por Claudia García Coma / fotografía: Ignacio Escuín
Posiblemente es y será uno de los paisajes más fabulosos de esta ciudad.
Allí la belleza se concentra en una mezcla de arena, mar, viento y tranquilidad.
Ofrece un espectáculo excepcional y único de la naturaleza; bellas puestas de sol, cangrejos y moluscos que forman el tradicional arte pesquero de La Isla y, cómo no, el vuelo incondicional de las aves migratorias, que encuentran en ella el lugar ideal para su retiro y descanso.
Quizás los humanos no seamos tan diferentes a los animales y compartamos esta necesidad de aislamiento y soledad en las dunas de nuestra playa. Setenta y cuatro hectáreas de dunas vírgenes que emergen del Atlántico, te dan un abrazo y pasas a formar parte de esa mística belleza.
Y allí queda ella. La torre de vigilancia que recuerda nuestro nexo de unión militar. Punto estratégico para la defensa. Es parte junto a otros elementos de este cuadro improvisado que forma el ecosistema. Los recuerdos y vivencias que guardará dentro de ella… serían un libro abierto si pudiera relatar lo que durante años ha visto pasar.
Es un privilegio que tenemos los isleños el contar con ella. No puedo olvidar que fue mi primer punto de inspiración hace muchos años… Mar sin prisa, una canción grabada muy lejos de aquí pero con todo el sabor de mi tierra.
<<Aquella noche
mientras nuestros cuerpos yacían
sobre la suave arena
de un mar sin prisa
la luna miraba, y nos sonreía.
Y su alegría irradiaba
en suave luz sombría
y con la luz de tu mirada
se confundía.
Solos. Bajo el cielo inmenso
de tu cuerpo al descubierto
junto a la brisa tenue
del aire fresco
me acariciaste leve
y me perdí en deseos.
Que bello tu amor sincero
mientras me besabas
en silencio perdí la calma
y la sed me ahogaba sin recelo.
Qué tiernos tus ojos negros
que me pedían beber de tu aliento
y junto con tus labios sedientos
rocé tu alma y entré en tu cuerpo.
Qué pleno nuestro amor viviendo…
como las olas del mar
nuestros cuerpos se dejaron llevar
como la suave arena
nuestro amor se fundió con ella
como el ir y el venir
de un agua inquieta
nuestros deseos
se perdieron entre sus riendas
nada nos importa
más que la sed que nos devora
como las olas en un mar sin prisa
nuestros cuerpos de nuevo de movían
exhaustos rebosando amor
nos abrazamos
el tiempo se detuvo por un instante en nuestras manos
los cuerpos ya habían hablado
sobraban las palabras
era suficiente el lenguaje
de las miradas
y nos amamos de nuevo sin tiempo
grabando en nuestras mentes
cada imagen del deseo
nuestras manos se aferraron por siempre
aquella noche de fuego
y nuestros cuerpos se fundieron
en un solo corazón latiendo.
Como las olas del mar
nuestros cuerpos se dejaron llevar
como la suave arena
nuestro amor se fundió con ella
como el ir y el venir
de un agua inquieta
nuestros deseos
se perdieron entre sus riendas
nada nos importa
más que la sed que nos devora
como las olas de un mar sin prisa
nuestros cuerpos de nuevo se movían>>
Y las olas vienen y van… como los isleños a otras ciudades emigrando, como las aves en busca de un bienestar económico con el que desgraciadamente no contamos en nuestra ciudad, pero volviendo cada año en busca de retiro y descanso a las arenas de nuestra playa.
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