Palabras que son y fueron ‘patrimonio inmaterial cañaílla’

24 marzo, 2017

por El Güichi de Carlos

Tenemos los cañaíllas ciertas palabras o vocablos que, haciendo uso de nuestro habla en ‘Aquellos Tiempos’, corresponden a nuestro Patrimonio. Inmaterial, pero Patrimonio en definitiva.

Güichi es una de ellas. No sabemos aún a ciencia cierta, por qué y desde cuando la venimos usando. Es tan seguro que pertenece al palabrerío popular que nos dejaron en herencia, como que no ha sido usada oficialmente en las actas capitulares de nuestro Ayuntamiento en los 250 años de vida que llevamos.

Existieron ciertos establecimientos cuyas denominaciones fueron cayendo en desuso como ventorrillos, posadas,  botellerías, licorerías, aguaduchos, bodegas… y aún se usan las de mesones, bodegones y tabernas, independientemente de los  bares y restaurantes. Excepto los dos últimos establecimientos, todos las anteriores fueron sinónimos de ‘beber vino’ y, por este motivo, cierta sinonimia para definir a algunos de los establecimientos como güichi.

Ya quedó claro que en San Fernando también se produjeron buenos vinos durante varios siglos anteriores. Cuando el nacimiento de la Villa de la Real Isla de León, esta buena práctica cayó en decadencia y las viñas con las que contábamos en el mismo centro de la villa y sus huertas fueron arrancadas para levantar edificaciones que hicieron crecer al municipio.

Es leyenda la defensa que hemos venido realizado anteriormente de que güichi procede de la combinación de ‘aguá al güisqui’; pero difícilmente se puede transmitir una tradición oral de 200 años sin dejar constancia alguna escrita en prensa o documentos. Quienes hoy rondan próximos a convertirse en octogenarios recuerdan que en la década de los años 50 del siglo pasado fue cuando se comenzó a popularizar en ciertos lugares de La Isla el güisqui. Y aún dos décadas más tarde, el brandy, el anís e incluso el ‘cuba libre’ fueron más populares en su consumo.

Es más cierto y defendemos que proceda el vocablo güichi de ‘aguá al vino’. Aquí sí existe constancia de que en la mitad del siglo XVIII, la uva de nuestras viñas, en las bodegas, eran pisadas varias veces exprimiendo al máximo su jugo. En la última pisada se mezclaban con aguardiente, y el liquido resultante se le ofrecía a los jornaleros y en tabernas al precio de pocos reales de vellón. Y también escrito está, y comentado en voces propias, que en los siglos XIX y XX, en nuestras bodegas y mesones, se fabricaba artesanal y artificialmente el vino.

La autoridad inspeccionaba y sometían a análisis a aquellos fabricados resultantes al mezclar los vinos naturales con alcoholes no depurados y colorantes. Se controlaba que no tuvieran materias nocivas para la salud, que a más de uno, al beberse una chiquita le provocó la mosqueta. Pero siempre existieron los tramposos que aguando el vino ganaron más parné. Se ha sabido que después de una mala tajá, se ha tenido que visitar al excusado a toda prisa. Decían entonces: «eh póculpa del vino peleón del güichi».

El bautizo del vino con agua se popularizó como aguichi. La singular manera de hablar de nuestros antepasados, anulando la vocal ‘a’ o anteponiéndola donde no existía, quedó para la eternidad en güichi.

Pero resulta raro que muy pocas veces se ha visto anunciado un local como Güichi. Quizás no quisieran ser tachados de poseer mal vino por culpa de ciertos masconatos.

El vocablo Güichi no se encuentran recogidos en el RAE.

Otra de nuestras palabras fue la de Refino. Tanto se popularizó, que como tal se denominaba hasta al más moderno de los establecimientos de confecciones. Los refinos fueron, por lo general, los primitivos comercios donde se podían comprar artículos finos, quincallas y cualquier necesidad, desde un botón hasta unos calzones largos, y, en otras épocas anteriores; chocolate, botellas de licores y chucherías. Vendían de todo.

