Las fiestas de San Juan en La Casería durante el primer cuarto del siglo XX

22 junio, 2017

por Alejandro Díaz Pinto

La celebración llegó a gozar de más o menos repercusión dependiendo de la época y, como hoy, los saltos cualitativos en su organización fueron motivo de queja.

La Casería. Uno de los rincones más pintorescos de La Isla por su cercanía con el mar; por la idiosincrasia popular de sus vecinos y características construcciones; por el San Juan que custodia su iglesia y que cada año anuncia la llegada de las vacaciones mediante festejos a él dedicados. Estos fastos no son, sin embargo, exclusivos de este barrio de San Fernando; la festividad de San Juan Bautista está marcada con fuego -nunca mejor dicho- en el calendario cristiano y procede, a su vez, de fiestas paganas relacionadas con el culto al sol y la llegada del solsticio de verano. De ahí la presencia ineludible del fuego a través de hogueras y cohetes que en Andalucía cobran especial importancia junto a la quema de muñecos creados para la ocasión, los entrañables «juanillos».

Su celebración en La Isla es inherente, eso sí, a la zona de La Casería. Si a lo largo del siglo XIX se fue configurando el trazado del barrio actual a la sombra de la antigua casería de don Luis de Ossio y Salazar de la que, además, tomó prestado su nombre, ya en la primera década del XX aparecen en prensa las primeras referencias a la «verbena», «festejos» o «fiestas» que desde la víspera de San Juan se celebraban en él. Estos recortes los tildan además de ‘tradicionales’ pese a tratarse de una barriada relativamente joven, por lo que puede ubicarse allí su nacimiento aunque algunos autores locales, como José Carlos Fernández, recuerden otros puntos de la ciudad «con solera en este asunto». Tal es el caso del tramo de la calle Calatrava a partir de Méndez Núñez, donde hacia los años 20 «toda La Isla se daba cita para participar en el jolgorio y la diversión que en ella se originaba con motivo de los festejos de San Juan».

Una de las reseñas más antiguas a las que hemos tenido acceso data de 1905. De ella se deduce una gran concurrencia, la quema de los «muñecones» Juan y Juana y de fuegos artificiales. Parece que la feria abarcaba desde la víspera de San Juan a la festividad de San Pedro y que ambos días se disfrutaba de estos fuegos. El barrio se ambientaba entonces con iluminación «a la veneciana» y música hasta las 23:00 horas. Un año después, llegaron a instalarse hasta 177 lámparas eléctricas formando arcos en combinación con hiedra y otros ramajes entre la hacienda de López y la plaza de San Juan. Hubo tiovivo, puestos de turrón y otras atracciones, además de «el clásico matrimonio de Juanes dispuestos con caras resignadas a sufrir el martirio del fuego». La música corrió por cuenta de la banda municipal y los tranvías funcionaron nada menos que hasta las 02:00 de la madrugada. Muchos de los visitantes habían venido expresamente de la capital.

Una década más tarde, en 1917, sonaron en prensa las «fiestas de San Juan y San Pedro». Ambos fueron quemados «con sus correspondientes compañeras». Se sumaron al programa carreras de cintas a caballo y en bicicleta, de burro y en saco, y se organizó una batalla de flores. Sonó la banda de música «Artística Isleña». El vecino Mauricio Garcet presidió aquel año la comisión organizadora.

Con todo, parece que la fiesta fue decayendo ya que en 1928 el Ayuntamiento concedió una pequeña cantidad de 315 pesetas «para que puedan celebrarse algunos festejos en la Casería de Ossio». Atrás quedaban esos tiempos en los que por suscripción popular se mantenía el alumbrado durante varias jornadas más tras la finalización del programa. Aunque la implicación municipal continuó en años sucesivos a través la comisión de Fiestas, «con premios donados por el Ayuntamiento e industrial señor Vela», esta reseña de 1928 refleja de manera muy descriptiva lo que eran y habían sido las fiestas de San Juan:

Las próximas festividades de San Juan y San Pedro

   «Siempre vienen estas fechas a evocarnos las clásicas y tradicionales fiestas que desde la festividad de San Juan a la de San Pedro, se celebraban en la Casería de Ossio.

   Todo San Fernando, puede muy bien decirse, se trasladaba a este pintoresco barrio, en donde la alegría era la principal característica de las típicas fiestas.

   El programa de festejos era de lo más atrayente. Frente a la capillita se instalaban numerosos «feriantes» y allí en esa misma placita la «música del pueblo» daba diariamente un concierto, por lo general todo él, a base de añejos pasodobles toreros.

   En las vísperas de las festividades de San Juan y San Pedro se quemaban los tradicionales muñecos de trapos, siendo estos festejos, aun con su sencillez, los que más distraían a chicos y a grandes.

   También se celebraban numerosas vistas de fuegos artificiales, carreras de cintas en bicicletas y hasta había de instalarse un cinematógrafo público para que saciaran sus «apetitos» los aficionados al arte de Valentino.

   Puntos importantes del programa eran las imprescindibles cucañas y las no menos apetecibles carreras en sacos, «números», ambos, que provocaban siempre la hilaridad de todos los concurrentes.

   Alguna que otra noche se colgaban farolillos por las calles más céntricas de la Casería, viéndose en esas noches a las mujeres ataviadas con el mantón de bordados, detalle que saturaba el ambiente, de por sí risueño, de una alegría propiamente verbenera.

   Año por año, han ido decayendo estas fiestas, hasta esfumarse por completo. Hoy las festividades de San Juan y de San Pedro suelen deslizarse sin pena ni gloria en la popular barriada isleña. Pero ello no es óbice para que de los puntos de la pluma brote el obligado comentario como fiel remembranza de aquellos días en que la Casería de Ossio se vestía con sus mejores galas para recibir la «ritual» visita de «los suyos».»

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