El problema del cementerio isleño en 1813

6 octubre, 2017

El Duende de los Cafées se hace eco de las quejas sobre la insalubridad del cementerio y una posible malversación de los fondos municipales destinados a dicha obra. Clara Ignacia de Madariaga, hija del I Marqués de Casa Alta y propietaria de los terrenos sobre los que empezó a construirse, se da por aludida y replica a través del mismo medio.

Primera Carta, 12/09/1813

Sr. Duende: ¿qué le parece a usted la salud pública? ¿Debemos todos mostrarnos pasivos hacia tan dulce objeto? ¿O estamos obligados a conservarla por cuantos medios sean imaginables? ¿No es la primera atribución de las facultades de los ayuntamientos en el artículo 321 de nuestra Constitución bienhechora, la policía de la salubridad y comodidad? Pues si esto es así, ¿cuál es la causa de que el cementerio de esta Isla de León no se halla trasladado a un sitio más distante del en que se haya? No habiendo más que unos 560 pasos, no es más que probable que todas estas miasmas vayan al pueblo, y que perjudiquen a su vecindario? Además los que van y vienen a Cádiz tienen que sufrir estos olores tan desagradables que muchas veces causan una enfermedad: no se diga que estando el cementerio hecho, costaría mucho su traslación a otro destino, pues no solo no tiene figura de tal, sino que sus tapias son tan débiles y bajas, que fácilmente las saltan los perros como ya se ha visto. Y, ¿no les sería más que fácil a dichos animalitos sacar algunas partículas de cualquiera de los cadáveres que hay medio sepultos en dicho cementerio?

Nada le digo a usted sobre la tripería y cabezas de los grandes pescados, ni de la basura que se recoge en todo el pueblo, pues toda, toda va a parar ¿a dónde le parecerá usted? A la salida de las casas; a unos cuarenta pasos; que esto unido con lo de arriba todo forma gran fetidez, que obliga a los habitantes inmediatos a tener sus casas cerradas, y a los transeúntes a echarse la mano a las narices hasta haber pasado por tan desagradables sitios.

Esto es en suma cuanto tengo que manifestarle, a fin de que inserte este aviso en su apreciable periódico, el que si logro se tome en consideración, podrá calmar las agitaciones de mi espíritu que se teme malas consecuencias de tal abandono. Queda de usted su servidor que besa su mano,

El Sepulturero.

Segunda carta, 28/09/1813

Sr. Editor: nunca yo le hubiera comunicado el artículo del sepulturero de la Isla de León inserto en su número 12, pues éste ha dado lugar a saber tanto, que si se lo digo, estoy firmemente persuadido no lo ha de creer. ¡Qué de excesos! ¡Cuántas torpezas y malversación de los caudales de los propios de parte de los que han ejercido los cargos de Capitulares! ¡Infeliz Isla! ¿Cuándo has de conocer tus verdaderos intereses? Sírvate de lección lo que te voy a manifestar, y no te separes un momento de lo que prescribe nuestra sagrada carta. Entremos en materia y dejemos preámbulos y digresiones, que no lo permite lo limitado del periódico; pues quiero referir a usted el encuentro que he tenido con un hombre muy de bien, y que por la narración que tuvo conmigo vine en conocimiento había desempeñado algún cargo como de Síndico o Regidor, y me dijo de este modo. ¿Cuántas varas dirá usted que están señaladas y acotadas para la construcción del Cementerio? Aquí fue mi sorpresa, pues no sabía lo que había de contestarle; él conociendo mi turbación, me repuso; pues sepa usted amigo, que son 100 las varas que están señaladas para dicha fábrica, y que cada una ha costado a la villa a razón de 8 reales de vellón, importando su total 800; a más por 1.632 varas que componen el camino que dirige desde el pueblo a dicho cementerio, éstas a 10 reales, su multiplicación es de 16.320, que unidas las dos partidas referidas, resultan a favor del ama del terreno, D.ª Clara Ignacia de Madariaga, la cantidad de 96.320 reales de vellón, aun cuando tengo entendido, no se le ha pagado a dicha señora más que 200 rs. a cuenta, por lo que se le restan 76.320 en igual moneda; pero esto no es lo que más le ha de pasmar. ¿Cuánto dirá usted que se lleva gastado poco más o menos en la obra donde nada hay hecho, pues ve que sus cimientos no pasan de la raíz de la tierra, y por otras solo abierta la zanja para su construcción? Confieso a usted, Sr. Duende, que no sabía, ni lo que me pasaba, ni si estaba en mi cabal sentido al oír a un hombre que me iba desembolsando asuntos verdaderamente nuevos para mí, y viéndome sin dar solución a su pregunta, me replicó: vaya no cavile vd. más, porque no lo ha de acertar, y sepa que son 1.150 reales poco más o menos los gastados: a lo que le repuse: pues en ese caso viene a tener de costa 135.000, que unidos a los 76.320 que se le restan a la dueña del terreno, su importe total son 211.320 reales de vellón Eso es cabalmente poco más o menos lo gastado; pero ya que hemos tomado el hilo sobre un asunto que estaba tan reservado si usted no lo hubiera sacado a relucir, le suplico tenga la bondad de dar conmigo esta tarde un paseo y le llevaré a que vea otro Cementerio que hay, y había antes de haber empezado la obra del otro, fuera de poblado, y perfectamente amurallado: con efecto, impaciente por llegar a dicho sitio, lo verificamos en ocasión de que estaba abierto: no se puede usted figurar lo bien que me pareció el lugar de su situación, y la admiración con que de nuevo me sentí avasallado, pues me dijo el amigo: infórmese usted bien de ese gran cuadro, pues éste solo, en la misma disposición que está, le costó al Presbítero D. Antonio Martínez poco más de 200 reales, con que coteje usted la notable diferencia, y sepa que aquí se enterraron unos 6 o 7 cadáveres, pues una intriga movida por la falsedad de una señora, y apoyada por el Ayuntamiento de aquel año, movieron al Consejo de Castilla a dar una resolución tan injusta, y que algún día le podrá ser muy perjudicial a estos habitantes si no se remedia la traslación del Cementerio: y diciendo esto se despidió de mí, dejándome encargado se lo comunicase a usted para que tuviese la bondad de ejecutarlo en uno de los primeros números de su periódico. Y yo cumpliendo con su mandato, me tomo la libertad de suplicarle así lo haga, a lo que le quedará obligado su afectísimo,

