Vida dentro de la ciudad

26 agosto, 2017

por Antonio Carlos Baños Martínez

Técnico en Gestión Medioambiental

Es indiscutible que todos los seres vivos suponen un impacto para el medio de cara a la expansión o reducción de otras especies, ya sean vegetales o animales. Hay varios ejemplos, como es el caso de las abejas o las mariposas y la polinización, la presencia de ungulados como efecto favorecedor de la limpieza de bosques y praderías, la presencia de grandes carnívoros en el control, precisamente de los herbívoros, la transformación del medio ribereño que ejecutan los castores, o la llegada de una especie nueva, sin competencia posible, que pronto se convierte en invasora.

Todos más o menos, a su escala posible, suponen un eslabón más en la cadena que es la vida. Sin embargo, tan solo un ser ha sido capaz de transformar a un planeta entero, y en muchas ocasiones para mal. Aunque hay que decirlo, también ha tenido un efecto creador de vida, con una serie de especies afines que le siguen (en multitud de ocasiones a su pesar) y que sin la presencia humana directamente desaparecerían. Son animales o plantas que se han afincado en medios urbanos, ya sean pueblos o ciudades, y que se benefician de nuestros restos. Sería el caso de una serie de especies que se amparan en la sombra de la civilización, como ocurre por ejemplo con los gorriones comunes, pequeños paseriformes que verían como su población se reduciría en un amplio porcentaje en caso de que el ser humano desapareciera del planeta en que vivimos.

Grupo de gorriones en el Parque del Barrero.

Grupo de gorriones en el Parque del Barrero.

Paradójicamente, las ciudades se han convertido en un oasis para muchas aves que se han adaptado al medio antrópico, y que residen únicamente en parques y edificios urbanos. En la cima de la pirámide trófica podemos encontrar a las aves rapaces. Sería el caso de la lechuza, que se encuentra en San Fernando en algunas casas salineras o molinos abandonados, así como dentro de la propia ciudad, en los parques y zonas ajardinadas, como puede ocurrir en el triángulo existente entre el Observatorio y los parques del Barrero y Almirante Laulhé. También en la zona de los cuarteles de San Carlos se pueden encontrar dichas aves nocturnas, además de la presencia, en ciertas épocas, del cárabo.

La lechuza es el ave nocturna más urbana.

La lechuza es el ave nocturna más urbana.

En el mundo de las rapaces diurnas, el cernícalo primilla es la más abundante, y creo que prácticamente no hay barrio que no tenga algún ejemplar de especie por otro lado bastante fácil de observar en los atardeceres, como ocurre en la Ronda del Estero.

No obstante, el ave más llamativa y espectacular de cualquier ciudad es la cigüeña blanca, que adorna con sus nidadas los campanarios de cualquier iglesia. Antaño escasa, ha visto aumentada y sedentarizada su población a causa de la cantidad de vertederos cercanos donde puede encontrar alimento fácilmente durante todo el año.

Ejemplar de cernícalo, rapaz muy vinculada al medio urbano.

Ejemplar de cernícalo, rapaz muy vinculada al medio urbano.

Sin embargo, si uno echa la vista atrás, a décadas anteriores, podrá darse cuenta de que hay en el listado de aves urbanas dos nuevas adquisiciones para San Fernando. La primera es la tórtola turca, quien comparte nicho con la paloma doméstica (nunca confundir con la bravía, aunque es similar de aspecto y ancestro de la misma); mientras una empezó a entrar en los años ochenta por Cataluña, se empezó a ver por La Isla allá por finales noventa, y aunque muchos la consideren especie invasora, lo cierto es que su expansión fue de origen natural. La otra es junto con los gorriones, la especie más asociada al ser humano, y ambos dependen absolutamente de nuestra existencia para sobrevivir. La segunda nueva ave que ha colonizado las zonas arboladas de nuestra localidad son las urracas, que se han venido propagando a lo largo de esta década, y que pueden considerarse el primer córvido que habita en nuestra ciudad. Aunque en nuestras latitudes suene novedoso, la presencia de este tipo de aves suele ser común en parques y arbolados, incluso de áreas metropolitanas como París, donde se pueden observar cuervos. Aunque comunes en otras ciudades del entorno, San Fernando aún no se ha visto afectada por la presencia, esta sí, de una especie invasora que al parecer está dando quebradero de cabeza a las autoridades, como son las distintas clase de cotorras, la argentina y la de Krammer, que tienen preferencia por anidar en las palmeras datileras.

