La apertura de Torre Alta: Una oportunidad para recuperar el trabajo del andalucista Andrés Ruiz Pizones

31 marzo, 2017

por Alejandro Díaz Pinto

Ldo. en Periodismo y Máster en Patrimonio Histórico-Arqueológico

Es de los edificios más desconocidos de San Fernando pese a estar entre los pocos que existen en la ciudad anteriores al siglo XVIII. Solo el ex-concejal, fallecido en 2015, lo investigó a fondo en un trabajo no editado que cuenta con copia en el Museo Histórico Municipal.

Con el protocolo suscrito por el Ayuntamiento de San Fernando y la Armada ante la inminente puesta en marcha del edificio de Hora se saldará, parece, una histórica cuenta pendiente con el patrimonio de la ciudad. La cesión de un tramo de la calle Héroes de Simancas para facilitar la integración de las nuevas instalaciones en el conjunto del ROA se recompensará con la apertura al público de Torre Alta, antigua torre vigía que ya existía cuando el Observatorio de Cádiz se trasladó al cerro del mismo nombre, en La Isla, a finales del siglo XVIII.

No suele esta página hacerse eco de intenciones, por buenas que sean, hasta el momento de su materialización. Pero conviene sacar el tema a colación para recordar el trabajo que Ruiz Pizones, histórico andalucista, legó a la ciudad de San Fernando antes de su fallecimiento sobre esta construcción que bien podría ser la tercera en antigüedad tras el Puente Zuazo y el Castillo de San Romualdo. Una copia de dicha obra, titulada La Heredad de la Torre Alta, se encuentra actualmente en el Museo de San Fernando sin que nadie haya apostado aún por su edición. Habida cuenta del desconocimiento en torno a esta torre del siglo XVII que solo ha sido referenciada de forma somera en determinados volúmenes genéricos sobre la ciudad de San Fernando, sería oportuna, casi obligada, la tarea de recuperar esta investigación de cara a la ‘puesta en valor’ de Torre Alta.

La idea es, según explicaron, abrirla a la par que el edificio de Hora, tras el verano, habiéndosele practicado una primera fase de intervención consistente en adecuar de la planta baja como sala informativa y también los accesos, incluyendo la escalera que conecta con la azotea. Quedarían pendientes los espacios intermedios.

Las magníficas vistas de la Bahía que se divisan desde la cubierta, sin embargo, no tendrían razón de ser sin que los visitantes entendieran el porqué de su altura, ubicación y tipología arquitectónica; desde cuando preside una de las zonas más elevadas del término municipal y, sobre todo, cuál fue su función originaria o a quién(es) perteneció. Pero da la circunstancia de que el trabajo está hecho, cedido al pueblo de San Fernando, y de que los andalucistas -ahora más que nunca, con el nacimiento del Centro Andaluz-, podrán aportar su grano de arena al proyecto homenajeando al mismo tiempo la memoria de este concejal tan querido por quienes le conocieron.

La copia del trabajo de Ruiz Pizones, en el Museo Histórico Municipal.

La copia del trabajo de Ruiz Pizones, en el Museo Histórico Municipal.

Lo publicado hasta el momento

Madoz Ibáñez es uno de los primeros que hace referencia al tema en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar (Madrid, 1845-1850).

Afirma que en ese momento «Este edificio que da título de Conde a su dueño […] está sirviendo de vigía a la Marina para comunicar órdenes a la capitanía del puerto de Cádiz y dar parte a la entrada y salida de los buques: Sus comunicaciones con la Torre Tavira se hacen por medio de un telégrafo de dos aspas y de un plan de señales muy bien organizado». Agrega que se trata de «una torre cuadrada de 22 varas de altura y 10 de lado, con tres habitaciones para los empleados que se comunican por medio de una escalera de caracol: su construcción y solidez indican ser de mucha antigüedad, pues tiene pedreras y su única puerta, colocada a 4 varas de altura, era anteriormente levadiza. Hoy se sube a ella por una escalera de ladrillo formada sobre un arco abierto».

Cristelly Laborda aporta muy poco a esta información en Ligeros Apuntos Históricos y colección de citas, documentos y datos estadísticos de la Ciudad de San Fernando desde los tiempos más remotos hasta 1823 (Imprenta y Librería Española, 1891). Afirma que «Su construcción es bastante antigua, de forma cuadrada y de 18 metros de altura, pudiéndose desde su azotea, donde se encontraban las astas telegráficas para comunicar con la Torre Tavira de Cádiz, abarcar no solo la ciudad, sino a más sus alrededores, presentando en horas apropósitos una vista encantadora en extremo». Añade que «Hoy sirve de vigía, comunicándose con la Torre Tavira por medio de señales adecuadas al objeto» y que «esta torre tiene tres habitaciones a las que hoy se sube por una escalera de ladrillos formada sobre un arco abierto y que antiguamente tenía un puente levadizo».

Lo más interesante de estos testimonios es que datan del siglo XIX y, como se deduce de ellos, Torre Alta estaba aún en funcionamiento.

Pablo Antón Solé y Antonio Orozco también repararon en esta edificación en Historia Medieval de Cádiz y su provincia a través de sus castillos (Diputación Provincial de Cádiz, 1976) definiéndola como «Torre de señales o almenara, cuya función cubre toda la zona del fondo de la Bahía y se comunicaba con la Torre Tavira de Cádiz». Asimismo describen cómo «Su arranque forma talud por los cuatro costados» y que «Se trata de una obra muy antigua, único ejemplar que queda de aquellas torres fuertes que menciona Agustín de Horozco como existentes en la Isla de León».

