Un siglo congelado en el tiempo gracias a la familia Lazaga

27 junio, 2015

por Alejandro Díaz Pinto

El equipo de historiadores que forman parte del Proyecto Lazaga -con participación del Ayuntamiento, la universidades de Cádiz y Huelva y el CEI·MAR-, dirigido por el profesor don Alberto Gullón, y del que es coordinador Jesús Martín, se encuentra realizando los artículos que formarán parte de un libro-catálogo sobre estos fondos que los isleños tendrán entre sus manos para la segunda quincena de octubre.

¿Se imaginan entrar en un palacio romanticista y toparse, de repente, con una colección de cartas, documentos y fotografías pertenecientes a varias generaciones de la familia que allí vivió?

Justo así arrancaba hace años el trabajo de recuperación, conservación y catalogación del patrimonio documental de la familia Lazaga. Una colección única en España que ofrece una visión global sobre cómo era la vida en La Isla del XIX. Noticias, moda, establecimientos comerciales, relaciones personales… una colección que hoy, gracias a la profesionalidad de este equipo, se encuentra en la fase final de consolidación.

Un legado impagable

Además de redactar los textos que acompañarán a esta próxima publicación, los historiadores Jesús Martín, Ascensión López, Alba Quintero y David Garrido están dando una vuelta a la catalogación de los documentos para subsanar cualquier error. Todo ha de salir perfecto como merece la mejor colección de estas características después de la existente en la capital de Francia. “2400 cartas ya digitalizadas, algunas de las cuales conservan, incluso, su sobre correspondiente”.

Pero no todo queda ahí. Entre los fondos recuperados se encuentran también libros, recibos, facturas que ofrecen detalles precisos sobre productos comercializados durante siglos pasados, sus precios, etc. Asimismo, una documentación relacionada con las salinas que por su amplitud aún permanece en barbecho: “listados con las nóminas de los capataces, averías de los barcos, proveedores… que ofrecen una visión global de lo que fue San Fernando en el siglo XIX más allá del apellido Lazaga”. Esto último no se incluye, por supuesto, en el libro que se presentará en octubre ya que en palabras de Jesús Martín “hemos trabajado, de momento, sobre el material más sensible, el que mayor número de datos nos iba a aportar”.

Se refiere, evidentemente, a las cartas. Cartas familiares, sentimentales, algunas relacionadas con la profesión de los marinos ilustres de la casa y su día a día en el mar. Explica Martín que una de las secciones más importantes es la correspondiente a los cuatro años que José María Chereguini, esposo de Dolores Lazaga, permaneció embarcado durante la guerra hispano-norteamericana. De la otra parte -porque hay envíos y respuestas, algunas, escritas desde aquí- se citan enfermedades y sus tratamientos, los médicos, las farmacias donde se adquirían los medicamentos, “tenemos incluso cánulas vaginales y rectales con las que se aplicaban las irrigaciones en la época”.

Todo el material se circunscribe entre 1850 y 1950, tal como explica Ascensión López, otra integrante del equipo dirigido por Alberto Gullón y Rosario Márquez -de las Universidades de Cádiz y Huelva respectivamente-. “Tenemos un siglo entero de cartas escritas por José María Lazaga, la hija de éste, Dolores, o su marido, José María Chereguini. Raro es el año en que no encontramos, al menos, dos o tres documentos”.

Algunas cartas y sobres, por ejemplo, contienen un ribete negro adherido a sus márgenes que puede variar en grosor. Es un símbolo de luto y “nosotros consideramos la teoría de que el tamaño va en función del tiempo que hacía de la defunción o la importancia que para la familia tenía el finado”, declara López.

Aspecto que presentaba la Casa Lazaga cuando se recuperaron los documentos.

Aspecto que presentaba la Casa Lazaga cuando se recuperaron los documentos.

¿Por qué de repente?

Cerrada desde que el gobierno andalucista la adquiriese en 2001, la administración decide acometer una intervención de saneamiento y limpieza en la casa Lazaga que tiene lugar años después, con motivo de la configuración del PEPRICH -Plan Especial de Protección e Intervención del Casco Histórico-. Las puertas se reabren y los operarios municipales comienzan a deshacerse de todo lo que encuentran depositándolo en unos bidones dispuestos en la calle. Algunos ciudadanos, al intuir la valía de estos desechos, deciden quedarse con un recuerdo. Otros, en cambio, optan por llamar a Antonio Sáez, subdirector del Museo Histórico Municipal y dar cuenta del expolio que se estaba llevando a cabo. Él mismo acabó personándose allí junto a su compañero, Diego Moreno, para introducir todo el material en bolsas de basura y, de nuevo, dar el cerrojazo. Al menos los fondos ya estaban a salvo.

Seis o siete años después se planteó la posibilidad en el Museo de ir a recuperar aquello, y aquí es cuando entra en escena Jesús Martín. Con la ayuda de la entonces delegada de Patrimonio, Úrsula Ruiz, los técnicos vuelven a Lazaga “sin ser del todo conscientes del peligro que corríamos por su estado de ruina”, recuerda Martín.

Martín comenzó solo, a separar clasificar los documentos en función de su tipología. Durante su estancia en la Universidad se configuró el equipo, que, además de él mismo y Ascensión López, incluye también a David Garrido y Alba Quintero. Todos acabaron enamorados del proyecto. La llegada de Gullón y Márquez puso de relieve la necesidad de buscar amparo institucional para un trabajo de tal envergadura. “El entonces alcalde, José Loaiza, se mostró en todo momento receptivo a apoyar el proyecto, y los técnicos municipales se han volcado, literalmente, con él”, explican.

Todo el material de conservación ha sido costeado por el CEI·MAR -Campus de Excelencia Internacional del Mar-. Cuentan con contenedores especiales para preservar las cartas, fabricados por una empresa especializada en archivística y conservación. El objetivo, explican, es que se manipulen lo menos posible. Para eso se ha llevado a cabo el exhaustivo proceso de digitalización. Se espera que sean las propias instituciones implicadas las que pongan dicho contenido al servicio de los investigadores.

Un ejemplo de la vida cotidiana en el San Fernando de entonces. El día a día de la burguesía, la Armada, retazos de la parte científica ilustrada… “material de sobra para un espacio de interpretación de la ciudad en el siglo XIX que esperemos, pueda llevarse muy pronto a cabo”.

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