Vicente Gonzalvo Navarro
Infante de Marina
Recién salido de Puerto Real y cuando el tren enfila la Isla de León, rodeado de caños y agua salada, el viajero que se dirige a Cádiz o San Fernando por vía férrea concede unos segundos a los sentidos para saber en primer lugar que está junto al mar: la luz tan especial, la brisa del litoral y el característico frescor se hacen notar, y también el peculiar «olor a marisma» nos adelantan en esos momentos que nos acercamos a un sitio tan peculiar y diferente…, y como también sabemos, especialmente relevante para la historia de España, y de Europa.
Algo parecido debieron pensar los primeros soldados de la temible caballería francesa cuando se plantaron en el caño de Sancti Petri, cerca del recién destruido (en su arco central) Puente Zuazo el día cinco de febrero de 1810, quizás pensando también que su victoria estaba realmente cerca.
En ese sentido, quisiera agradecer sinceramente la deferencia que, de la mano de Alejandro Díaz y José Quintero, se me ha dado al poder escribir estas líneas en Patrimonio La Isla para contribuir, en la medida de lo posible, a la celebración del «24 de septiembre», memorable y muy querida fiesta local que conmemora el comienzo de la reunión en Cortes en la Iglesia Mayor de San Pedro y San Pablo; hecho que sucedió a partir de las nueve y media de la mañana del 24 de septiembre de 1810, donde después del Juramento y el Te Deum, ya en el Teatro Cómico (o Real Teatro de las Cortes, como se le conoce actualmente), y tras una larguísima sesión plenaria, se aprobaron preceptos legales tan importantes para la sociedad española de hoy en día como la separación de poderes, la inviolabilidad de los parlamentarios y el principio de soberanía nacional mientras la Isla de León era asediada por las invencibles tropas de Napoleón Bonaparte al mando de sus generales más temidos: los mariscales Soult y Víctor.
Camino a la Real Isla de León (Editorial Sílex, 2020) es un ensayo histórico que de manera amena y detallada cuenta los sucesos acaecidos desde la derrota de Ocaña (1809), cuando el vencido y así llamado Ejército (español) del Centro salió en desbandada hacia el Sur de España, circunstancia seguida sucesivamente por la «traslación» del Gobierno español desde Sevilla, donde se ubicaba la Junta Central, hasta la Isla de León, donde se instauró un gobierno provisional, una Regencia (sic), el día dos de febrero de 1810, de la que formaron parte importantes políticos, militares y eclesiásticos como D. Pedro de Quevedo y Quintano, Obispo de Orense, D. Francisco de Saavedra, Consejero de Estado, D. Francisco Javier Castaños, General de Ejército y vencedor de Bailén, D. Antonio de Escaño, General de Marina (y Jefe de Estado Mayor de la escuadra de Trafalgar) y D. Esteban Fernández de León, representante de las llamadas provincias ultramarinas sustituido posteriormente por D. Miguel Lardizábal y Uribe, natural de nueva España, actual México.
Una forma de gobierno, que, aunque con muchísimas dificultades, permitió la supervivencia inicial del Estado y algún tiempo más tarde facilitó la convocatoria de Cortes, no sin que sucedieran una serie de interesantes vicisitudes que también se abordan en la obra. En aquellas fechas, en el plano militar, la parte del Ejército (superviviente) que por entonces actuaba en la zona de Extremadura, emprendió una retirada realmente épica el día 15 de enero desde Don Benito, en Badajoz, hasta la Bahía de Cádiz, llegando los hombres «exhaustos», perseguidos por distintas unidades galas pero en definitiva pudiendo salvaguardar la fuerza para permitir la defensa de Cádiz.
