Un artículo sobre el Puente Suazo fechado en 1914

21 febrero, 2017

por Ildefonso Nadal en Revista Ilustrada Iris [30/08/1914]

localizado y transcrito por Alejandro Díaz Pinto [19/02/2014]

San Fernando: Puente de Zuazo

   Ciertamente, merece el histórico Puente de Zuazo, que tendido sobre la ría del Sancti-Petri una la isla de León con la península Ibérica, más respeto, consideración y simpatía de la que en San Fernando se le tiene.

   Por su valor arqueológico es una de las pocas construcciones de mérito que conservamos de los tiempos de la dominación romana. Prueba esta respetable antigüedad, (evidente para la inspección de un técnico) el corte especial de las piedras de sus pilares, la falta de argamasa que las une y otras señales que no permiten duda sobre tan valiosa circunstancia.

   Por su valor histórico, es merecedor del más profundo respeto y la más sincera estimación porque aunque solo sea por el importante papel que desempeñó durante los gloriosos tiempos de la guerra de la Independencia, merece ser considerado como meritísimo monumento. El fué, la frontera oriental de la España libre, en los años de la invasión francesa; fué la barrera infranqueable para las águilas imperiales que dominaron con su vuelo triunfante casi toda Europa.

   Los soldados del poderoso imperio de Napoleón vieron cortar ante su paso el camino de piedra que el imperio de Roma construyera y no pudiendo franquearlo incurrieron en el enojo de la diosa de la victoria que, hasta entonces, los protegía y los guiaba.

   Lleva el puente por nombre, el apellido de D. Juan Sánchez de Zuazo, señor de la Isla de León, que le hizo grandes obras de reparaciones; pero en vez de este nombre, relativamente oscuro, debiera ostentar otro de los muchos, más sonoros y significativos, a que tiene derecho induscutible.

   Puente de la Libertad, pudiera llamarse, porque él fué el límite de la España libre; puente de la Independencia, porque fué el último baluarte de nuestra patria independiente; puente de España, porque es el camino que une a la Isla de León con el resto de la nación; puente de Ibérica porque él es la ligazón de la península con la isla que ocupan Cádiz y San Fernando.

   Para nosotros, amantes de nuestro terruño, apasionados por sus glorias, admiradores de sus obras de mérito positivo, es el puente Zuazo, construcción casi sagrada; despierta nuestro orgullo cuando ufanos la mostramos a los forasteros y sentimos adueñarse la vanidad de nuestro ánimo, cuando entre frases de elogio recitamos su gloriosa historia, hacemos constar su gran antigüedad y nos esforzamos por que resalte el mérito de su construcción que resiste incólume, durante siglos y siglos, el empuje formidable de las corrientes batiendo con furia sus pilares, para llevar el agua de las mareas a los caños de la Carraca o para desaguarlos poco después en el Océano.

   Por eso nos es doloroso ver, cómo la piqueta demoledora se ensaña en la destrucción de algunas de sus partes accesorias; cómo la incuria y el abandono permiten que se caigan desmoronadas sus garitas, murallas y defensas; cómo en nombre de un progreso que aún no ha llegado, y quizá tarde en llegar bastante tiempo, se destruyen pedazos de las construcciones a él anexas, que debieran ser venerandas e inviolables.

   Yacen diseminadas por el suelo, las piedras de la puerta de entrada al puente; esas piedras que durante el sitio de la Real Isla de León sostuvieron una de las baterías de defensa contra el formidable enemigo. Cayó mutilado el escudón de marmol que coronaba la arcaica puerta, para, en futuros tiempos, dejar entrada al tranvía eléctrico que quizá algún día una nuestra ciudad con la vecina Chiclana.

   Rodaron por el suelo, arrancadas de su lecho secular, las piedras que formaban las fortificaciones del Portazgo; posiciones avanzadas de nuestros defensores que contuvieron en 1810 al ejército invasor, acampado en las cercanías de Chiclana.

   Se desmoronan, día por día, las garitas, murallas y pretiles; se deshacen en abandono completo, las baterías de Daoiz y Velarde, hoy desarmadas. Poco a poco, se van perdiendo las construcciones que formaban la defensa del puente y sólo quedan desafiando a los siglos, resistiendo el constante empuje de las aguas, los macizos pilares y los ciclópeos arcos.

   Aun en ellos, hay una mutilación; pero muy al contrario de las anteriormente anotadas, es esta una destrucción honrosa. Uno de los arcos centrales fué demolido en 1810 por los obreros de la Carraca para cortar el paso de las huestes de Francia y asegurar la independencia de las dos ciudades hermanas que condensaban en su seno la nacionalidad española. Desde aquella fecha un pasadizo de madera sustituye el arco de piedra que construyeron los romanos y el puente, gloriosamente mutilado, recuerda a un veterano que muestra con orgullo la honrosa herida que recibiera en heroica defensa del honor y de la libertad de su patria.

