¿De quién es La Isla?

5 junio, 2017

por Jaime Contreras Contreras

Guionista, director de la Asociación Cultural Cinematográfica Guión13

Parece como si en esta tierra existiera algo que se nos escapa a la vista. Algo que germina en el suelo, que respiramos, algo que permanece en el ambiente y que hace que nuestro destino esté dirigido hacia una sola de las artes. Parece que existe algo endémico en esta ciudad que nos hace y nos hará ser por siempre flamencos ¿o no?

En el corriente año, dedicado a una figura emblemática del flamenco en mi ciudad, me dispongo a hacer una diseccionada y arriesgada visión cultural del entorno que se presenta -y que se nos ha presentado durante años- para todo aquello que no esté relacionado con ese arte.

El eslogan elegido y utilizado en diversas ferias turísticas para el homenaje al cantaor originario de esta ciudad ha sido La Isla de Camarón, un juego de palabras con su nombre artístico y a la vez un título de propiedad otorgado sobre el que versan estas líneas.

Hablar de La Isla -como se conoce a San Fernando- como La Isla de Camarón es, por una parte, un merecido homenaje a una figura clave del flamenco y, por otra, una sesgada visión sobre el resto de manifestaciones culturales que existen en esta ciudad, que siguen y seguirán durmiendo a la sombra del flamenco. Limitar la producción cultural y proponer una visión temática al exterior de que todo lo que ocurre artísticamente en esta ciudad tiene que ver con Camarón me parece algo arriesgado, parcial y sobre todo injusto.

En San Fernando vive gente que escribe poesía, con un nivel alto de reconocimiento en el exterior; dramaturgos y dramaturgas que se dejan el alma para sacar adelante sencillas -en lo económico- piezas teatrales de mucha calidad; escritores y escritoras que intentan seguir fabricando historias; músicos, pintores, escultores, fotógrafos, actores… y una larga lista de personas que a pesar de sus esfuerzos siguen viviendo en La Isla de Camarón. Gente que trabaja con su imaginación y cuyas inquietudes culturales tienen poco que ver con el flamenco.

Potenciar un elemento cultural tan fuerte como Camarón ofrece unos resultados positivos -si se hace con cierta eficiencia- a corto plazo. Turismo, museos y visitas temáticas hacen crecer el mito asociado al entorno, y también las arcas de ese beneficio económico tan necesario en estos tiempos para justificar cualquier acción. Pero imponer un estereotipo vinculado a la zona también conlleva un riesgo, una limitada imagen proyectada al exterior según la cual esta ciudad solo puede ofrecer productos culturales de calidad vinculados al flamenco.

Se me ocurre pensar, a largo plazo, en si quiero que se nos recuerde como la ciudad del flamenco, o si pretender y disponer los esfuerzos necesarios para potenciar al resto de creadores y creadoras. Entender esta ciudad como un fuerte emplazamiento multicultural en unos años, los que fueren necesarios. Al contrario que el ‘efecto Camarón’, esto no tendría un resultado a corto plazo, pero el efecto a largo plazo sería ampliamente gratificante; multiplicar la oferta cultural de la ciudad enriqueciendo el pensamiento y la imaginación de todos sus habitantes.

Es responsabilidad directa de aquellos representantes públicos y su larga lista de áreas, delegaciones y estamentos burocráticos el potenciar, ayudar y ofrecer los elementos necesarios para que esa cultura ajena al flamenco no muera, no se quede en pequeñas y solitarias manifestaciones. Respaldar la cultura, en su inmensa cantidad de acepciones, es trabajar para que nunca pare de crecer. Es invertir cada día el esfuerzo necesario para que esos creadores y creadoras no se aburran, no desistan en su empeño de seguir soñando, porque de sus sueños nos alimentamos todos.

La Isla no es de Camarón, ni mucho menos. Es de todos y cada uno de los que ayudan con su imaginación y su trabajo a que sigamos evolucionando. Restringir y encauzar la cultura de esta ciudad hacia una sola de las artes es algo que limita nuestro crecimiento más importante, el que tiene que ver con nuestra capacidad de imaginar.

En mi utópico pensamiento prefiero ver en unos años como esa Isla se ha convertido en un enriquecedor y diverso entorno multicultural. Y que además de ser propiedad de Camarón lo fuera de todos aquellos y aquellas que se esfuerzan en hacer crecer a las demás manifestaciones culturales que permanecen en el lado cada vez más estrecho del embudo.

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