Mucho más tarde, a finales del siglo XX, fueron varios los historiadores e investigadores que se refirieron a ella aunque de forma muy somera como parte de obras genéricas sobre la historia de la ciudad.

Corzo Sánchez la cita en el primer volumen de su serie Historia de los de la provincia de Cádiz, dedicado a San Fernando (Diputación Provincial de Cádiz, 1981), como «una interesante construcción de líneas medievales cuyo origen no ha sido aún desvelado». Se hace eco de las diferentes teorías anteriores afirmando que por su trazado podría pensarse tanto en un baluarte defensivo de alguno de los cortijos que abundaban en la zona, como en un puesto de vigilancia de los preconizados por los ingenieros que proyectaron las defensas gaditanas a partir del siglo XVI. En cualquier caso lo considera, «uno de los pocos edificios isleños anteriores al siglo XVIII».

Hurtado Egea, en Cosas, casas y plazas de la Isla de San Fernando (Caja de Ahorros de Cádiz, 1982), agrega pocas novedades más que el hecho de que «El Observatorio se alzó en Torre Alta, terreno propiedad del Marquesado del mismo nombre», pero que «Se ignora el año de construcción de la torre».

López Garrido coincidió en la Guía Histórico-Artística de San Fernando (Fundación Municipal de Cultura, 1989) en que «es uno de los edificios más antiguos de la ciudad». Asegura, además, que gracias a las condiciones interpuestas por el Conde a la hora de vender los terrenos sobre los que se levantaría el ROA, no fue destruida ni aprovechada su fábrica en la construcción de la Casa de Astrónomos.

Uno de los autores que más información aporta sobre este tema es Luis Martínez Montiel en su obra El Real Observatorio Astronómico de San Fernando [1769-1869] (Revista de Arte Sevillano, 1989), concretamente en relación a las gestiones efectuadas para la adquisición de los terrenos de Torre Alta al Conde del mismo título para la construcción del ROA. El objetivo del teniente José de Mazarredo, encargado de determinar el lugar idóneo para ello, era en realidad el cerro principal donde se situaba -además de la torre- la casa del Conde: «Derribando la torre y dejando la casa, que podía ser de gran utilidad y que además se encontraba a un nivel más bajo, el coste de la obra no sería de mucha consideración». Sin embargo, tuvo que conformarse con el cerrillo contiguo donde finalmente se levantó el Observatorio, del mismo propietario, al negarse a éste a desprenderse de la casa de su título, y «aún derribando un tercio o la mitad de la torre». Una opción que afortunadamente no llegó a materializarse.

El cambio de título nobiliario iniciado por Hurtado (Conde > Marqués) se mantiene con Fernández Moreno en Calles de la Isla (Ispren, 1989) al asegurar que «La torre fue arrendada por la Armada en el año 1860 a la señora Marquesa viuda de Torre Alta». Es posible que se trate de una confusión de ambos autores entre Juan Antonio de Zuloaga, II Conde de Torre Alta, y Juan Antonio de Madariaga, Marqués de Casa Alta y propietario de los terrenos sobre los que actualmente se asienta el Barrio del Cristo. Tampoco la fecha parece muy precisa al afirmar Martínez Montiel que «El 31 de agosto de 1839 se depositaban en el Banco de San Fernando los últimos 12.120 reales con los que se saldaba el largo proceso de compraventa de los terrenos, prolongado durante casi 50 años».

Quijano Párraga, en San Fernando, Evocación de un Siglo (Publicaciones del Sur, 1998) transcribe el texto de Antón Solé y Orozco completándolo con un extracto del testamento del I Conde de Torre Alta, Gabriel José de Zuloaga (1684-1764), donde éste se atribuye la propiedad de esta torre situada en la Isla de León. No sería descabellado pensar que su fábrica data de dicho período.

El trabajo de Ruiz Pizones

No es el objeto de este artículo desvelar datos inéditos de un trabajo un cuya propiedad intelectual merece el mayor de los respetos, pero habiendo tenido acceso al mismo cabe reseñar la profusión de documentos que el autor manejó durante los muchos años que dedicó a esta investigación según familiares y allegados. Está dividido en varios capítulos que comienzan con un estado de la cuestión, es decir, lo que se sabía hasta ese momento y que el propio Ruiz Pizones describe en los siguientes términos:

«Muy poco conocemos del origen y antiguedad del edificio llamado Torre Alta. Todos los autores la califican como torre vigía o torre almenara, pero ninguno nos proporciona ningún dato concreto que nos pueda aproximar a su origen y a su historia»

A continuación se centra en la torre, como construcción, para seguir con los terrenos sobre los que ésta se levanta y a los que daba nombre, adentrándose, uno por uno, en todos los linajes que al parecer guardan alguna relación con la propiedad. A modo de epílogo incluye un apéndice documental con decenas de textos transcritos y, por último, bibliografía y fuentes consultadas. Entre éstas destaca, dentro del Archivo Histórico Provincial, la consulta de protocolos notariales de Cádiz, Rota, San Fernando y el Puerto de Santa María. También llegó a investigar en los fondos del Archivo General de Indias, en Sevilla.

Aún con copia en el Museo Municipal, convendría estudiar la situación legal relacionada con los derechos de la obra. Un título, La Heredad de la Torre Alta, que en cualquier caso aguarda con paciencia el momento de darse a conocer coincidiendo con la puesta en uso de este patrimonio, que para ello necesitará de datos que permitan su correcta contextualización homenajeando al mismo tiempo la contribución de Ruiz Pizones a la historia de San Fernando.

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