El recuerdo de mi padre es PATRIMONIO de mi hijo

26 septiembre, 2017

por Miguel Ángel López Moreno

Ldo. en Química e Investigador histórico

Cuando nació Álvaro, entendí que el recuerdo de los mayores es el valioso patrimonio de mis hijos. Por eso llegué a tiempo para hablar con mis dos abuelas. Eran muy mayores ya, pero conservaban sus recuerdos intactos.

«Abuela, cuando eras una niña, ¿qué te contaba tu abuela de sus abuelos?»

Recordaban con más claridad conforme iban entendiendo mi interés… y ambas me dibujaron las líneas maestras de una España de principios del siglo XX, pobre, sumisa y profundamente inculta. Hasta que llegaban a la Guerra Civil y Franco. En ese punto comenzaban los susurros y las evasivas. Hoy lamento no haber entendido en ese momento qué les pasaba…

Pero, al menos, tuve la precaución de escucharlas antes de morir, y tengo su memoria para mis hijos. El recuerdo no es arquitectura, ni pintura, ni literatura, ni cualquier otra manifestación intangible del constructo cultural humano… no es nada de eso; la memoria viva, llena de matices, colores y recreaciones personales, se suma al dato documental para reconstruir la Memoria Histórica reciente y enraizarnos en ella…

… es verdad, con la Guerra Civil y Franco comenzaban los susurros y las evasivas de mis abuelas. En España —ese país inconcluso y sin rematar históricamente— nos falta la memoria de la generación exterminada por la sublevación militar y fascista de julio de 1936. No solo eliminaron físicamente a republicanos y masones, además castraron emocionalmente a sus familias y robaron a los hijos la memoria de sus padres. Hoy, algunos descendientes con suerte, podrían tener los huesos de sus abuelos, pero no su memoria. La sublevación militar la eliminó.

Paco supo que a su padre lo asesinaron contra la tapia del cementerio de San Fernando porque lo leyó en un libro —Trigo tronzado, de Pepe Casado Montado—. Un libro que, para colmo, estuvo secuestrado y prohibido en esta ciudad de San Fernando (Cádiz).

Hasta hace unos meses, Mame no sabía que dos hermanos de su abuelo fueron asesinados durante la represión franquista. No solo los mataron contra la tapia del cementerio, además, convencieron a la familia de que era merecido.

La familia de Lupe se dividió en dos ramas antagónicas; por un lado los que se avergonzaban de tener rojos represaliados y, sobre todo, de tener a una de sus mujeres violada por un criminal fascista; y, por otro lado, los que sintieron en su propia piel la represión de ese régimen criminal. Y lo mismo pasó con la familia de Manuel, que hoy día siguen sin hablarse los que perdieron a sus abuelos y tíos y los que dijeron que algo habrían hecho para merecerlo…

Y en todos los casos, los protagonistas más cercanos al crimen, llegan a los mismos susurros y evasivas cuando la conversación alcanza a los muertos sin memoria. El mismo miedo a recordar el crimen. Idéntico afán por olvidar el Patrimonio de la Memoria —pasar página, mirar al futuro, aquello ya pasó…—. En San Fernando, y en todas partes, hubo un intento meticuloso de extirpar la memoria de los muertos republicanos y, a pesar de todo, hoy, en San Fernando, gracias al empuje de familiares y mucha gente, empezando por el Ateneo Republicano y finalizando por AMEDE (con la indispensable colaboración de Ayuntamiento, Diputación y Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía) se están sacando los restos retorcidos de hombres arrojados como animales en las fosas comunes del cementerio; recuperando su memoria y dignificando su recuerdo. Esos huesos de las fosas comunes de San Fernando son una pequeña esquirla del Patrimonio Histórico de España. Una muestra del genocidio social que ocurrió en esa Unidad de Destino en lo Universal que era el país de los fascistas de entonces. Los familiares vivos, tan víctimas como los muertos, merecen saber dónde están sus difuntos, para sacarlos, identificarlos y darles la sepultura digna que merecen.

Los huesos que estamos exhumando de las fosas comunes de La Isla, hablan. Ya no son susurros ni evasivas a media voz. Lo dicen absolutamente todo, y lo dicen a gritos. Esa Memoria Histórica, incrustada en los huesos y rebozada de cal y zahorra, es un valioso patrimonio de todos los isleños.

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