La Biblioteca Lobo: entre la noticia y la nostalgia

19 noviembre, 2015

por María del Carmen Orcero Domínguez

Hace unos días, consultando un ejemplar de ‘El Diario de San Fernando’, periódico conservado en la hemeroteca del Museo Histórico Municipal, leí una noticia que como todo lo relacionado con la Biblioteca Lobo, consiguió que me diera un vuelco el corazón.

La reseña, firmada por Rafael Martínez y Cano -bibliotecario desde 1877 a 1891, y autor del reglamento de la biblioteca- constataba el recuento estadístico de los visitantes del primer trimestre del año 1881, así como el número de obras que habían sido consultadas.

En un principio, me resultó curioso que el periódico local publicara una estadística de consultas. Aunque luego, recordando la personalidad de Rafael Martínez Cano, y la forma en que se desvivió por la institución hasta el punto de ser nombrado ‘Bibliotecario Honorario’, entendí que aquel breve párrafo incluido en las noticias del día, debía ser parte de la forma habitual en que este señor fomentaba la cultura, y además, un hecho de interés para los lectores de San Fernando, que en ese momento tenían plena conciencia de la importancia del fondo del que éramos depositarios.

A diferencia de esos últimos años del siglo XIX, actualmente a la Biblioteca Lobo no se puede acceder. Se encuentra, desde el año 2006, en el depósito de la Biblioteca Municipal Luis Berenguer, esperando pacientemente a que el Ayuntamiento sea restaurado para volver al lugar regio que le corresponde, el que ocupó de forma definitiva desde 1895.

Durante un tiempo trabajé en ‘la Lobo’. Para el Programa Andalucía Joven, fue el momento de ajustar el catálogo existente a las normas dictadas por el Ministerio de Cultura. Para mí, fue también tiempo de entender que la colección de obras que la forman es tan singular, que puedo decir, sin temor a equivocarme, que en San Fernando tenemos una biblioteca que es única en el mundo.Seguramente, en San Fernando hay toda una generación que ni siquiera sabe que existe. Desde que la Casa Consistorial está en obras, nadie ha tenido la posibilidad de ir a hacer una visita a aquella sala que olía a madera y a libro antiguo, a aquel espacio presidido por el cuadro del Contralmirante, en el que a un golpe de vista, la imaginación te invitaba a soñar.

En 1876 moría en París D. Miguel Lobo y Malagamba, Contralmirante de la Armada nacido en San Fernando. Durante toda su vida había sido un bibliófilo excepcional, llegando a reunir en su biblioteca personal una importante colección de 109 autógrafos y un fondo bibliográfico con 3.289 volúmenes. Los había recogido por todo el mundo debido a la facilidad para viajar que le proporcionaba su profesión de marino. Un año antes de morir, dejó testada su voluntad de donar esta colección personal a la ciudad, con la intención de que sirviera de base para conformar una biblioteca pública.

En la ‘Guía Oficial de Cádiz’ de Rosetty, queda perfectamente detallada, con el derroche de descripciones de los textos del siglo XIX, aquella fastuosa inauguración realizada por el Rey Alfonso XII en 1879, un día de lluvia en el que “El joven Rey, empapado en agua como cuantos le seguían, penetró en el edificio”, donde parece que quedó muy complacido con la biblioteca, “dignándose luego aceptar con sumo agrado el espléndido refresco con que le obsequió la Corporación Municipal, el cual había sido dispuesto con el mejor gusto y acierto por D. Salvador Pons, dueño del acreditado café restaurant El Universal”.

Es indispensable, para tomar conciencia de la peculiaridad del fondo, citar algunas de las joyas bibliográficas que forman parte de ese patrimonio documental que es nuestro: Cádiz ilustrada, emporio del Universo de fray Gerónimo de la Concepción, en una edición holandesa de 1690; una primera edición del Diccionario de la Academia Española de 1726, ofrecido por la propia Academia a Felipe V que en la fecha residía en nuestra ciudad; o los treinta y un volúmenes de L’Encyclopédie francesa, la misma que los personajes de Pérez Reverte buscan desesperadamente conseguir en la última de sus historias noveladas.Posteriormente, el fondo se fue ampliando con el aporte de otras instituciones y personas relevantes -Real Observatorio de Marina, Academia de Historia, la biblioteca del propio Alfonso XII, D. Emilio Croquer…- por las compras del Ayuntamiento durante el siglo XIX y buena parte del XX, así como por la colaboración de la élite cultural de esta ciudad, para la que se convirtió en un honor entregar un ejemplar de sus obras publicadas.

Parece ser, según las últimas noticias publicadas en prensa, que la obra de nuestro Ayuntamiento vuelve a ponerse en marcha, algo que ha puesto a su vez en marcha mis esperanzas. Queda mucho trabajo por hacer en esa biblioteca: revisión de catálogo, puesta al día de registro de bajas, estudio de conservación de algunos ejemplares muy valiosos, e incluso, decididos a “tirar de esperanza”, incorporación al catálogo bibliográfico municipal. Pero sé que es difícil, hace mucho que asumo que en momento de crisis, corren malos tiempos para la cultura.

Ahora mismo, a tenor de esas últimas noticias, lo único que sé es que en ese edificio que en breve volverá a estar abierto hay un lugar, una sala a la que se sube por unas escalinatas de mármol, donde quedaron unas estanterías de madera deseando llenarse nuevamente de libros. Espero al menos, que el tiempo y el abandono no hayan causado un daño irreparable en ellas.

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