Lo que debe ser una restauración

9 abril, 2018

por Alejandro Díaz Pinto

Periodista especialista en Patrimonio Cultural

El prestigioso restaurador de San Fernando, Pedro Manzano, da una lección magistral sobre la intervención sobre imágenes religiosas en el Centro de Congresos.

A muchos no les sonará su nombre, pero seguro que tienen constancia de sus intervenciones sobre el patrimonio religioso isleño. Ha restaurado imágenes de la Iglesia del Carmen —entre ellas, a la Patrona—, también a la Caridad y al Cristo de la Expiración. Tallas de diferentes épocas que llegaron a sus manos en distinto estado de conservación y a las que devolvió su esplendor.

Pedro Manzano Beltrán ha dedicado su vida a la conservación de obras de arte, especialmente imágenes devocionales, tanto a través de organismos públicos como el Museo de Bellas Artes de Sevilla o el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, como por cuenta propia. En este último caso son, naturalmente, las hermandades y cofradías las que le han depositado su confianza durante más de treinta años.

hoy ha acudido a La Isla, su ciudad natal, para transmitir lo vocacional de esta profesión, la necesidad que tiene el experto de contribuir la permanencia en el tiempo de cada imagen que interviene. Y para ello remitió al origen, a la preocupación de Rafael Sanzio, artista renacentista italiano, sobre el estado de los monumentos romanos. También, a las dos vertientes defendidas durante el siglo XIX por Viollet le Duc y John Ruskin; el primero, partidario de la reconstrucción de los monumentos, de intentar restituirlos a su aspecto original; el segundo, defensor de la autenticidad, lo tenía claro: «Dejad que los edificios mueran dignamente».

Hoy día, por suerte, se ha llegado a un consenso entre ambas partes iniciada por la figura de Camilo Boito, padre de la restauración científica, y concretada en la norma de la mínima intervención; lo esencial para que la obra perdure en el tiempo, es decir, «que se conserve». Para que esto se produzca de manera profesional deben existir estudios multidisciplinares previos donde intervengan biólogos, químicos e historiadores del arte, tanto preliminares como simultáneos al proceso, que debe ser mínimo, respetando a la obra por encima de todo. De hecho, afirma, que «la intervención directa ha de estar plenamente justificada, empleando para ello materiales reversibles, testados por organismos especializados».

Claro que hay que conocer a fondo el objeto a efectos histórico-artísticos, cientifico-técnicos y en lo relativo a los factores ambientales.

Manzano proyectó imágenes de algunos de sus trabajos como ejemplos reales de lo que puede ocurrir. Desde hallar firmas inesperadas —es el caso del San José de la Iglesia del Carmen—, hasta encontrar documentos escritos en el interior, como ocurrió con el Cristo de la Expiración de San Francisco. En otros casos, se trata de tallas que, en un momento de la historia, dejaron de ser de ‘bulto completo’ a causa de las modas del vestir, o cuyos antiguos restauradores quisieron ‘mejorar’ dulcificando sus rasgos, o readaptar para otros pasajes del ciclo cristológico. Son los casos más sangrantes, aquellos en los que la labor del especialista es determinante.

Pero también se dan sorpresas en el proceso. A veces, esta profesión permite aproximarse al origen de las imágenes, su autoría, fecha de realización… «La ciencia ha experimentado grandes avances en este sentido», explica.

En cuanto a los estudios previos, hay opciones. En ocasiones se extrae parte del material para analizarlo en laboratorio, pero también existe la posibilidad de emplear medios radioestratigráficos novedosos. Es lo que popularmente se conoce como exploración por TAC, es decir, cortes o secciones que pueden ser axiales, sagitales o coronales según convenga a la escultura. Esto permite detectar metales, como clavos a modo de sujeción, huecos interiores, espesores, e incluso el lugar donde yace el documento, si es que lo hay. No solo eso. Manzano recalcó los perjudiciales ataques de insectos xilófagos, el poder detectar diferentes tipos de madera, su antigüedad, e incluso la existencia de policromía original.

Son muchos los avances experimentados en los últimos años. «A través del endoscopio podemos determinar si el documento, de haberlo, se conserva en un estado que permita su extracción», indica. La luz ultravioleta permite detectar repintes que no se detectan a simple vista, o ver grietas mediante la luz rasante. Y es que todos los elementos ambientales como la luz, la temperatura o la humedad influyen en esta empresa.

En otras ocasiones, la degradación es natural. Existen imágenes realizadas con materiales que no resisten bien el paso del tiempo pero es, sin duda, la acción humana la que ha ocasionado más perjuicio a las tallas procesionales. Besamanos y besapiés desgastan la policromía, así como los ajuares… por desgracia «hay gran desconocimiento en el seno de las hermandes y cofradías», concreta.

Sin embargo no volverá a ocurrir lo mismo que en conflictos bélicos del pasado. Las corporaciones tienen la posibilidad de hacer moldes de sus imágenes. Incluso copiarlas digitalmente, por lo que pueda pasar. «Si a causa de accidentes fortuitos se pierde alguna de sus partes no sería necesario reinterpretar, ya que estarán perfectamente documentadas», concluía.

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