Otras aves fáciles de observar en los parques y bordes urbanos en cierta época son las abubillas, de espectacular plumaje y de aspecto exótico, aunque es propia, y común, de la fauna europea. Para terminar con las grandes aves, y aunque no suele formar en teoría parte del ecosistema urbano, lo cierto es que las gaviotas de distintas clases, y en especial las patiamarillas en nuestra ciudad, como oportunistas que son, suelen frecuentar la misma en busca de los abundantes residuos comestibles que los humanos vamos dejando, dando lugar a una competencia directa y bastante agresiva hacia las palomas domésticas. Aunque realmente, se adentran bastante en tierra firme cuando hay temporales, pues como suele decir el refranero gallego: Gaivota á terra, mariñeiros á m

Como suele suceder en cualquier ecosistema, la avifauna tiene una importante representación de paseriformes, destacando una vez más a los conocidos gorriones comunes, presentes todo el año, y a los mirlos comunes, cada vez menos temerosos de la presencia humana. Luego, por estaciones, encontramos una serie de aves bastante frecuentes en nuestra ciudad a poco que uno observe. En invierno, destaca la presencia de la bella lavandera blanca, siempre de forma individual, y discreta, aunque muy fácil de observar, todo lo contrario que los estorninos, de carácter gregario y que suelen formar grandes bandadas. Aunque en este último caso también nidifican, en menor cantidad, en la Bahía en verano. La nota de color la ponen los bellos fringílidos: el lúgano, ave norteña parecida a un canario, y que inverna en la zona; sedentarios son los verdecillos, de aspecto semejante a la anterior, los verderones, parecidos a un gorrión, pero de color verde, y el archiconocido jilguero, que si bien es más abundante en las campiñas, tampoco hace asco a la vida de ciudad.

Ejemplar de jilguero, el fringílido más común.

Ejemplar de jilguero, el fringílido más común.

No obstante, los reyes del verano son los apodiformes y los hirundínidos, es decir, los vencejos (los primeros), los aviones y las golondrinas (los segundos). De distintas clases en los tres casos, pasan más de la mitad de su vida en vuelo, realizando espectaculares acrobacias y alegrando los cielos primaverales y veraniegos. Para terminar el listado de la avifauna urbana isleña, debo incluir dos casos, que si bien no forman parte del ecosistema antrópico, sí que he podido observarlas en distintos casos. El primero es el de la perdiz roja, que se puede encontrar y dejarse ver en los bordes urbanos, en especial en la zona de Camposoto, en torno a los terrenos vallados del cuartel de Tierra, y en el otro extremo, en la Población Naval de San Carlos, en las cercanías de otras dependencias militares, cercanas a las marismas y a ciertos solares abandonados, como pudiera suceder en los alrededores de la Junta de Deportes, en fines de semana y cuando no hay el trasiego de personas y vehículos comunes de los días laborables. El segundo caso es el de ciertas aves exóticas que se han escapado y que, al igual que las cotorras, pueden llegar a adaptarse al lugar. Hace ya años, cuando tenía una serie de canarios y/o jilgueros, muchas veces se ‘colaba’ en mi terraza un diamante mandarín, quien al parecer encontraba comida fácil en los restos que los míos tiraban hacia fuera de sus jaulas.

Como hemos visto, si observamos bien a lo largo de nuestra vida, las ciudades cambian, y San Fernando no es menos. Pero no solo cambian los edificios y las personas que aquí habitan; la misma fauna también varía. En los años noventa, paradójicamente, la variedad era más escasa que actualmente. Por aquel entonces era imposible observar urracas o tórtolas, hoy abundantes. Otras, tienden a disminuir o a desaparecer, como ocurre en el apartado de los reptiles, grandes perjudicados de la intensa urbanización sufrida con la burbuja inmobiliaria; camaleones y lagartijas se antojan mucho más escasos, cuando no desaparecidos, en muchos barrios. Solo el ser humano ha sido capaz de crear un ecosistema en el que sobre todo las aves se ven beneficiadas de su influencia y, paradójicamente, si fuéramos nosotros los que nos extinguiéramos, muchas de ellas verían mermada significativamente su población.

Camaleón en el Jardín Botánico de San Fernando.

Camaleón en el Jardín Botánico de San Fernando.

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