El Patrimonio Cultural del Real Observatorio de la Armada: Libros para la Navegación y la Ciencia

1 febrero, 2017

por Francisco José González González

El Real Instituto y Observatorio de la Armada es una de las pocas instituciones creadas por iniciativa de la Corona en el siglo XVIII que ha llegado hasta nuestros días, manteniéndose en su sede inaugurada en 1798 durante más de 260 años.

Como consecuencia de ello, el Observatorio, que sigue activo en diversos campos científicos relacionados con la astronomía, la geofísica y la determinación de la hora, atesora en la actualidad un ingente patrimonio cultural acumulado gracias a su actividad a lo largo de los tres últimos siglos. Eso hace que los investigadores interesados puedan encontrar entre sus paredes materiales de mucho interés para la historia de la ciencia y de la técnica. En primer lugar, una colección bibliográfica que es fiel reflejo de los avances registrados por la astronomía y la geofísica desde el siglo XV en adelante, completada con una de las mejores colecciones de cartografía náutica conservadas en España. Por otro lado, un archivo científico formado por series de datos y registros de observaciones únicas. Por último, una colección de instrumentos científicos que forma un verdadero museo de historia de la astronomía y la geofísica. Y todo ello en un entorno cuyos edificios, construidos a lo largo de los siglos XVIII y XIX, también forman un importante patrimonio arquitectónico. Con este breve artículo pretendemos iniciar una serie dedicada a los diversos aspectos del patrimonio cultural del Observatorio comenzando con el más conocido de ellos, el patrimonio bibliográfico.

Tras su traslado a la Isla de León (1798), y una vez consolidada su separación orgánica de la Academia de Guardias Marinas, el Observatorio contaba en su biblioteca con 567 volúmenes. Durante el siglo XIX se registró un continuo incremento de estos fondos bibliográficos, causado esencialmente por tres factores: la recogida de obras de otros centros de la Armada (como los fondos procedentes de la clausura de la Academia de Guardias Marinas de Cádiz y del proyecto no culminado de la Biblioteca Marítima de la Nueva Población de San Carlos), el encargo de libros al extranjero (complementario a la adquisición de instrumentos de observación) y el intercambio de publicaciones con otras instituciones científicas.

Desde su creación en 1717, la Academia de Guardias Marinas había reunido en las estanterías de su biblioteca un buen número de volúmenes, entre los que se encontraban las obras de los autores más destacados de la ciencia moderna (Newton, Boyle, Hooke, Riccioli, Galileo, Huygens, Fermat, Bernouilli), los tratados españoles de interés para las disciplinas impartidas en sus planes de estudios (incluyendo los tratados de navegación del siglo XVI) y, por supuesto, la mayor parte de los libros publicados en la Europa del siglo XVIII sobre matemáticas, náutica, astronomía, geografía, construcción naval, artillería, física o historia marítima. En definitiva, unos fondos bibliográficos que, sin duda, permitieron acceder a los profesores y a los futuros oficiales que allí se formaban a un profundo conocimiento de las teorías físicas y astronómicas surgidas del desarrollo del fenómeno intelectual conocido como revolución científica, desarrollado en el resto de Europa durante los siglos XVI y XVII, así como al aprendizaje de herramientas matemáticas imprescindibles en las aplicaciones prácticas de las citadas teorías (por ejemplo, el cálculo infinitesimal).

Como consecuencia de la clausura de la Academia, en 1827 pasaron a la Biblioteca del Observatorio 5.423 nuevos volúmenes, algunos de los cuales habían llegado a Cádiz durante la última década del siglo XVIII a raíz de los encargos realizados por el capitán de navío José de Mendoza y Ríos para el proyecto de la Biblioteca Marítima de la Nueva Población de San Carlos. Un importante aporte de fondos bibliográficos que hizo multiplicar por diez el número de los volúmenes disponibles en el Observatorio, contribuyendo directamente a un aumento de la calidad de los fondos conservados en las estanterías de su biblioteca. Unos años más tarde, la creación del Curso de Estudios Superiores en ciencias físicas y matemáticas con sede en el Observatorio (1856), daría lugar a la adquisición de un importante número de libros de carácter especializado para las nuevas necesidades docentes. De esta forma, la pequeña colección inicial se fue convirtiendo en la actual biblioteca especializada en materias científicas, especialmente astronomía, física, matemáticas y geofísica.

El fondo bibliográfico antiguo de la Biblioteca del Real Instituto y Observatorio de la Armada, que es el que aquí nos interesa reseñar, está compuesto por 1.309 obras publicadas antes del año 1800, muchas de ellas de gran interés para la historia de la ciencia. Entre ellas podríamos destacar, además de una primera edición del De revolutionibus orbium coelestium de Nicolás Copérnico (Nuremberg, 1543), la mayor parte de los trabajos publicados por los grandes pensadores que influyeron en el desarrollo de la ciencia moderna (Copérnico, Tycho Brahe, Kepler, Galileo, Descartes, Newton). La más antigua de ellas es un libro del astrónomo y astrólogo musulmán Albumasar titulado Introductorium in astronomiam (Augsburgo, 1489). También merece ser reseñado otro de los incunables, el Astronomi veteres apud Aldum (Venecia, 1499) publicado por Aldo Manuzio (1450-1515), uno de los más notables impresores del Renacimiento italiano.

