Miguel Ángel López Moreno
Ldo. en Química e investigador histórico
Sobre la investigación, conservación y difusión del Patrimonio Arqueológico.
En la última jornada de los XX Encuentros de Historia y Arqueología de San Fernando visitamos los museos de la ciudad, el Naval y el Municipal. Y la tarde anterior, con muy buen criterio, nos dejó dicho Diego Moreno qué cosa debe ser un museo, su definición; cómo, qué, por qué y con qué intención exponer las cosas… habló de cómo la luz que baña los objetos resalta un matiz u otro, de los parámetros que debe cumplir el edificio para comodidad de las personas, etc., etc., etc. Y es verdad lo que concluyó, que el museo, más que objetos inanimados, debe ofrecer historias…
… pero no deberían ser historias cristalizadas, estáticas, hieráticas, sino todo lo contrario, las historias deberían fluir del museo, como si éste fuera un ser viviente, y empapar al que se adentra en las salas.
Entonces, de lo aprendido en las palabras de Diego y de la visita me surge una cuestión: ¿Y si los grandes museos no alcanzaran a ofrecer historias y solo llegaran a entregar información? —entendida información como un conjunto de datos que conforman un mensaje capaz de cambiar el conocimiento del sujeto que lo recibe—. Planteo esto porque la información difícilmente es neutral y, además, es fundamental para asentar el conocimiento en cada uno de nosotros. La información puede y suele estar impregnada, en mayor o menor medida, de ideología y, por tanto, el museo (en cuanto que es transmisor de información) se podría convertir en una herramienta al servicio del poder dominante, como puede serlo cualquier medio que difunda información.
Porque la información que emana de un museo es poderosa y es creíble. Y lo es porque se le supone planteada con rigor científico… por tanto, es un tipo de información que también es capaz cambiar nuestro conocimiento de la historia y de alterar los juicios de valor que usamos para interpretar la realidad. Es decir, la información, llegue de donde llegue, puede modificar —para bien o para mal— nuestra forma de percibir la sociedad y con ello nuestra forma de interrelación con los demás.
O sea. Un museo podría ensalzar solapadamente una raza y denigrar otra, o podría recordar a unos héroes y olvidar a otros héroes. Un museo podría sobrevalorar una cultura sobre otras. Un museo podría silenciar derrotas históricas y convertir escaramuzas en grandes victorias. Un museo podría contribuir a diseñar una historia para un pueblo necesitado de historia. Un museo podría tener la tentación de atribuir la identidad política actual a los primeros pobladores de un territorio… etc., etc., etc.
Es poderosa la información, sobre todo si pasa desapercibido ese poder… pero no sé, necesitaría escuchar a gente que sepa de estas cosas.
Al menos sirvan estos párrafos como ejercicio de reflexión.
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