   Algo sobre la historia del puente.—Muy diversas y de muy dudosa exactitud, son las noticias que sobre la primitiva construcción del puente han llegado hasta nosotros. En rigor se ignoran los datos fidedignos que a él se refieren en cuanto a la fecha de su construcción y hasta los nombres con que fué conocido antes de que en 1411 se le diera el apellido del Doctor D. Juan Sánchez de Suazo (o de Zuazo).

   Algunos autores lo atribuyen a Hércules y en verdad que no puede asignársele origen más encumbrado. Suponen estos que llevó el nombre de Vía Heráclea o Vía de Hércules y hay que reconocer que si fué así, descendió mucho en la fama de su nombre cuando cambió el del célebre semidiós por el del rico caballero de Jerez que hoy lleva.

   Se asegura también que fué conocido por camino de la plata, por las muchas riquezas que por él pasaban en conducción para Roma.

   Otros autores envuelven la historia de su fundación en una fábula poética y no exenta de romanticismo.

   Era, según ellos, en tiempos en que el rey Hispan, nieto de Hércules que a su vez lo era de Noé, tenía su corte en la ciudad de Cádiz; tiempos perdidos en las brumas del pasado que algunos suponen 1600 años antes de nuestra era. Riquísimo tesoro de belleza y virtud era Iberia, hija de Hispan, y la fama de su hermosura era tal, y tan unánimes y merecidos los elogios que corrían de ella, que fué la gentil princesa el anhelo de todos los príncipes de su tiempo. De todos los ámbitos del mundo llegaban a Cadiz, ansiosos de conocer y admirar a la ideal criatura y los más poderosos reyes, sumisa y rendidamente, la solicitaron por esposa.

   Ofreció la joven su amor al que más digno de ella se mostrase, realizando, más perfecta y acabada, una gran obra en su patria. Y aconteció que tres reyes concurrieron a la contienda. El rey de Escocia, que construyó en breve tiempo los muros que rodearon la ciudad; el rey Pirro, de Grecia, que construyó el puente, y un rey africano, que surtió a Cádiz de rico caudal de aguas traídas del Tempul.

   Fué Pirro el vencedor y se desposó con la bellísima princesa que sabía unir a las perfecciones de su cuerpo, los hechizos de la virtud y el claro talento que la impulsó a dotar a su patria de tres obras magníficas y costosas.

   Otros autores, haciéndolo descender en la escala de la fama, lo atribuyen a los fenicios, que en remotísimas épocas fundaron en la isla Erithia la ciudad de Gades.

   También al valeroso cartaginés Aníbal se atribuye la construcción del puente, cuando este animoso general desembarcó en el templo de Heraclium, (islote de Sancti-Petri) para atraer el favor de los dioses sobre sus empresas guerreras, ofreciendo sus votos al divino Hércules, cuyos huesos reposaban en el magnífico templo a él dedicado. Los historiadores que menos antigüedad asignan al puente, lo suponen construído a expensas de Lucio Cornelio Balbo, Consul Romano, conocido por el nombre Garamantico por haber sometido a Roma el imperio de los garamantes.

   Cornelio Balbo, dueño de un capital inmenso y amante de Cádiz, su ciudad natal, fué el que, según algunos, ordenó en el año 14 antes de Jesucristo la obra del puente y la conducción de aguas del Tempul a Cádiz.

   Características.—Longitud, 507 metros. Ancho del camino, 8 metros. Velocidad do la corriente en marea viva, 150 metros por minuto. Ancho del pasadizo de madera del ojo central, 12,90 metros.

   Reparaciones.—En su larga vida ha necesitado el puente de muchas y a veces muy costosas reparaciones, no siempre hechas con la oportunidad y diligencia que la importancia del puente requeria. No obstante, es admirable lo magnífico de la construcción, principalmente de sus pilares, que asentados en un terreno fangoso y movedizo resisten siglos y siglos la furia de las corrientes. No hemos de reseñar las muchas reparaciones que se le han hecho, porque sería esta relación prolija y falta en absoluto de interés. Solo referiremos que el rico vecino de Jerez, corregidor mayor de Galicia y oidor de la audiencia de S. M., Doctor D. Juan Sánchez de Suazo, costeó en 1400 grandes reparaciones, dándole su nombre al puente que desde entonces lo ostenta.

