Técnicas indianas para una imagen devocional cristiana

12 marzo, 2017

por Alejandro Díaz Pinto

La especialista Carmen Arias Guerrero profundizó en la singularidad del Cristo de la Vera Cruz de Chiclana. Se trata de un crucificado posiblemente realizado en las colonias del ‘Nuevo Mundo’ entre los siglos XVI y XVII al que por primera vez se le practica un estudio radiográfico.

Grandes dimensiones pero a la vez muy ligeras -y devotas- son las principales características de un tipo de imágenes religiosas realizadas en el antiguo Virreinato de Nueva España al otro lado del Atlántico, como puso de relieve la restauradora Carmen Arias durante la primera cita organizada por esta entidad dentro de su Ciclo Cultural de Cuaresma. En concreto son cinco los simulacros novohispanos documentados en Chiclana -algunos de ellos desaparecidos- entre los que destaca el Cristo de la Vera Cruz, «una imagen realizada en pasta de caña que pese a las vicisitudes ha llegado hasta nuestros días en buen estado de conservación», indicó durante la ponencia.

El acto comenzó con una breve introducción histórica sobre el culto a la Santa Cruz que además es el germen de las cofradías de penitencia más antiguas como ocurre en San Fernando o Puerto Real. Pero entre los valores de una imagen, se aventuró a explicar Arias, no solo destaca el devocional; también el histórico y el artístico que «es en lo que nos vamos a centrar -aclaró- para tratar de resolver las dudas en torno a su procedencia».

Arias abordó el proceso de elaboración de la ‘pasta de caña’ de cara a un soporte que «puede realizarse mediante el molido de la médula, o bien, remojando atados de cañas en jugo de determinadas especies vegetales». Esta pasta se coloca posteriormente un armazón reforzado a su vez con materiales como tela o corcho. «La última capa es la que más se asemeja a las técnicas convencionales al aplicar estuco y, finalmente, policromía», advirtió. Un método que llamó la atención de los españoles llegados al Nuevo Mundo por la facilidad con la que los indígenas transportaban a sus ídolos y que pronto asimilaron en un proceso de sincretismo donde el material jugaba una baza muy importante. «El maíz no solo era un elemento ligero, también entrañaba un simbolismo relacionado con su fuente principal de alimento», aclaró. El Cristo de Chiclana se circunscribe por sus características en esta corriente, pues sus más de 1,80 metros de estatura no le impide pesar solo 29 kg, y, a tenor de la información recopilada, está en efecto realizado en pasta de caña, tela y papel encolado y corcho. Únicamente las falanges de ambas manos son talla en madera.

Fue, llegados a este punto, cuando la restauradora comenzó a cotejar dichos datos con la poca documentación existente sobre la imagen protagonista, la cual, «según el Marqués de Santa Cruz de Inguazo (1857) fue traída de Veracruz por Pedro López Pacheco y colocado en una ermita que ya existía en 1515». Claro que la ausencia de referencias coloca en cuarentena dicha información hasta la aparición de fuentes primarias.

La ermita del Cristo de la Vera Cruz de Chiclana se llenó durante la conferencia.

La ermita del Cristo de la Vera Cruz de Chiclana se llenó durante la conferencia.

Restauraciones y estado actual

No solo sus orígenes. El largo historial de intervenciones a la imagen también fue un punto a tratar dada la extrema sensibilidad de sus materiales. Así, tras una importante mojada en los años setenta el Cristo fue «consolidado» por el tallista Manuel Guzmán Bejarano recubriéndolo de escayola y con nuevos detalles como el sudario, la barba e incluso el pelo, que pasó a estar tallado. Pese a su «dureza», «no debemos demonizar esta intervención porque la restauración, como práctica profesional, estaba poco avanzada y porque gracias a ella pudo conservarse la imagen», aclaró Arias.

La misma sería devuelta a su estado primitivo tras la exhaustiva -ahora sí- restauración que I. Navarrete le practicó en 1996 retirando las capas de escayola y otros elementos empleados por Guzmán como tela de arpillera e incluso parte de un cajón de fruta. Fue entonces cuando «este restaurador se convirtió en el único hasta el momento en apreciar la caña doblada siguiendo la anatomía en el interior de la imagen».

Si bien es cierto que mediante procedimientos inexistentes en aquel momento, Carmen Arias -quien a raíz de intervenir de urgencia otra imagen de la capilla entró en contacto con la cofradía- ha podido corroborar lo que Navarrete apuntó en su día, la caña de la que está hecha la imagen y su carácter virreinal. Estudios preliminares de papel artesanal y fibra de trapos extraídos de algunas oquedades están pendientes de análisis en México. A través de las radiografías también pudieron observarse diversos objetos metálicos que en unos casos son necesarios a modo de sujeción, pero en otros existe riesgo de oxidación y, por tanto, afectar a la estructura. Es lo que ocurre concretamente en el brazo derecho. Aunque el estado general es aceptable, la especialista recordó que al hablar de imágenes tan frágiles no es descabellado pensar en una futura réplica procesional.

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