Historia de dos desconocidas imágenes isleñas: el legado cofrade de Cristóbal Cepillo Galvín

16 abril, 2019

Alejandro Díaz Pinto

¿Sabían que no todas las imágenes que procesionan en San Fernando son las originales en torno a las que se fundaron sus cofradías? Hubo un tiempo en que el ‘recambio’ de titulares estaba a la orden del día, y no propiciado por acontecimientos como la Guerra Civil, que tantas pérdidas trajo consigo en otras localidades, como Sevilla. El deterioro, la intervención de manos inexpertas o, sencillamente, los gustos y las modas, han sido las razones por las que esto ha ocurrido tantas veces en nuestra ciudad.

Podríamos poner muchos ejemplos, pero hoy nos centraremos en dos desconocidos casos unidos por un nombre: Cristóbal Cepillo Galvín. Sobre este artista vocacional, hijo de militar y el tercero de siete hermanos, sabemos que realizó el antiguo Cristo de las Tres Caídas y también la primera imagen de Nuestra Señora de la Paz, cotitular de El Perdón. El motivo de sustitución y su actual paradero es, para muchos, una incógnita que hemos querido aclarar con este artículo, pero antes conozcamos de cerca al autor.

«Tiene madera de artista». Eso fue lo que le dijo a su madre un profesor de la EGB tras ver algunos dibujos. Y aunque entonces pensó en un tronco, a fines de aquel año se encontró con caballete propio. Con 17 empezó Diseño y Publicidad en la Escuela de Arte de Cádiz, pero un paréntesis, en principio temporal en cumplimiento del servicio militar obligatorio, se convirtió en definitivo cuando, al terminarlo, decidió montar su propio taller en la calle Maldonado. Tenía solo 23 años. Su primera exposición, en La Salle, contó con dibujos, pinturas, y dos bustos —un Cristo y una Virgen— que «durante muchos años estuvieron en la capilla del cementerio… aunque no sé si continúan allí».

La antigua Virgen de la Paz

Fue en estos momentos cuando entraba en contacto con los vecinos de La Casería, barrio que adolecía de las infraestructuras de comunicación actuales. Adecentó un par de imágenes de la iglesia que, como tantas otras, acabaron desapareciendo de allí, y un pequeño armonio que se encontraba en el coro. Forjó una buena relación con la junta de El Perdón, particularmente con su hermano mayor, Antonino Bueno, preocupado en aquel momento por la carcoma que atacaba al titular antes de pasar por el taller del escultor Alfonso Berraquero. Fue el propio Cristóbal quien hizo para esta hermandad las 14 estaciones del Vía Crucis que completaban el canasto de su antiguo trono, y quien se ofreció a realizar —y a donar— una titular mariana que ni siquiera había pasado hasta ese momento por la mente de muchos hermanos, pues solo tenían ojos para su cristo. «Vi la oportunidad de darme conocer como artista en la órbita cofrade de San Fernando». La propuesta fue aprobada en cabildo, aunque no sin dificultades, pues los gastos de atuendo, altar, flores… que conllevaría esta incorporación eran tenidos en cuenta por una hermandad que no estaba entre las más pujantes del momento. Para su realización, nos cuenta, «me inspiré en mi hermana Ana María, de la que tomé prestada su expresión y sus manos».

Muchos acudieron al acto de bendición aquel 31 de marzo de 1985, donde la imagen lucía ataviada con ropajes de Ntra. Sra. de la Estrella, pero, pese a esta concurrencia, algo no iba bien en el sentir del artista, a quien diversos conocidos negaron el saludo. ¿Quién era aquel intruso que, con solo 23 años, había montado su propio estudio sin padrino ni mentor conocido? «Llegué a escuchar que una virgen no garantizaba mi cualificación porque era algo relativamente fácil de hacer», confiesa.

Ntra. Sra. de la Paz el día de su bendición el 31 de marzo de 1985.

Ntra. Sra. de la Paz el día de su bendición el 31 de marzo de 1985.

El Cristo de las Tres Caídas

Azares del destino hicieron que en breve se le presentara la oportunidad de realizar un cristo. Un grupo de jóvenes cofrades, ilusionados con la fundación de la Hermandad de las Tres Caídas, acudieron al taller antes de concluir el año para hacerle partícipe de este proyecto. Apenas disponían de medios, por lo que, para abaratar costes, se eligió la resina como material de trabajo, como ya ocurriera con la Virgen de la Paz. «Era una solución temporal, con vistas a un futuro sacado de puntos… cuando contaran con la versión final en madera podrían conservar el busto original a modo de documento, así como otras cofradías guardan el modelado en barro de sus respectivos titulares». El resultado fue un cristo cansado, con el esfuerzo de volverse a levantar impreso en su semblante, y para el cual tomó como referencia la anatomía de su hermano Miguel Ángel.

Satisfizo enormemente a los cofrades, quienes, no obstante, echaron en falta un último toque. La noche previa a la bendición, en la penumbra de la capilla… «varios hermanos rodearon a la imagen e hicieron jirones su túnica, recreando una verdadera escena de la pasión. Recogimos tierra de los alrededores para mancharla y la salpiqué con pintura; parecía un hombre de carne y hueso, herido por los accidentes del camino».