Accesorias fueron las subdivisiones de una casa o habitación para ser ocupadas por otras gentes distintas bajo el mismo techo de la vivienda principal. Los inquilinos a veces subarrendaban habitaciones y los propietarios también. Ambos para generar mayores ingresos y ayudas.

Casa de huéspedes era, como en cualquier otra parte, una fonda. Consistía en el alquiler de una habitación de la casa principal, a veces con derecho a desayuno, comida y cena.

Como la Carterilla fue conocido el autobús de la empresa de Transportes Generales Comes que en el año 1927 comenzó a realizar el viaje entre Cádiz y San Fernando y viceversa. Su nombre procede de la similitud con los colores con que llegó pintado dicho autocar, con una caja de cigarrillos llamada carterilla. Desde entonces, hasta finales de los 70, a cualquier otro autobús que realizara el mismo trayecto se le denominó Carterilla a pesar de pertenecer a otra empresa. El Canario fue el autobús de San Fernando a Chiclana, por su color amarillo. No detallaremos todos los transportes porque se hará en una próxima publicación en la que estamos trabajando.

Los Ultramarinos, antes Colmados, han decaído por culpa de los autoservicios y grandes superficies. Aún permanecen algunos, muy pocos, con esta definición. Fueron conocidos como ‘Tienda’ y ‘Almacén’. Popularmente se solía decir «voy a Encáde…»

En el caso de la Miga, le quitamos la vocal a ‘Amiga’. Fueron aquellos lugares adonde llevaban los chiquillos chicos  a jugar y distraerlos aprendiendo, antes de contar con la edad de entrada a las escuelas. En todos los barrios, al igual que los güichis y ultramarinos, existía una miga. Las señoritas encargadas son siempre muy recordadas.

Los Patios de vecinos fueron lugares donde se cultivó la amistad, solidaridad y afecto a pesar de aquellos malos tiempos. Hubo patios, como el de Cambiazo o Madariaga entre otros, que parecían barrios por la cantidad de gentes que vivían en ellos.

Pajereta es la edificación que por su estrechez o altura es susceptible de poder ser saltada. A simple vista, se diferencia una pajereta de un muro.

Despacho era el lugar o establecimiento donde se despachaba algo, bien artículos de alimentación y bebidas o un billete de viajes, entre otras cosas. Las Lecherías, Platanerías, Panaderías, Hueverías, etc. fueron populares como ‘despachos de…’ Incluso al comprar en una huerta se decía «que te despachen…» También existían los despachos de profesiones como Habilitados, Abogados, etc.

El Cosario se dedicaba al transporte de mercancías entre los pueblos y ciudades. Posteriormente fueron conocidos como ‘Agencias de transportes’.

«Pregúntale al Guardia de la esquina». Esta frase daba a entender que cuando se necesitaba conocer alguna cuestión habría un guardia para preguntar. Realmente las plantillas de municipales fueron muy cortas, pero el pueblo sabía que aquellos guardias les sacarían de dudas. De la misma manera, cuando no interesaba oír algo, se decía: «díceselo al guardia de la esquina».

«Los pelillos del plomillo se han fundío». Ocurría normalmente en las noches malas de lluvias, truenos y fusilazos. También en los veranos de vez en cuando. Entonces decíamos: «Se ha ido la luz» porque los plomos se habían fundido cortando la energía. A veces, cuando se iba la luz en la calle, era consecuencia de algún barrilete que se había enganchao a los hilos de la luz.

El color Amarrón era nuestro. Igual al marrón… pero era amarrón. También las avellanas eran cacahuetes, y las Avellanas de los Toros eran otras. Tenemos los Helaos y los Mantecaos, que para nada son iguales a los pueblos dehlao.

Los Billares fueron aquellos establecimientos donde, a los que nos gustaba, pasábamos las horas aprendiendo un elegante deporte a cuatro bandas. Las partidas del futbolín y las del parchís fueron muy populares.

Las Carteleras nos anunciaban los cines y funciones de teatro. Colocadas estratégicamente por San Fernando, conocíamos las películas que echaban y los espectáculos.