Al mismo tiempo, desde Sierra Morena, la así llamada División del Centro del General Copons y Navia, en cuyas filas se integraba el valeroso y conocido Segundo Regimiento de Marina, cuyo sucesor es el actual Tercio de Armada (basado actualmente en San Fernando), «[…] caminando sus hombres con los pies descalzos» y bajo la «[…] nieve y la lluvia», evitando bajar al valle del Guadalquivir, se dirigió en retirada a Huelva y sucesivamente por mar hasta La Isla.
La Isla de León fue verdaderamente el último reducto. En aquel momento permanecía defendida por unidades de caballería, infantería y también de la Armada: fuerzas sutiles, infantería de marina y buques, una serie de voluntarios (y unidades británicas y portuguesas), siendo todos ellos acreedores, tal y como se estudia y documenta en la obra, del reconocimiento mas alto de la nación; siendo este finalmente materializado en la Cruz de Distinción que recibieron de manos del Rey aquellos soldados donde aparecía la explícita inscripción Se salvó la nave que zozobraba.
Por otro lado, siendo analizado este asunto muy detalladamente en el libro, la retirada del XIV Duque de Alburquerque, José María de la Cueva y de la Cerdá, y su fuerte personalidad, produjeron más impresión incluso fuera de España que dentro de nuestro país… Como decía el mismísimo Marx, este era, el Duque, un hombre capaz de dirigir una «Gran Guerra»; apreciado hasta el extremo por sus hombres y vilipendiado por el poder político, murió prematuramente apartado en nuestra legación diplomática en Londres, sin el reconocimiento que hubiera merecido.
En el plano político y social, el libro aborda la relación de poder de liberales, conservadores, aristócratas y eclesiásticos, y otros, que fue equilibrándose en cierta medida lográndose un mínimo consenso que permitió la supervivencia de las instituciones y que garantizó finalmente la independencia y soberanía nacional. En ese contexto, la Regencia, el Ejército, la Marina, las Cortes de la Real Isla de León, abrieron las puertas a la modernidad de manos de la tolerancia, el respeto a los derechos sociales y la igualdad ante la ley desde esta inolvidable y extraordinaria ciudad del Sur de España.
A modo de conclusión, como es sabido, la victoria de España fue quizás el primer exponente del tránsito a la modernidad sin el cual resulta realmente difícil explicar nuestra historia reciente. Aunque en el caso español, realmente, no hay un verdadero consenso entre los historiadores sobre dónde comienza la actual época moderna (existen algunas referencias sobre la Restauración, la Segunda República o incluso el período de transición a la actual democracia) y otras mas lejanas, siendo una opinión más que, para este autor, el periodo moderno de la historia española comienza realmente el 22 de enero de 1810 cuando el gobierno nacional comienza su traslado a la Isla de León, después de que todas las instituciones del Estado prácticamente se hubieran desmoronado y el Ejército español hubiera sido casi totalmente derrotado, siendo capaz, sin embargo, de recomponerse el día 31 del mismo mes en la forma de una Regencia y, posteriormente, por la acción popular, rindiendo a las temibles, e invencibles hasta entonces, fuerzas terrestres francesas.
Camino a la Real…, finalmente, pretende apoyar con humildad el reconocimiento de la historia de la Isla y de sus gentes, de nuestra Armada y Ejército, de los próceres hispanos y de su indudable, ejemplar e importante contribución a la historia de Andalucía, la España de los «dos hemisferios» y también Europa, en relación con los sucesos acaecidos a principios del año 1810, cuando toda la soberanía nacional estuvo en La Isla y donde el pueblo español, representado finalmente por la Junta de Cádiz y la Regencia, pero sobre todo por los ciudadanos de Cádiz y La Isla, hizo valer sus convicciones ante muchísimas dificultades, siendo realmente un ejemplo para el futuro.
Sobre todos estos sucesos merece sin duda hacer una profunda reflexión y recordar, en definitiva, para tratar que hechos tan relevantes de nuestra historia queden siempre en la memoria y el recuerdo de las sucesivas generaciones.
Muy Feliz 24 de septiembre a todos.