Al día siguiente, el impacto fue mayúsculo. Los isleños no estaban acostumbrados a tal grado de patetismo en sus imágenes procesionales y, aunque muchos hermanos la amaron desde el primer momento, parte de los impulsores fueron desapareciendo de los actos. El nuevo sacerdote, con una visión distinta a la cofrade sobre lo que debe ser la iglesia, supuso el remate a este amago de cofradía penitencial. «Los chavales vinieron llorando a mi taller», recuerda.

El cristo fue trasladado entonces a la sede de la Hermandad del Gran Poder, donde algunos de los hermanos frustrados aún trataron de mantener el culto. Allí continuaba recibiendo visitas, «quizás estaba más al alcance de los fieles que otras imágenes en los templos», entiende Cristóbal. Tanta fama alcanzó en la Bazán, que, al partir para arreglarlo de cara a un fallido intento de absorción por parte de esta entidad, muchos vecinos se reunieron para ‘despedirlo’ en un momento donde afloraron los sentimientos. Fue, en realidad, un gesto premonitorio, pues el obispado no tardó en reclamarlo para el comienzo de una etapa de olvido que se prolongaría dos décadas en el tiempo.

El Cristo de las Tres Caídas recién ejecutado.

El Cristo de las Tres Caídas recién ejecutado.

La Virgen de la Paz es sustituida… y trasladada

La dolorosa realizada por Cepillo fue sustituida en 1990 por la actual, obra de Juan ‘Ventura’. La cofradía justificó este cambio afirmando que «pese a ser de reciente bendición, no conseguía de los hermanos y feligreses la devoción que la Madre de Dios se merece». Cristóbal, en cambio, recuerda que «el entonces hermano mayor me pidió que modificara la cara de la virgen para darle un toque más sevillano», a lo cual se negó. Quizás por eso se optó por encargar la nueva imagen, pero… ¿qué pasó con la original? Mucho se ha especulado al respecto; desde su supuesta incineración hasta el traslado a alguna desconocida ciudad andaluza.

Cristóbal ya se encontraba alejado del circuito artístico cuando se enteró del cambio, y no fue hasta hace poco cuando inició su particular investigación para conocer el destino de la dolorosa, la cual, en un primer momento, pasó a la clausura del Convento de Capuchinas, donde había permanecido la imagen de Ventura hasta el día de su bendición. Allí se convirtió en objeto de inspiración para el sacerdote que oficiaba misa los domingos, hermano franciscano de la Cruz Blanca que, en un momento indeterminado, se la llevó consigo a Sevilla con el beneplácito de las monjas. Tras dos años expuesta al culto, el mismo sacerdote se trasladó a Granada con la imagen, permaneciendo allí otra temporada. Finalmente, al ser destinado a América Latina, la cedió a la cofradía del Cristo de la Salud de Castro del Río, en Córdoba, donde se era venerada bajo la advocación de Virgen de las Penas hasta época reciente. Si bien escasea la información al respecto y no podemos asegurar su paradero actual.

La tercera caída

La última etapa de esta iniciativa hasta su formalización como cofradía en 2009 es de sobra conocida, pero he aquí la versión de este escultor, que, una vez más, vio reemplazada su obra.

«Un día vino un grupo de chavales al trabajo para contarme su intención de recuperar este simulacro y pedirme que lo dejara a punto», explica. El grupo no era el mismo que el de los años ochenta, obviamente, pero retomaban algo por lo que tanto aquellos como el propio autor habían luchado mucho en su momento. De modo que la ilusión era compartida. El día de la re-bendición fue mencionado como restaurador, pero no como autor de la misma, algo que «me extrañó, aunque no le dí más importancia». Sin embargo, la comunicación con los nuevos hermanos no era tan fluida como antaño. Un día se reunió con ellos y le dijeron que sustituirían el cristo porque, según el informe de otro autor, su mal estado de conservación no merecía la inversión necesaria para restaurarlo a fondo. «Evidentemente no estaba de acuerdo y, sobre todo, no entendí que no me hubiesen encargado ese informe a mí, que era quien que mejor conocía la imagen». Podría haberse sacado de puntos para su reconversión en talla, como se habló 20 años atrás, algo que él mismo estuvo dispuesto a costear, pero, lamentablemente, no tuvo la oportunidad de materializar el programa iconográfico planificado originalmente.

Hoy lo recuerda como una anécdota, algo que pudo ser y no fue. Por suerte, ha retomado su producción artística expandida a campos como la fotografía, la azulejería artística e, incluso, la elaboración de abanicos artesanales. Imparte clases particulares de pintura y ha organizado diversas exposiciones, la última de ellas, Imágenes, junto a su alumna Leonor Pavía en el Centro de Congresos de San Fernando. Cristóbal ha modelado, además, el rostro de Cayetano Roldán, el cual, tras su fundición en bronce, lucirá pronto en una de las calles de San Fernando. Fue el propio nieto del alcalde republicano asesinado por los fascistas quien dio el visto bueno a la obra semanas antes de fallecer, reconociendo al instante las facciones de su abuelo.

Cristóbal Cepillo en su taller con la antigua Cruz de Guía de El Perdón.

Cristóbal Cepillo en su taller con la antigua Cruz de Guía de El Perdón.

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