por Alejandro Díaz Pinto

Ldo. en Periodismo y Máster en Patrimonio Histórico-Arqueológico

La investigadora recogerá el 5 de octubre el premio Vicent Caselles otorgado por la Real Sociedad Matemática Española y la Fundación BBVA.

Mucho ha llovido desde que Marina Murillo obtuvo el mejor expediente universitario a nivel nacional. La matemática isleña, hoy Ayudante Doctor en la Universitat Jaume I de Castelló de la Plana, protagonizó entonces noticias en prensa escrita, radio y televisión que, sin embargo, solo fueron el arranque de una prometedora carrera llena de reconocimientos sobre la que ahora, durante sus vacaciones, reflexiona para Patrimonio La Isla.

Y es que no hay mayor patrimonio que el humano, aquel que con esfuerzo extrae como resultado lo que un día se considerará ‘Historia’ y donde la ciencia teórica tiene mucho que decir. Es el plano donde se mueve Marina, quien el próximo 5 de octubre recogerá el premio de investigación Vicent Caselles. Un reconocimiento de excelencia otorgado por la Real Sociedad Matemática Española y la Fundación BBVA a los seis mejores matemáticos de España con menos de 30 años.

Explica la isleña que «el comité valora la trayectoria profesional completa del beneficiario y el impacto cualitativo de sus investigaciones». Un trabajo que, aunque centrado fundamentalmente en análisis funcionales —esto es, matemática estrictamente teórica—, también la ha llevado a intervenir en proyectos de matemática aplicada como el comportamiento caótico en modelos de ecuaciones que describen el tráfico, o el estudio de las comunicaciones móviles.

Su principal línea de investigación es, precisamente, el estudio del caos en sistemas dinámicos; parámetros básicos para su aplicación en posteriores estudios porque «aunque a veces no reparemos en ello, todo se sustenta sobre unos cimientos puramente teóricos».

«Mentiría si niego el esfuerzo, pero en mi vida hay tiempo para todo»

Era una de las preguntas más recurridas por los periodistas cuando sorprendió con aquel 9,93 de media al terminar la carrera en la Universidad de Cádiz, pero pese a todos sus logros compatibiliza con normalidad la investigación con la docencia sin dejar de lado familia y amigos ni renunciar cada verano a sus vacaciones en Conil de la Frontera.

A partir de aquello, todo fue en ascenso. Fruto de esta calificación —la mejor no solo en su rama, sino de todos los licenciados españoles de 2010— obtuvo una beca de La Caixa para cursar el Màster Universitari en Investigació Matemàtica circunscrito en el programa INVESMAT de la Universitat Politècnica de València.

Un año más tarde inició el Doctorado dentro del área de Análisis Funcional. Dos antes de finalizarlo, en 2013, obtuvo el primer Premio Nacional a la Excelencia en el rendimiento académico universitario. También durante la fase doctoral vivió dos estancias en el extranjero. La primera en 2013, en la Université de Mons de Bélgica, y la segunda en 2014, en la italiana Universià del Salento como parte de la ‘bourse de sejour à l’etranger’ para investigación promovida por la Societat Catalana de Matemàtiques y la Fundació Ferran Sunyer i Balaguer. Destaca lo mucho que le aportaron ambas experiencias pero, eso sí, siempre con billete de vuelta: «me gusta irme por períodos cortos, con la posibilidad de volver a mi tierra y no por obligación, tesitura en la que se han visto muchos compañeros porque en España no se valora la investigación».

Ya como doctora accedió a un programa posdoctoral ‘Severo Ochoa’ para trasladarse a Bilbao, concretamente al Basque Center for Applied Mathematics (BCAM). Mientras ejercía en este centro, entre los más prestigiosos de su naturaleza en España junto al ICMAT de Madrid y al CRM de Barcelona, se adentró en una nueva línea de investigación teórica junto al profesor Carlos Lizama, quien en su momento formó parte del tribunal que evaluó la Tesis Doctoral de Marina dirigida por Alfred Peris Manguillot. Fruto de este nueva experiencia investigadora, centrada en ecuaciones diferenciales fraccionarias —la existencia de soluciones a dichas ecuaciones y su regularidad máxima— vivió su tercera experiencia en el extranjero, en este caso, en la Universidad de Santiago de Chile. En este sentido reconoce que «nunca dejas de formarte, cada paso nuevo que das en el ámbito matemático es, en cierto modo, volver a empezar».

Aunque se trataba de un contrato de dos años prorrogables solo permaneció nueve meses en el BCAM. Pronto recibió la noticia más ilusionante que cabía esperar; la obtención de una plaza de Ayudante Doctor en la Università Jaume I de Castelló de la Plana que disfruta desde septiembre de 2016. «Lamenté dejar a mis compañeros de Bilbao, gente muy cercana pese a su gran nivel, siempre dispuesta a ayudarte y enseñarte», indica, pero la posibilidad de volver a una tierra que ya conocía con la estabilidad de su nuevo puesto ganaron la partida, y el Premio Vicente Caselles ha supuesto el colofón a uno de los mejores años de su vida.

Allí, en la Jauma I, forma parte del Institut Universitari de Matemàtiques i Aplicacions de Castelló (IMAC). Compatibiliza investigación y docencia en diferentes proporciones, según la época del año. Esto es muy importante para Marina, pues «si me bloqueo mientras estoy investigando, las clases son para mí una válvula de escape», explica. Su siguiente paso en la escala universitaria sería la plaza de Contratado Doctor, para la que ya ha reunido, por cierto, todos los puntos de la correspondiente acreditación ANECA. Su mayor aspiración, la de Profesora Titular, trabajo que le aportaría la estabilidad definitiva y quizás, con el tiempo, la Cátedra. «De momento estoy con mi plaza como si me hubiese tocado el Gordo», confiesa más que satisfecha.