Cuarto y mitad era la medida de peso ideal que se podía comprar de cualquier producto sin necesidad de llevarse, como hoy, al menos un kilo a casa.

Chiquita de vino o Campanita eran entre otras muchas definiciones como llamaban a los vasos de vinos blanco.

«Carajote que hace el candao«. Más tonto ya no puede ser. Aquel que por carajote hacía el ridículo o se quedaban con él.

Ca’páncalá. Cuando había que darle una bajerita a las paredes o desinfectar las habitaciones. El dezonilladó se utilizaba para hacer las limpiezas de hollín en las chimeneas y campanas de las cocinas de carbón y, posteriormente, las de los infernillos de petróleo. La copa de carbón con el cisco y picón se encendía diariamente durante el invierno gracias a los carboneros que vendían los vegetales.

El Infantil era la sesión de películas que echaban especialmente para los niños, comenzando a las tres de la tarde en los cines de invierno. Aquí se favoreció el intercambio de TBO y estampas de cualquier álbum, y la amistad de nuevos amigos.

«Embarcá la pelota». Hecho de caer la pelota en cualquier azotea o por detrás de una pajereta. Por regla general, junto con la presencia de un guardia, fueron situaciones para finalizar los partidos a la pelota en las plazas de aquella Isla de niños jugando en las calles.

Filato o el Consumo. Lugar a la entrada, salida y por cualquier otra parte donde pudieran entrar mercancías y alimentos en la población. El Ayuntamiento recaudaba arbitrios.

Economato. Establecimiento donde los militares y los civiles destinados en dependencias de la Marina y del Ejército; los operarios de la Constructora, de la Bazán y Astilleros, se beneficiaban de mejoras en los precios de alimentos y de todo cuanto se vendía, a plazos o al descuento en la nómina a final de mes.

Freidor. Aunque aún nos quedan el Ardeán y unos pocos más, San Fernando estuvo plagado de freidurías donde el bienmesabe era el más popular de sus productos a la venta. Sin olvidar las caballas para echar a los fideos y las no menos apreciadas mijitas.

A la hora de la merienda no nos faltaba el «el chusco o peazo de la telera de pan y chocolate en onzas«. Difícil era que se pudiera comprar una libra de chocolate en las casas.

Opá, Omá, Pupá y Mumá, los seres más queridos por los hijos, junto con las “Agüelas y Agüelos”.

Orozú, trozo de regaliz que junto con el palozú, si comías muchos, hasta te ponías nervioso y parecía que estabas abarruntando algo malo.

Perra chica, perra gorda, dos reales, diez reales y pesetas. ¡Ay, cuánto os echamos de menos por culpa de unas malas gentes y desaprensivos que piensan sólo en sus buches!

Pegamín. ‘Pegamento Imedio’ que todo lo arreglaba. Llegó, según decían, a ser malo para la salud. Su olor característico era agradable. No conocemos a nadie que se drogara con él.

Quéu. Voz de alarma por la presencia de un municipal que venía a quitarnos la pelota durante los partidos.

Pelón o Quinto. Definición para quién ingresara a hacer  la ‘mili’ en la Armada o en el Ejército. No nos olvidemos de los sargentos chusqueros, aquellos que alcanzaron los galones por la Ley de años de servicios.

Amoto. Vehículo de dos ruedas igual a las motos.

Las Achocauras llegaban por mor de los cantazos.

El agua fresca de los botijos.

Las zebauras, por las sandalias nuevas.

El costo por las manos de la parienta.

Los guarrazos al caerte, y los torrijas de cualquier parte.

Sin dejar de mencionar Vinagrillo, Algarroba, Huertas, AjofeifaFalucho, CandrayBarbero, Flika y todas las denominaciones de la actividad salinera, o el Asombro que provocaban los fantasmas contrabandistas.

Todas estas palabras, las que te llegan a la memoria y las que no contamos por falta de espacio y que son de otro trabajo, nos traen agradables recuerdos de la niñez.

Un abrazo cañaílla.

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