Celestino García Alonso, el escultor guadalajareño que trabajó para las Capuchinas de San Fernando

10 junio, 2019

Alejandro Díaz Pinto

Hace poco más de dos años observábamos con impotencia cómo parte del patrimonio escultórico de las Capuchinas de San Fernando (Cádiz) era desalojado de este monasterio al que habían pertenecido durante siglo y medio.

La pieza más interesante se perdió mucho antes, y hoy se encuentra en un convento de Sanlúcar de Barrameda. Su presencia en la capilla conventual, presidiendo el ático del retablo principal, fue más efímera, pues no era parte de la colección encargada para este centro a fines del XIX, sino que procedía del desaparecido templo de San Antonio, para el que fue tallado por el escultor Juan Gandulfo en 1784 a tenor de los datos aportados por Fernando Mósig Pérez.

No obstante, es el conjunto decimonónico encargado expresamente para el monasterio el objetivo de este artículo. O, más bien, su autor: Celestino García Alonso, quien según Mósig lo realizó entre 1896 y 1897. Pocos datos conocemos acerca de este artista más allá de su residencia o taller en la calle Juanelo de la capital, pleno barrio de La Latina; información que trataremos de ampliar con la ofrecida por publicaciones periódicas de la época y otras más recientes que la memoria ha recuperado.

La fase de mayor actividad de este autor se circunscribe al período de la Restauración Borbónica en que el trono de Alfonso XIII, aún menor de edad, era regido por su madre, la reina María Cristina de Habsburgo. España sufría el fin de su imperio colonialista debido a una guerra con Estados Unidos que desembocó en la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Eran unos años de fuerte agitación social, donde los estratos obreros comenzaban a consolidar su conciencia de clase, a organizarse y luchar por sus intereses, aunque también de riqueza cultural, con nuevas corrientes literarias o las exposiciones artísticas nacionales celebradas en el Palacio de las Artes e Industrias de Madrid.

Tramo central del retablo de las Capuchinas presidido por la Virgen del Rosario, obra de Celestino G. Alonso.

Tramo central del retablo de las Capuchinas presidido por la Virgen del Rosario, obra de Celestino G. Alonso.

Pero vayamos al principio. Celestino García Alonso había nacido en Sigüenza (Guadalajara) en 1839. Ya en Madrid, fue discípulo de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, y premiado por la sociedad El Fomento de las Artes.

Participó en la Exposición Nacional de 1871 con un alto relieve de la Purísima sobre un grupo de ángeles, todo ello en madera. Las críticas, en general, fueron buenas, destacando los conocimientos del autor para lograr un conjunto armónico y firme en su ejecución, aunque con cierta monotonía en los ángeles respecto a la figura principal, de la que se dijo que está bien plantada y con actitud propia de la idea que representa.

Diez años antes de su encargo para San Fernando realizó una escultura de San Alfonso María de Ligorio para los PP. Redentoristas de Madrid con motivo del centenario de este santo. La obra se presentó públicamente en el Monasterio Real de la Visitación de Nuestra Señora, más conocido como las Salesas Reales, donde presidió el altar mayor de la iglesia durante la novena celebrada entre el 25 de julio y el 2 de agosto de 1887, día de su festividad. Era una imagen de madera, de tamaño mayor que el natural, vestido de pontifical y en actitud de bendecir con la mano derecha mientras se apoyaba con la izquierda en su báculo. No dejó indiferente a nadie. Fue halagada por Angelo di Pietro, nuncio del Papa, Antonio Vico, auditor de la nunciatura, y el padre Acevedo, procurador de los PP. Redentoristas, autoridades eclesiásticas que la definieron como una joya del arte, un verdadero retrato del santo que destacaba por el detalle en sus ropajes. No hemos podido constatar la existencia en la iglesia de una escultura con estas características, pero sí en el Santuario de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro que la misma orden comenzó a levantar en Madrid cinco años después.

Del autor, dice La Correspondencia de España, que apenas era conocido y que su modestia le había impedido presentar la obra en la Exposición de Bellas Artes. Sin embargo, ya sabemos que había participado en la edición de 1871, y al parecer también en la de 1878.

Logró con su talento que la Academia de Bellas Artes de San Fernando aprobase su propuesta para la estatua de Velázquez contemplada en el programa decorativo del nuevo Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, es decir, la actual sede de la Biblioteca Nacional y del Museo Arqueológico en el Paseo de Recoletos de Madrid. Cada una de las estatuas, medallones y esfinges que contemplaba dicho programa fueron adjudicadas a un autor seleccionado entre los muchos que optaron vía concurso ateniéndose al pliego de condiciones aprobado por Real Decreto el 10 de julio de 1891. En junio del año siguiente, la Academia aprobó un oficio del escultor guadalajareño participando haber entregado a la dirección facultativa de las obras de este edificio el modelo definitivo de la escultura de Velázquez. Sin embargo, no fue hasta noviembre de 1894 cuando esta fue examinada por la comisión competente junto a las de Nebrija y Cervantes, firmadas por Anselmo Nogués y Juan Vancell respectivamente, dando parte la Academia a la dirección general de Instrucción Pública. Es en el transcurso de estos dos años cuando participa en la Exposición Nacional inaugurada en diciembre de 1892 con el boceto en yeso de la obra.

Paralelamente se dedicaba a la enseñanza de la Escultura en su taller de la madrileña calle Juanelo, en la segunda planta del número 20. Allí continuaría recibiendo encargos como el de las MM. Capuchinas de San Fernando, para las que realizó a la titular, la Virgen del Rosario, a Santa Clara, San José, San Antonio, y a los beatos Verónica Giuliani y Diego José de Cádiz. Mósig cita a los santos Servando y Germán, sin embargo, parece que los que flanqueaban el ático del retablo mayor eran del siglo XVIII y solo estaban allí en depósito: también pertenecían a la desaparecida iglesia de San Antonio, es decir, al Obispado, pues, al contrario que las anteriores, no fueron trasladadas por las monjas a su nueva residencia y se encuentran hoy en una iglesia de Cádiz.

Durante estos años, o ya al principio del siglo XX, trabajó en la magnífica Iglesia de San Miguel de Madrid, para la que realizó al menos dos imágenes, una de San Gerardo Mayela y otra más de San Alfonso Ligorio, por lo que intuimos seguía vinculado a la orden de los redentoristas.

Con independencia de su actividad artística, Celestino García también poseía o participaba de otros negocios: su dirección aparece en un anuncio, fechado en 1892, para vender una finca entre Romancos y Brihuega con árboles frutales y un molino harinero-aceitero.

Estatua de Velázquez a las puertas del Museo Arqueológico Nacional

Estatua de Velázquez a las puertas del Museo Arqueológico Nacional

  • La Gaceta Industrial: 1871.
  • La Ilustración Católica: 1887
  • La Correspondencia de España: 1887, 1891, 1892, 1894
  • La Cruz: 1887
  • Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara: 1892
  • La Lectura Dominical: 1927
  • El Decano de Guadalajara: 1998

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