Las Columnas de Hércules según la revista ‘Alrededor del Mundo’ (1922)

28 abril, 2017

en Alrededor del Mundo nº 1211 [02/09/1922]

localizado y transcrito por Alejandro Díaz Pinto [30/04/2017]

CÓMO ERAN LAS COLUMNAS DE HÉRCULES

 Las columnas do Hércules no sólo han existido como fábula mitológica. Realmente está probado que en la antigüedad, como señales a manera de semáforos o faros, se habían colocado en promontorios del Estrecho, que parecían islas a cierta distancia, columnas descritas en diferentes épocas por los latinos-visigodos, por los normandos y los árabes, quienes aseguran que dichas columnas tenían sobrepuestas estatuas.

 La circunstancia de ser más de una se halla testificada en el siglo X de nuestra Era por el escritor bagdadita Masudi, quien nos ha dejado la memoria de ser varios tales faros compuestos de estatua y columna de cobre y de piedra. Estaban las columnas cubiertas de caracteres de escritura antigua, y las estatuas parecían decir con su actitud: «No hay camino ni vía detrás de nosotros para los que quieran ir por el Océano».

 Una de ellas es, sin duda, la mencionada por los autores que tratan de la entrada en España de Tarie Ben Zeyyad, en la cual estatua creyó ver el valeroso caudillo cierto ademán hostil a su paso por el Estrecho. Imaginó también el normando Olaf, según la Saga de su nombre en su expedición del año 990, que el ídolo le ordenó no pasar el Estrecho, presentándosele en sueños y prediciéndole que estaba llamado a altos destinos.

 Otro escritor de una obra árabe, conservada en la biblioteca de El Escorial entro las que no catalogó Casiri, especifica que las estatuas eran tres, con inscripciones distintas en todas ellas, así como sus actitudes.

 De la última demolición de tales faros, en la época de la ruina de los almorávides, informan muchísimos escritores musulmanes, siendo uno de los más antiguos que consignan este particular el insigne filósofo Averroes, contemporáneo del suceso, el cual, en su «Comentario Magno de las obras da Aristóteles», en la parte correspondiente al libro «Sobre el cielo», puntualiza pormenores muy interesantes. Ni seguramente fueron estos los únicos faros establecidos para guiar a los navegantes por los romanos y los pueblos que les sucedieron en la dominación de España y África, conmemorándose el de la costa de Galicia hacia La Coruña, o torre Este (Augusto), la cual tenía una estatua que los autores árabes, entre ellos Aben-Adhari, llamaban ídolo, y otro en una de las Canarias, probablemente la isla de Hierro, cuyo avance occidental indujo quizá a los bizantinos, o a los árabes en la Edad Media, a tomar allí el primer meridiano.

 Las columnas y estatuas del Estrecho posteriores a Estrabón, que florecieron en tiempo del emperador Tiberio (puesto que dice que no existían al describir el Estrecho), a tenor del autor árabe Cazuini, subsistieron hasta el año 1145 en que fueron derribadas de orden del antiguo almirante de los almorávides, sublevado contra éstos y nombrado rey en Cádiz, Alí Ben Isa Aben Maimun, para ver si eran de oro macizo como se suponía. So comprobó entonces que era sólo dorada, y dicen que su venta produjo 12.000 dinares.

 Constaba el monumento, según el texto en cuestión, de pilares de piedra sobrepuestos, formando como una torre levantada en la costa. Cada pilar tenía 15 codos de circunferencia y 10 de altura. El conjunto, que media más de 60 codos de alto, estaba sólidamente ligado por barras de hierro combadas. Sobre dicha torre, que no tenía ninguna puerta ni cámara interior, se levantaba una estatua de bronce de altura de 6 codos, representando a un hombre barbudo, con manto ceñido que descendía hasta los pies, y con una llave en la mano derecha. Dicha llave, según el mismo autor, se desprendió de la estatua el año 400 de la hégira (1010 de J. C.), y llevada a Ceuta se comprobó que pesaba tres libras, siendo sustituida por un bastón o maza, en la persuasión de que el personaje representado era Hércules.

Cabecera correspondiente al número que incluye este artículo.

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Alrededor del Mundo, una revista turística y de viajes [Fuente: Biblioteca Nacional de España]

Esta revista ilustrada fue fundada por Manuel Alhama Montes, que utilizó el pseudónimo de ‘Wanderer’. Tuvo una periodicidad semanal y se publicó desde 1899 a 1930, gozando de una gran popularidad por su carácter costumbrista. Trataba temas de contenido general, pero se ocupó también de temas artísticos, curiosidades, así como la realización de reportajes sobre lugares, pueblos, tradiciones, expediciones, aventuras, etc. También se hacía eco, con carácter divulgativo, de las novedades científico-técnicas de la época, aunque este apartado fue criticado por algunos contemporáneos.

Según avanzan los años en la vida de la publicación, se van incorporando mejoras tanto en el diseño gráfico como en su tipografía y, aparte de las tradicionales ilustraciones, comienza a incluir también fotografías.

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