Cómo hacer Historia a través de la Fotografía

4 febrero, 2016

por Alejandro Díaz Pinto

Diego Moreno explica las claves de una pasión en la que ha invertido los últimos 15 años.

Es muy conocido por su labor en el Museo Histórico Municipal, como la cara amable que recibe a quienes acuden para consultar documentos o fondos hemerográficos, pero lo cierto es que Diego Moreno, historiador de profesión, se caracteriza por una afición nacida en su mismo puesto de trabajo llegando mucho más allá: la historia de la fotografía en La Isla.

Lo lleva con discreción, aunque los más cercanos conocen de esta pasión que compartió durante citas como la que los ex-trabajadores de La Constructora organizaron para presentar su libro -que él mismo coordinó-. También habló sobre la importancia de la imagen durante las jornadas El mar y los Lazaga, aunque su intervención quizás más completa la llevó a cabo en la conferencia titulada ‘Memoria visual del siglo XIX’, también en el Centro de Congresos. Allí desveló que -al contrario de lo que se piensa- no es Quijano el único fotógrafo que integra la rica historia de La Isla en este sector. Andrey, Requero, Gómez Lafor o Soriano y Acevedo son algunos de los apellidos plasmados en las miles de fotografías que ha venido investigando durante los últimos 15 años.

Todo empezó con la catalogación del fondo fotográfico municipal. Para llevar a cabo esta tarea tan específica tuvo que comprar bibliografía, la misma que poco a poco incrementó su interés por el tema hasta convertirlo en pasión. “Llegó un momento -recuerda- en que aquella nómina de fotógrafos se quedó corta”. El trabajo había terminado y por eso lo reinventó, aunque con otro enfoque. Ya no sólo investigaba nombres, sino también aparatos, procedimientos y su evolución pero, sobre todo, la iconografía de la foto, esa “chispa” que cita el escritor francés Roland Barthes en su obra de cabecera La cámara lúcida. “Contextualizarlas -advierte- es lo que te permite verdaderamente hacer historia de la Fotografía”.

A lo largo de este compromiso personal, dio con una de las facetas que a día de hoy considera más interesantes: la fotografía de aficionado. “Son aquellas que no están sometidas a ningún canon o moda pasajera, ni sus autores a las presiones del negocio”, concreta, y por esa razón para él son especiales. Mientras que en las fotos profesionales todo se estudia al milímetro, éstas, en cambio, se hacían por amor al arte, dentro del propio seno familiar, “son más frescas y naturales”. Es lo que ocurre ahora, claro, pero entonces pocos tenían acceso a este privilegio, y a partir de cierta antigüedad escasean. “Siempre están vinculadas a familias burguesas y permiten obtener interesantes informaciones sobre ellas”.

Su ejemplar favorito es uno tomado a su abuela, en tarifa, hace 70 años. Está cosiendo y vestida de negro. Aunque relativamente moderna, posee un enorme peso sentimental. Debe de citar otra y selecciona una ferrotipia que adquirió hace dos años, del estudio de Eduardo López Cembrano. El mismo que -junto a otros del gremio- ve reflejado en cada instantánea más allá del marco, el soporte o e incluso la propia imagen.

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