Arqueólogo isleño en Benzú (Ceuta), una de las zonas de ocupación más antiguas del planeta

22 diciembre, 2016

por Alejandro Díaz Pinto

Antonio Barrena Tocino codirige actualmente la campaña de investigación en el yacimiento ‘Abrigo y Cueva de Benzú’. Su tesis doctoral se centra en la industria lítica localizada entre los estratos 5 y 6 del abrigo de este enclave que ha colocado a Ceuta en el mapa prehistórico mundial.

Las herramientas producidas en piedra por el hombre prehistórico son una de las fuentes más importantes para conocer aspectos sobre su modo de vida. Pero no pueden analizarse de forma aislada. El estudio de la industria lítica es complementario a otros que han de desarrollarse de forma paralela como el de la malacofauna -restos de moluscos- o el del polen, creándose así verdaderos equipos de trabajo para extraer conclusiones en un determinado yacimiento.

Es lo que ocurre desde el año 2002 en el ‘Abrigo y Cueva de Benzú’ (Ceuta), donde distintos profesionales de la arqueología han venido desarrollando su labor de investigación bajo la dirección de los profesores José Ramos y Darío Bernal. Este enclave gozó de una ocupación continuada durante 200.000 años aproximadamente, entre el 270.000 a.C. y el 70.000 a.C., siendo además «uno de los lugares más antiguos del mundo donde han aparecido moluscos consumidos». Así lo afirma el isleño Antonio Barrena, co-director de las últimas tres campañas de excavación e investigador predoctoral contratado por la Universidad de Cádiz para el desarrollo de su tesis, dirigida por José Ramos bajo el título Análisis tecnológico de los productos líticos de los estratos 5 y 6 del Abrigo de Benzú y su relación con yacimientos del entorno. Un estudio de los modos de vida y de trabajo de las sociedades cazadoras-recolectoras-pescadoras y mariscadoras y su vinculación al mar a través de sus herramientas.

Este trabajo viene a completar otros como los de el profesor Eduardo Vijande, también de San Fernando y encargado de co-dirigir el proyecto en anteriores campañas, pero a diferencia de aquel, Barrena no se centra en la cueva, sino en el abrigo, «un espacio que empleaban para resguardarse, otear el paisaje y como zona de reavivado de filos, pero no como hábitat», explica. Dichas investigaciones, centradas en los estratos 5 y 6, servirán en conjunción con las de otros compañeros para obtener datos sobre la movilidad de estos grupos, los lugares de los que obtenían materias primas o sus métodos de trabajo. «El objetivo es arrojar luz sobre las herramientas empleadas, quién y cómo las usaban, así como otros aspectos relativos al modo de vida durante estas fases de ocupación o sobre la reproducción -líneas apoyadas sobre estudios de funcionalidad-, patrones de consumo y de movilidad». Barrena ha debido para ello clasificar y catalogar alrededor de 13.000 piezas siguiendo el sistema logístico-analítico de Georges Laplace adaptado por Eudald Carbonell. Este sistema permite, por ejemplo, estudiar la cadena operativa o los movimientos posdeposicionales a través del rodamiento, algo que «en Benzú es casi inexistente debido a que el agua y la cal filtradas solidifican en bloques cada estrato al contacto con el sedimento arenoso».

Se trata, además, de «un trabajo que me encantaría adaptar y editar para hacer partícipe a la sociedad», al fin y al cabo «las tesis no son sino una base de conocimiento y control patrimonial que deben actualizarse constantemente», indica, comprometido con el concepto de beneficio social de los resultados. Esto es algo que el equipo de Benzú tiene muy presente dadas las memorias que cada cierto tiempo se editan a objeto de facilitar el acceso a las investigaciones. «Hay que socializar el conocimiento, para eso trabajamos con fondos públicos», concreta.

De momento adelanta que «la industria lítica es muy homogénea a lo largo de 100.000 años, lo que pone de relieve algún tipo de correa de transmisión; una estrategia social concreta». Asimismo destaca que «la mayoría de las herramientas son de arenisca salvo aquellas que, destinadas a una actividad específica, han sido retocadas o manipuladas tras su extracción». Es entonces cuando sale a relucir el sílex, más fácil de trabajar que la arenisca, especialmente tras pasar por fuego. «No es algo casual, sabían lo que hacían», aclara Barrena, cuyas conclusiones deben cotejarse con las de otros trabajos como el referido informe de funcionalidad llevado a cabo por el profesor Ignacio Clemente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Barcelona (CSIC), o el estudio de isótopos sobre las conchas de los moluscos que, a cargo de Igor Gutiérrez -Universidad de Cantabria-, aclarará dataciones y aspectos climáticos.

Antonio Barrena en plena campaña de excavación.

Antonio Barrena en plena campaña de excavación.

Arqueólogo de vocación

Antonio Barrena se licenció en Historia por la UCA, posteriormente cursó el Máster en Patrimonio Histórico en esta misma universidad y logró un contrato de investigación predoctoral. Este le obliga no solo a centrarse en su tesis, sino también a impartir clase, organizar eventos, ir a congresos y publicar artículos de investigación. «Es un sistema que nos mantiene activos», explica. Si bien es cierto que esta actividad le viene de fábrica. Vivió su primera experiencia sobre el terreno en 1º de carrera, en el yacimiento neolítico ‘Campo de Hockey’ de San Fernando, proyecto del que continúa formando parte en el área de industria lítica y cerámica. Más tarde trabajó en la ‘Cueva del Ángel’ (Lucena, Córdoba), en ‘Barranco León’ (Orce, Granada) y en la ‘Cueva de Enrique’ (Ceuta), así como otros yacimientos marroquíes. Participó en el proyecto de creación de la Carta Arqueológica del Norte de Marruecos y en la revisión de la de Ceuta. Fuera ya de su período de especialización -la Prehistoria-, fue contratado por Figlina S. L. de cara a las últimas fases de excavación de la necrópolis islámica de Algeciras.

A pesar de toda esta experiencia, Antonio reconoce que «me cuesta definirme como arqueólogo'». La razón es el gran respeto que le impone este concepto sobre el que hasta ahora no ha existido legislación clara. «Para ser ‘arqueólogo’ o ‘investigador’ no basta con licenciarte, debes acumular un bagaje importante, muchas horas de investigación y trabajo de campo», declara.

Del mismo modo aplaude a los «grandes profesionales que tenemos en San Fernando», pero sin olvidar que esta ciudad «no siempre ha gozado de la mejor de las gestiones». Algo que evidencia, por ejemplo, el hecho de que ‘Campo de Hockey’ no fuese musealizado en su momento. No obstante reconoce que «nosotros también debemos hacer autocrítica. Hemos desatendido nuestro papel social, algo debido en parte a la dificultad de compatibilizarlo con el trabajo que hacemos para conseguir una plaza en la Universidad o en cualquier otro ámbito laboral de manera estable». Defiende asimismo la necesidad de adaptar el discurso ya que «no podemos esperar a que la sociedad reclame lo que no les estamos dando».

Pese a todo, «tengo confianza en San Fernando. Si trabajamos duro puede convertirse en un sitio puntero, donde el pueblo demande y se entienda la arqueología como una ciencia social».

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