El Sepulturero.

Tercera carta, 04/10/1813

Señor Editor del Duende de los Cafées: tenga usted la bondad de publicar en su apreciable periódico las siguientes reflexiones, para que sirvan de contestación al artículo comunicado por el Sepulturero, inserto en este periódico el martes 28 del corriente, en la parte que dice o puede decir relación conmigo.

El Sepulturero se sorprende, se pasma de saber que para construir el cementerio rural de la Isla de León se mandaron acotar diez mil varas cuadradas de terreno, o lo que es lo mismo un cuadro de cien varas, y de que se hubiesen tasado a ocho reales de vellón cada una. A lo primero no contesto, porque no es de mi inspección; pero a lo segundo no puedo menos de hacerlo.

Cuando se señaló el sitio de dicho cementerio por los años de 800 u 801, me hallaba yo en Madrid, y a la primera noticia que tuve, recurrí al gobernador del extinguido Consejo de Castilla con una fuerte representación, exponiendo los inconvenientes y perjuicios que a mi entender podía ocasionar al pueblo la construcción del cementerio en el paraje señalado, y los gravísimos irreparables daños que a mí me seguían, inutilizándome una posesión cercada y valuada en sesenta y tantos mil pesos. En efecto, mis temores se verificaron; pues D. Fermín Ortega o sus herederos que la tenían arrendada para pastos, despidieron el arrendamiento, y yo dejé de percibir cuatro mil reales mensuales que me producía, sin que después se haya presentado nadie a solicitar el arriendo, de que ha resultado que he malvendido unos pedazos, otros los he arrendado a menos precio, y que la mayor parte está erial y abandonada. No paró aquí el mal. Yo me envolví en un pleito de seis o siete años con el ayuntamiento, en que gasté de ochocientos a mil duros, primero sosteniendo la oposición a la construcción del cementerio en el centro de mi posesión, y después sobre que se me pagase el valor del terreno ocupado, en cuya tasación no tuve la mayor parte ni intervención por haberse hecho ésta por peritos nombrados de oficio por el ayuntamiento sin anuencia mía, a cuya cuenta solo he recibido en marzo último mil duros, como dice el Sepulturero; después de estar privada doce o trece años de mi propiedad y de sus réditos. En cuanto a la tasación debe considerar el Sepulturero, no se estiman lo mismo las tierras para labor que para edificar: que no tienen igual valor las que están contiguas a la población, como sucede con los manchones de Casa Alta, a las que están muy distantes: que del terreno señalado pueden sacar toda la piedra necesaria para la obra del cementerio, por contener canteras excelentes; debe tener también presente que no solo he dejado de percibir el arrendamiento de muchos años, sino que he perdido absolutamente mi posesión: que ningún rédito he pedido al ayuntamiento del capital de noventa y seis mil trescientos veinte reales de vellón que me debe hace doce años, y que a tres por ciento importaría treinta y cuatro mil seiscientos sesenta y ocho reales que en justicia debe pagarme por lucro cesante; últimamente, que los terrenos tomados por el Rey para la Nueva Población de San Carlos, con todo de estar a tanta distancia de la Isla, los ha pagado a ocho reales vara, a siete y medio, a siete, y a seis los más baratos, de los que yo tengo noticias, y por los capitales, que aún no ha satisfecho, está pagando un tres por ciento. Vea usted, Señor Duende, con qué débiles fundamentos habla el Sepulturero, y de qué poco se asombra.