   Muchas veces ha estado el puente en lastimoso estado. Cuando Alfonso el Sabio reconquistó esta isla, arrancándola del poder de los moros, grandes maderos apoyados en los pilares eran los que servían para el paso. Algún tiempo después el maderámen había sucumbido al uso contínuo y al destrozo de los años, y una barca tuvo que utilizarse muchos años para el paso de mercancías y de viajeros.

   En tiempos del emperador Carlos V tuvo éste que comisionar al gran arquitecto Marín para nuevas reparaciones, costeadas por un tributo del uno por ciento que el puerto de Cádiz impuso sobre todas las mercaderias que se fondeasen en su bahía.

***

   Su historia militar es larga y brillante como corresponde á su posición y circunstancia de ser el único camino de enlace de la isla de León con la península Ibérica.

   Prescindiendo en absoluto de muchos sucesos de poca importancia en que desempeñó papel interesante, recordaremos que él fué el dique que salvó, con una heroica resistencia, a España en 1596 de la invasión de los ingleses y fué también la salvación de la libertad de la patria en mil ochocientos diez.

   A sus pies se fundó un carenero de la marina de guerra que unas veces con trabajo y muchas sin él, por el completo olvido y abandono en que le tenían los gobiernos, fué viviendo una vida lánguida hasta que en 1715 se activó mucho su trabajo.

   Se componía este pequeño Arsenal, de carenero, fábrica de lonas y jarcias y taller de motonería.

   En el reinado de Carlos III se decretó la construcción de la Carraca como ampliación del pequeño carenero del Puente. Vemos, pues, que al contrario de lo que de ordinario ocurre, es el puente más antiguo que la ciudad a que pertenece.

   En vez de nacer el puente para el servicio del pueblo, nació San Fernando en el camino del primero. Igualmente puede decirse que si bien San Fernando es ciudad hija del puente, la Carraca es nieta de él, porque nació del carenero y de la ciudad, ambos hijos del famoso puente de Zuazo.

   Por último, y como rasgo curioso, nunca llevó éste, como es corriente, el nombre de la ciudad; en cambio ésta se llamó muchos años Consejo del lugar de la puente.

***

   Para terminar referiremos una tradición gloriosa.

   No es una empresa guerrera en que fuera el puente de Zuazo instrumento o testigo, por muy heroico que fuera, es de gloria más pura é indiscutible.

   No es el haber engendrado un pueblo, ni haber producido un arsenal: es mucho más glorioso.

   No es el haber resistido miles de años la furia de las aguas sin demoler sus pilares; es más, mucho más.

   Cuenta la tradición, que San Pedro embarcó en el puente y arribando a la isla que hoy lleva su nombre, la bendijo para borrar el estigma de haber sustentado muchos siglos el templo pagano dedicado a Hércules.

   Volvió el Santo Pescador a arribar al puente y por segunda vez sus sagradas plantas se apoyaron en las piedras de la vetusta construcción.

   Si es cierta la tradición, ¿cuáles serán las piedras que lo sustentaron? ¿Cuáles las que tocó con sus manos? ¿Cuáles, al menos, las que rozó con sus vestidos?

   ¿No es más glorioso este sólo hecho que todas las hazañas épicas y las más prodigiosas condiciones arquitectónicas?

Ildefonso Nadal

Logo de la Revista Ilustrada Iris, editada en San Fernando en 1914.

Logo de la Revista Ilustrada Iris, editada en San Fernando en 1914.

Revista Ilustrada Iris [Fuente: Biblioteca Nacional de España]

Con el subtítulo ‘revista semanal ilustrada de ciencias, letras y artes’, comienza a editarse en la ciudad de San Fernando a partir del nueve de julio de 1914. Siendo una publicación de carácter local da cabida también en sus páginas a textos y fotografías concernientes a otras poblaciones gaditanas, de otras latitudes españolas -Sevilla o Ceuta-, y extranjeras, con fotograbados de vistas de ciudades, edificios o monumentos. Dice estar alejada por completo de las ‘enconadas luchas políticas y sociales’ y su objetivo es publicar trabajos curiosos, interesantes, amenos, artísticos e instructivos sobre las materias que expresa en su subtítulo, además de otras como el desarrollo industrial o comercial.

Se desconoce quien fue su editor o director, pero llega a contar con imprenta propia. Aparecen bajo sus textos las firmas de Luis Chacón y Suárez, Ildefonso Nadal, Salvador García Francos, Manuel Castejón Amores, Servando Camúñez, Julio Moro Morgado, José Navarro, Carlos Sánchez del Arco, Narciso Cayetano García, Antonio Matute Santaella, Jaime Mercant o Pedro Jesús Bravo y Sobrado, entre otras. Algunos textos van firmados con iniciales.

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