En recuerdo de la Academia General Central creada en 1879

13 mayo, 2017

por Manuel Cubero Urbano

Ldo. en Filología Hispánica, profesor y escritor

Corría el año de gracia de 1879 cuando Su Majestad el Rey don Alfonso XII de Borbón crea en la Real Isla de León la Academia General Central.

Creada esta academia con la finalidad de formar jóvenes soldados que habrían de dar gloria y honor a la Marina Española es designado para dirigirla el heroico Coronel Albacete Fuster. Este Coronel, que alcanzó la gloria en San Pedro Abanto, supo fomentar en sus jóvenes alumnos el espíritu de disciplina, entrega y honor que presidió toda su vida.

Así, podemos afirmar que las franjas rojas y las doradas sardinetas que estos soldados lucen en sus uniformes, más que un simple adorno, son el símbolo de una sangre entregada al servicio de la Patria, una sangre que regó, riega y seguirá regando los suelos de España en busca de la dorada gloria que solo alcanzan los corazones nobles y desprendidos de los hombres preclaros.

Si los colores rojo y oro nos hablan de la gloria alcanzada por los jóvenes que a lo largo de la ya larga historia de este recinto militar han dado a la Patria; los fusiles y bayonetas que, bajo la Corona Real constituyen nuestro escudo, nos hablan de la lucha, la lealtad y el esfuerzo constante al servicio de una España que marcha hacia un futuro mejor  bajo el símbolo solidario y unido de esta corona bajo la que se deben unir voluntades y hechos pasados que, en la diversidad de las tierras patrias, sirvieron, cuando marcharon unidas, para extender nuestro espíritu por el orbe entero.

Infantes de Marina; esos jóvenes entregados que durante este largo siglo de vida se prepararon a conciencia para cumplir con obediencia y lealtad a la Patria han sido el orgullo de nuestras Fuerzas Armadas. Infantes de Marina; jóvenes al servicio de unos mandos que siempre se sintieron orgullosos de aquellos espíritus valientes que España llamó a su servicio. Infantes de Marina; jóvenes que continuaron y continúan llevando, por donde sus botas pisaron tierra amada, la Gloria de los viejos Tercios de Flandes. Infantes de Marina; jóvenes de una España que depositó en ellos su esperanza y honor. Ésa ha sido la hermosa semilla que año tras año, desde aquel lejano 1879, ha fructificado entre los muros de esta vieja Academia General Central.

Cierto que más tarde cambió su nombre. Cierto que cambiaron usos, costumbres y personas. Pero bajo estos cambios hubo algo que permaneció constantemente en el alma de esta escuela de aplicación: el valor y la disciplina.

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