Dice también este señor en el último periodo de su citado artículo (y es lo que más me ha llamado la atención) una intriga movida por la falsedad de una señora, y apoyada por el ayuntamiento de aquel año, movieron al Consejo de Castilla a dar una resolución tan injusta &c. y aunque yo estoy segura de que esta indirecta no habla conmigo, porque fue demasiado pública y obstinada mi oposición a que se construyese el cementerio en los manchones, llegando hasta ofrecer gratuitamente al ayuntamiento una casa y huerta, conocida por el Cotarro, sita a la entrada de la Isla por el camino viejo de Cádiz, y tasada en 54.000 reales, con tal de que no se verificase la obra del Cementerio en el referido paraje sino en los primeramente señalados (que creo fueron dos) o en cualquier otro: sin embargo quisiera que el Sepulturero tuviese la bondad de aclarar este punto, porque es muy sustancial: yo se lo suplico así, y a usted que se sirva insertar cuanto antes en su periódico esta contestación de su atenta servidora que besa su mano.

Clara Ignacia de Madariaga.

Cuarta carta, 18/10/1813

Sr. Duende: Nada hay más justo en esta vida ni más digno de conservar que la reputación; y como D.ª Clara Ignacia de Madariaga supone que la suya se halla altamente comprometida por la inserción de mi artículo en su número 59, sin embargo que mi ocupación de sepulturero no es la más propia para poder entrar en contestación con dicha señora, lo haré con toda la posible dignidad merecida de sus cualidades.

En su artículo inserto en el número 65, advierto dos cosas. Primera; que dice me sorprendo porque se acotasen las diez mil varas para la construcción del cementerio, y que si estas se pagaron a 8 reales, no lo debo extrañar respecto a que estando los terrenos de la Nueva Población de San Carlos más distantes, se han pagado a lo mismo poco más o menos; y segunda, que desea aclare si lo que digo que una intriga movida por la falsedad de una señora, apoyada por el ayuntamiento de aquel año &c., hace relación a su persona.

Haciéndome cargo del primero, contesto que tanto en dicho artículo como en el del número 43, inserto igualmente en su periódico que le recomiendo para que me los repase, pues solo se movió para ello el Salus populi &c., y que no me he asombrado de si fue caro o barato su tasación, pues tengo muy presente el artículo 172 de la Constitución, la décima restricción de la autoridad del Rey, que dice así: No puede el Rey tomar la propiedad de ningún particular ni corporación, ni turbarle en la posesión, uso y aprovechamiento de ella; y si en algún caso fuere necesario para un objeto de conocida utilidad común tomar la propiedad de un particular, no lo podrá hacer sin que al mismo tiempo sea indemnizado y se le de el buen cambio a bien vista de hombres buenos. Si esto no lo puede el Rey, menos lo podrán los ayuntamientos, pues todos sabemos hasta donde llegan los límites de su autoridad; pero lo que no me puede ser indiferente ni tampoco a los demás ciudadanos es que se hayan gastado en los dos cementerios más de medio millón de reales distribuidos en los términos siguientes: en el de Casa Alta 211.320 reales, y en el panteón situado detrás de la Iglesia más de trescientos mil, sin contar lo gastado en el del Pedroso, que guardando proporción no sería pequeña cantidad, y a pesar de todos estos sacrificios ejecutados por este pueblo de la Isla de León, no haya donde enterrar, pues la misma D.ª Clara dice que éste (hablando del cementerio) está situado en una cantera. ¡Bello paraje por cierto para sumir los cuerpos!

En cuanto al segundo digo a esta señora me consta y constaba antes el pleito seguido con el ayuntamiento sobre su resistencia tan constante y digna de todo elogio por no tener en medio de su posesión una obra que perjudicaba a sus intereses, y lo que es lo primero a la salubridad de la población; con que sabiendo yo esto, mal podía hacer relación que le agraviase, cuando he tenido y tengo la delicadeza de no personalizarme con nadie, pues digo que en el cementerio que compró el presbítero D. Antonio Martínez solo se enterraron unos seis o siete cadáveres; con que aquí es donde hace relación la oposición que hubo para que éste no sirviera; pues allí no se podían gastar 115.000 reales, que fue el prurito y miras de aquellos señores, aunque perjudicasen a la señora que exige la aclaración y a todo el pueblo.

Espero que con esta explanación quedara tranquilo el espíritu de aquella, sirviéndola de satisfacción saber no son referentes a su persona las expresiones que la indujeron a solicitarla. El honor y petición de esta misma señora exige igualmente de usted inserte éste en su apreciable periódico, quedando suyo su afectísimo,

El Sepulturero.

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