en que dieron su vida por la Fe nuestros ilustres Patronos, se recomienda los reciban privadamente en la mañana del Sábado, festividad de los mismos santos Servando y Germán, preparándose de este modo a celebrar convenientemente la inauguración de la citada Capilla»

Segundo monumento conmemorativo a los Mártires en 1911 y en la actualidad.

Segundo monumento conmemorativo a los Mártires en 1911 y en la actualidad.

Desde entonces, la Romería del Cerro se consolidaría como una cita ineludible, y no solo en su faceta religiosa, sino —y aquí radica lo más interesante— como día de esparcimiento y socialización. De esta forma, leemos la siguiente crónica en La Palma de Cádiz con fecha de 27 de octubre de 1886:

«¡No podía darse golpe de vista más encantador! Figúrense nuestros lectores un día sereno y apacible; al Oeste gran número de salinas conteniendo pirámides de sal cual copos de nieve; al Norte y al Sur innumerables huertas, tan diversas plantas y arbustos; al pie de las miles de higueras que existen en aquellos alrededores, multitud de familias, formando corros, comiendo y bebiendo en alegre compañía, de las distintas fiambres y vinos que habían llevado preparados al efecto; en otros sitios, jóvenes hermosas, como una mañana de primavera, cantando coplas populares al compás de las palmas; en otro lugar, veíanse alegres jóvenes bailando aires andaluces acompañadas de la guitarra y rodeadas de centenares de espectadores, y como complemento de este cuadro, trazado a grandes rasgos, mil y mil voces de vendedores ambulantes que habían acudido a esta fiesta para hacer también su negocio con la venta de mariscos, frutas, etc. Todo era allí alegría, vida, animación y regocijo, confundiéndose todas las clases sociales como sucede siempre en estas fiestas populares, en las que solamente reina la más hermosa fraternidad. La concurrencia al Cerro fue inmensa y la mayor parte de los romeros no regresaron hasta bien entrada la noche»

El esquema era siempre el mismo: salida en peregrinación desde el Carmen, misa al aire libre y discurso de exaltación a los Patronos, que en 1888, por ejemplo, corrió a cargo del presbítero Antonio Forero, capellán del Ayuntamiento. Concluida la parte religiosa, los peregrinos se sentaban para disfrutar de una jornada muy esperada. Aquel año se leía en La Palma de Cádiz, el 21 de octubre:

«Solo falta que se presente un buen día; porque respecto a animación, es mucha la que se nota y muchas las familias que desde hace días vienen preparándose para fiesta tan agradable»

La fiesta no siempre se celebró el 23 de octubre. En 1910 tuvo lugar mucho antes, el 2 de dicho mes, estimándose su afluencia en varios millares. La Correspondencia de España afirmó al día siguiente que «vinieron unos tres mil, muchos de San Fernando, Chiclana y Puerto Real». Este año adoptó un cariz más ideológico fruto de la tensión social del momento; se leyó un telegrama de la junta católica de Vizcaya saludando y comunicando la bendición del Papa, «empeñando la palabra con todos los católicos de España de no ceder en la campaña hasta derribar al Gobierno perseguidor del Papa»

Hay noticias de que el 23 de octubre de 1918 se celebró en la ermita a las 11:00 horas una misa cantada, rezándose a las 15:00 el Rosario, letanías y Salve.

En 1920, el Noticiero Gaditano describió una jornada «espléndida, primaveral, el ambiente todo respiraba luz, alegría, ansias de esparcimiento y de vivir […] que hizo rememorar tiempos pasados, en que el de hoy era día clásico, genuinamente gaditano. la tradicional romería al Cerro de los Mártires, que desde primeras horas de la mañana se vio muy concurrido por familias de San Fernando y de Cádiz que pasaron el día allí, disfrutando de la agradable temperatura y de lo bello del panorama»

En 1927, la celebración pasaba por un momento de desgaste. El mal estado de la ermita provocó que incluso llegara a suspenderse la tradicional misa en el Cerro. Así describía el Noticiero Gaditano lo que había sido y lo que quedaba en ese momento de la romería:

«Desde bien temprano llegaban las familias al ‘Cerro’, donde al dar las doce de la mañana, tenía lugar la Misa de rigor. Después de celebrada ella, empezaba el ‘jolgorio’, al poner en tinieblas el espacio, los espirales de humo que salían de las improvisadas cocinas. Más tarde, cuando el vino corría a placer, el rasgueo de una guitarra, el repiqueteo de unas castañuelas, y el aire de unas ‘bulerías’ y ‘malagueñas’, hacían que el resto del día se deslizara e un ambiente saturado de la más franca alegría. También las notas alegres de un organillo, juntas con las que el aire lanzaba la música del pueblo, hacían entregar a Terpsícore al elemento joven, por lo que el Cerro de los Mártires, en este día, presentaba un aspecto verdaderamente simpático. Al llegar la tarde, siempre había que lamentar algún incidente, pues el exceso con que llegaba a correr el vino, hacía surgir las correspondientes reyertas, cuyos protagonistas tenían como mayor castigo, el dormir la noche en el ‘calabocillo’. Hoy, de todo esto, solo queda el recuerdo. Las familias encuentran ahora más expansiones y alicientes en los parajes de los ventorrillos y sitios donde no sea el Cerro. Años hace, que este lugar no presenta en este día, la grandiosidad a que nos tenía acostumbrados. Por el estado ruinoso de la capillita, hubo de suspenderse el año pasado hasta la Misa que en ella tenía lugar, y que desgraciadamente era la única nota que quedaba del tradicional ‘Día del Cerro’. Restaurada la capilla, volverá a abrir nuevamente sus puertas a los fieles, y quiéralo Dios que esta remembranza que refleja aquellos días de romería al Cerro de los Mártires, vuelva a tener vida, en honor a esta antigua tradición, desde la próxima festividad de los Patronos gaditanos…»

En efecto, la ermita fue restaurada. Una carta del Obispo Marcial López y Criado publicada en este mismo diario el 4 de julio de 1930 solicitaba limosnas a los diocesanos. Pese a haberse llevado a cabo una restauración casi total del templo, continuaban sufriendo desperfectos tanto la planta como la sacristía y el pilar conmemorativo que sustituyó al levantado por el padre Ramón Jiménez hacia 1830. Las aportaciones de los cañaíllas eran recogidas por Manuel D. Sutil en la calle Lope de Vega, 10.

Así las cosas, parece que la cita anual experimentó pronto su revitalización, ya que ese mismo año hubo misa cantada oficiada por el padre Santiago Franzón, sermón a cargo del padre Velázquez, rezo del Rosario y hasta el himno popular de los Santos Mártires entonado por escolares de la localidad. Se habilitó además un servicio de transporte a precio reducido desde Cádiz, Chiclana y la Plaza de la Iglesia a 0,50 pesetas.

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