Carlos Guillén: «La Música es más que un trabajo; es mi idioma»

19 julio, 2017

por Alejandro Díaz Pinto

Ldo. en Periodismo y Máster en Patrimonio Histórico-Arqueológico

Recién concluida la titulación superior en Clarinete, el joven isleño se enfrenta a los dos últimos años de Composición mientras ejerce como docente e integrante de banda.

Aunque su familia es hortelana y es hermano de Afligidos, lo cierto es que este joven isleño, de tan solo 24 años, no está dispuesto a encorsetarse en la música procesional. Ni siquiera las marchas que ha compuesto hasta ahora cumplen los parámetros típicos para este tipo de composiciones musicales porque «me gusta innovar, aunque eso implique todo tipo de críticas». Así de claro se muestra y, en realidad, es su tónica general desde que comenzara sus estudios en el conservatorio Chelista Ruiz Casaux de San Fernando hace más de 15 años. Ahora, con su titulación superior en la mano y camino de obtener la segunda, varios trabajos estrenados con éxito e incluso accésits en concursos nacionales, Carlos Guillén reflexiona sobre esta evolución y lo que aún queda por llegar.

Al echar la vista atrás, reconoce que «fue mi hermano Domi quien más me influyó al inicio de esta aventura». Con su saxofón logró que no solo Carlos sino también su otro hermano, Alberto, se adentraran en el mundo de la música. Al concluir el grado elemental, siguió con el profesional en el Manuel de Falla de Cádiz a la vez que cursaba el bachiller científico-tecnologico y, finalmente, logró acceder al superior para concluir su carrera. «Una carrera que, en nuestro caso, se prolonga más de una década y media».

Pese a lo que pueda parecer, no fue un camino de rosas. La primera vez que se presentó a las pruebas para entrar en el grado superior habían salido muy pocas plazas y se quedó fuera. «Siempre he sido muy autoexigente, y tenía claro que se fallaba una segunda vez no volvería a intentarlo», recuerda. Tampoco se quedó de brazos cruzados; se matriculó en Magisterio de Educación Primaria mientras preparaba su segundo intento para «no perder el hábito de estudio, y por tener un plan B. Incluso llegué a plantearme continuar porque siempre me ha gustado la docencia». Al final le pudo el corazón y comenzó la última etapa en Jaen porque «ni siquiera esperé por si se caía alguien de la lista y podía entrar en Córdoba». Concluido el primer curso, trasladó su expediente a la capital hispalense, donde concluyó en 2016 con su Trabajo Final de Estudios sobre la evolución de la música cinematográfica en España. Ya entonces tenía claro que continuaría con el título en Composición porque «es lo que de verdad me llena».

Pero esto es solo la ruta principal de una pasión que ha compaginado con otras experiencias. Desde los 10 años formó parte de la banda de música de la Cruz Roja —actual Maestro Agripino Lozano— donde llegó a ejercer como subdirector. Durante los últimos tiempos impartió clases en esta asociación cultural isleña, antes de mudarse a Sevilla, y, una vez allí, entró en la banda El Carmen de Salteras, a la que sigue perteneciendo. En la actualidad compagina las actividades de esta entidad con su labor como docente tanto en el Aula Municipal de Música de Albaida del Aljarafe como en la Escuela de Música Manuel Cabalgante. Y eso sin dejar de componer sus propios proyectos, algunos por encargo, otros por amor al arte.

Entrega de premios del concurso 'Ciudad de Toledo' en una imagen de Agustín Puig.

Entrega de premios del concurso ‘Ciudad de Toledo’ en una imagen de Agustín Puig.

Una decena de composiciones

Pese a su juventud, son varios los trabajos firmados por Carlos Guillén. El primero de ellos se tituló Esperanza, dedicado a la titular de la cofradía del Huerto y a la figura de su padre, al que además le une una gran amistad. «No podía ser de otra manera», declara. Con la siguiente, Camino de Amargura, pensó en su cofradía de los Estudiantes. Aunque parezca de cine —nunca mejor dicho— fue compuesta en 12 días para el concurso de marchas ‘Ciudad de Toledo’, «fruto de una apuesta con un compañero». Blanco se quedó al recibir la llamada para informarle de su selección, y más blanco aún al encontrarse allí con el director de la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, Francisco Javier Jiménez Juan, «a quien admiro profundamente». Obtuvo el quinto lugar —segundo accésit— entre más de cien compositores de Italia, América Latina y Europa. Él era, por cierto, el más joven de todos.

Sobre la obra presentada, explica que «quise hacer algo diferente… sabía que podía gustar mucho o nada, pero el simple hecho de que me seleccionaran ya era un premio». Para ello se inspiró en el pasaje del encuentro de Jesús con su madre en la Calle de la Amargura porque es «muy teatral, muy de ópera»«Leí sobre el tema para visualizar la escena y le puse música sin seguir un guión programático». Según Carlos, la música no solo busca la belleza, sino levantar un sentimiento. Uno que a veces puede ser amargo. De ahí el lema ‘Amargo Camino’ con el que presentó esta composición que bien podría formar parte de una banda sonora cinematográfica.

A estas siguieron Reina y Madre de la Encarnación, Valvanera, La Flor de Salteras —aún inédita— y Nazareno Blanco, inspirada por el traslado al trono del Nazareno de Salteras a la luz de los hachones. Más tarde haría lo propio con Reina y Madre de la Villa y Desamparos, un encargo de la Sinfónica de Sevilla. Asimismo ha compuesto música para trío de capilla y también ‘de cámara’. Es el caso de Canción de amor sin palabras. Aunque quizá su obra más conocida en La Isla sea la titulada Melkart, un pasodoble que nació como homenaje a su ciudad, combinando lo sinfónico con guiños flamencos y las olas del mar. Se estrenó hace pocos meses en el Teatro Hogar Virgen de los Reyes de Sevilla e interpretada nada menos que por la Banda Sinfónica Municipal de esta localidad, entre las más antiguas y prestigiosas del panorama nacional.

«Es mi más profunda declaración de amor hacia mi tierra, con toda su esencia a través de mis filtros», declara, y debe su título al que considera uno de iconos más evocadores de La Isla: el Castillo de Sancti Petri. Para algunos imponente, para otros muy arriesgada, Carlos tiene claro que continuará creando cosas diferentes en una sociedad que considera «cada vez más procesada… cualquier innovación está mal vista, pero no me importa».

«No me siento más ni tampoco menos que nadie. Solo aspiro a enseñar Música y desarrollar mis propios proyectos con libertad».

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