Además, como cabría esperar en la biblioteca de un observatorio astronómico son muchas, y muy valiosas, las obras dedicadas a la astronomía y sus principales aplicaciones prácticas. En ellas destacan verdaderas joyas como el almanaque de Abraham Zacut (Almanach perpetuus, Venecia, 1502), las tablas de eclipses de Georg von Peurbach (Tabulae eclypsium, Viena, 1514), la obra cumbre de Pedro Apiano (Astronomicum caesareum, Ingolstadt, 1540), el almagesto de Ptolomeo (In Ptolemaei magnam compositionem, quam Almagestum vocant, Nuremberg, 1550), la magnífica descripción de la Luna de Johannes Hevelius (Selenographia sive Lunae descriptio, Gdansk, 1647), el primer catálogo descriptivo de cometas preparado por el astrónomo polaco Stanislaw Lubieniecki (Theatrum cometicum, Leiden, 1681) o el atlas del cielo elaborado por John Flamsteed, astrónomo real del Royal Greenwich Observatory (Atlas coelestis, Londres, 1729). Algo parecido ocurre con los libros sobre navegación, como el De arte atque ratione navigandi escrito por el portugués Pedro Nunes (Coimbra, 1573) y el Regimiento de navegación de Andrés García de Céspedes (Madrid, 1606), o con las descripciones geográficas, como la geografía de Ptolomeo (Geographicae enarrationis libri octo, Lyon, 1541), el atlas de Abraham Ortelius (Theatrum orbis terrarum, Amberes, 1579), y la descripción geográfica de América realizada por Antonio de Herrera (Novus orbis sive descriptio Indiae Occidentalis, Amsterdam, 1622).

Por otro lado, en una colección orientada a la formación de un grupo selecto de oficiales de Marina, no podían faltar los libros de viajes con descripciones detalladas de lugares lejanos a los que generalmente se llegaba por mar. Entre ellos destacan L’ambassade de la Compagnie Orientale des Provinces Unies vers l’empereur de la Chine… de Jean Nieuhoff (Leiden, 1665), las Ambassades mémorables de la Compagnie des Indes Orientales des Provinces Unies, vers les empereurs du Japon editadas por Jacob de Meurs (Amsterdam, 1680), el gran tratado que dio inicio a la arqueología moderna escrito por Bernard de Montfaucon (L’Antiquité expliquée, et representée en figures, Paris, 1719), la descripción de Grecia realizada por el conde de Choiseul-Gouffier (Voyage pittoresque de la Grèce, Paris, 1782) o la Relation du voyage à la recherche de La Pérouse fait par ordre de l’Assemblée Constituante, pendant les anées 1791, 1792, et pendant la 1ère et la 2de année de la République Française, presentada a las autoridades francesas por Jacques Julien Houtou de Labillardière después de un largo viaje por el océano Pacífico (Paris, 1800). Y todo ello sin olvidar un importante número de obras relacionadas con la historia natural, que entonces abarcaba campos tan diversos como la geofísica (Athanasius Kircher, Mundus subterraneus, Amsterdam, 1678) o la zoología (Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, Histoire naturelle des oiseaux, Paris, 1770-1786).

A todo ello habría que añadir algunas de las mejores revistas científicas publicadas en la Europa de los siglos XVII y XVIII, como las Philosophical Transactions, publicadas en Londres por la Royal Society, y consideradas como la primera revista europea dedicada exclusivamente a temas científicos (desde su primer número, publicado en 1665), las Acta eruditorum, primera revista científica alemana, publicada en Leipzig y dedicada a las matemáticas, las ciencias naturales, la filosofía y la teología (desde 1682 en adelante), las Mémoires de Trévoux (a partir de su fundación por los jesuitas en 1701) y, finalmente, el Journal des Sçavans (París), la más antigua revista científica de Francia, recibida en Cádiz con regularidad a partir de 1723.

Algunos de estos libros, especialmente todos los publicados con anterioridad al año 1650, han sido digitalizados en los últimos años gracias al apoyo de la  Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria del Ministerio de Cultura y de la Subdirección General de Patrimonio Cultural del Ministerio de Defensa, y están a disposición de los investigadores tanto en la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico Español como en la Biblioteca Virtual de Defensa.

Bibliografía:

GONZÁLEZ, F.J.: Catálogo de las obras antiguas de la Biblioteca del Real Instituto y Observatorio de la Armada (siglos XV al XVIII) (Segunda Edición). Ministerio de Defensa, San Fernando, 2011, pp. 1-227.

GONZÁLEZ, F.J.: “Libros y Bibliotecas de la Armada”, en  Libros y Bibliotecas. Tesoros del Ministerio de Defensa, Ministerio de Defensa, Madrid, 2010, pp. 155-264.

GONZÁLEZ, F.J.: «Libros para la navegación y la ciencia: el patrimonio bibliográfico de la Armada española», en Patrimonio marítimo, Editorial de la Universidad de Cantabria, Santander, 2014, pp. 131-171.

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