Gaspar de Molina y Zaldívar, Marqués de Ureña. La semblanza de un personaje de la Ilustración isleña

1 diciembre, 2016

por María Elena Martínez Rodríguez de Lema

Desde que el pasado mes de mayo celebráramos en el Molino del Zaporito el 250 aniversario de nuestro primer ayuntamiento, Gaspar de Molina y Zaldivar, III Marqués de Ureña y IV Conde de Saucedilla, un personaje admirado por muchos, por otros olvidados, y por algunos ni siquiera reconocido, despertó tanto interés y curiosidad en los amantes de nuestra historia, que me hizo dar la vuelta a La Isla hablando de su conexión con este barrio, tan entrañable para mí, y cuyo estudio llevo inyectado en vena, gracias al trabajo que comenzó mi padre, Pedro Martínez Chamorro, en la década de los setenta del pasado siglo XX.

Por entonces se había difundido una teoría que afirmaba que el topónimo isleño Zaporito derivaba de San Hipólito. Mi padre, como hijo de Manuel Martínez Caballero, el industrial y dueño del muelle del Zaporito, sabía que esto no era cierto y comenzó una investigación para demostrarlo. Desgraciadamente una penosa enfermedad no le permitió concluir lo que con tanto afán había comenzado, y heme aquí con su testigo para tratar de cumplir su deseo.

Pronto se cumplirán los 25 años desde que se publicó El Zaporito: su nombre, su origen y su historia, el libro de mi padre que yo escribí -así me gusta llamarlo-. Durante ese cuarto de siglo y con la misma ilusión de entonces, he seguido frecuentando archivos, recopilando información y ordenando apuntes. Ahora ha llegado el momento de repasar el trabajo realizado y ampliarlo con todo ese nuevo material para configurar una nueva publicación que pronto verá la luz para celebrarlo.

Gracias a aquella publicación ya ha quedado claro que este vocablo deriva del apellido de Juan Domingo Saporito, rico genovés afincado en Cádiz, que en 1700 se compró una casería de recreo en la Isla de León, donde en 1711 construyó el caño que llevaría su nombre. Pero esta palabra, como tantas otras, enseguida se dejó influir por el ceceo andaluz, típico de nuestro habla, pasando de ‘Saporito’ a ‘Zaporito’.

Antes de volver a su patria, en Génova, Juan Domingo Saporito vendió su finca en 1717 a José Micón, también rico genovés afincado en Cádiz, que construyó el Molino del Zaporito.

Al morir Micón su única heredera fue su nieta Manuela Tomasa Zaldivar Micón, nacida en 1723, hija del Conde de Saucedilla y Señora de Honor de la Reina, que se casó en Cádiz el 8 de marzo de 1739 con José Molina y Rocha, II Marqués de Ureña, nacido en Mérida el seis de octubre del año 1702. El II Marqués de Ureña era Caballero de la Orden de Santiago, Gentilhombre de Cámara de Su Majestad, Brigadier de sus Reales Ejércitos, Teniente Rey de Cádiz, en Mérida Alcalde de Hermandad en 1734. Ellos fueron los padres de Gaspar de Molina y Zaldivar, todo un señor de ilustre abolengo que se unió por matrimonio a una rica heredera. De esta unión, noble, por un lado, y rica, por el otro, nació Gaspar de Molina y Zaldivar destinado a ser heredero de los títulos de Marqués de Ureña y Conde de Saucedilla, y de los mayorazgos adjuntos.

Confieso que como aficionada a la investigación de la historia de mi tierra, a medida que fui adentrándome en el estudio de este personaje me iba seduciendo como por encanto. Todos debieron de notarlo porque amigos y allegados me azaraban con palabra, haciéndome sentir más como una colegiala enamorada de su profesor, que como una seria investigadora que frecuenta los archivos y se pasa horas en el ordenador cotejando y filtrando datos y clasificando documentos.

Pero no lo puedo negar: este gaditano nacido en 1741 me atraía tanto, que, de existir la máquina del tiempo, me hubiera gustado conocerlo y charlar con él de un montón de cosas. Y a la vez que comentaba, y compartía lo que iba aprendiendo de este atractivo personaje, percibía que ya no era yo sola la que estaba cautivada por su personalidad, sino que a los ojos de todos aparecía como un hombre sensible, culto, simpático, y, por qué no, (o al menos yo ya casi me lo figuraba) también guapo. De alguna manera se había producido un contagio, y nuestro Marqués ganaba adeptos por momentos.

Gaspar tenía cuatro hermanas: Constanza, Mª del Carmen, Mª Dolores, y  Antonia Mª Pilar. Era, pues, el único varón y el llamado a heredar los títulos y mayorazgos como ya se ha dicho. Por tanto de entrada ya fue una persona de las que nacen con suerte, con estrella, como se suele decir, porque fue rico desde que nació.

Pero además, gracias a la influencia de su padre y de su tío el Cardenal Molina, a los tres años ya era Teniente del Regimiento de Caballería de Granada. A los once lo mandaron a estudiar al seminario de nobles de Madrid donde estuvo hasta los 16 años, habiendo ya conseguido al terminar sus estudios, el título de Caballero de la Orden de Santiago.

Su gran afición por la música le hizo destacar como compositor e intérprete de violín, viola, fagot, oboe, flauta, órgano, y clave. Es fácil imaginarlo con su música haciendo las delicias de las jovencitas en los salones del Cádiz ilustrado.

Dominaba a la perfección el latín, griego, francés, inglés e italiano. Era diestro en las técnicas del dibujo y la pintura al óleo, al fresco, la miniatura y el pastel. Sabía trabajar la madera en el torno, el bronce, el carey y la plata. Labraba el cristal para el uso de anteojos, era un fino ebanista y entendía de relojería.

Se distinguió por sus conocimientos de física, matemática, botánica, astronomía, arquitectura, medicina e historia. Por su desenvoltura en lengua castellana, en la que demostró grades dotes como orador,  mereció ser Académico de la Lengua Española, siendo además premio de Latinidad y Física experimental.

Fue preboste de la Hermandad de la Virgen de la Soledad, del Sto. Entierro y fundador de la Expiración.

Llegó a ser miembro de honor de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, construyó una cámara oscura y experimentó con la fantasmagoría, es decir, el arte precursor del cine. Mejoró la técnica de los fuegos artificiales, consiguiendo un gran éxito en el espectáculo, diseñado y montado por él mismo, en la toma de posesión del rey de Carlos IV.

Entre los viajes que realizó destaca un recorrido de casi dos años por Francia, Holanda e Inglaterra de donde se trajo un manuscrito con toda clase de notas y apuntes.

En 1766, cuando no hacía ni siquiera dos meses que se había instituido nuestro primer ayuntamiento, se casó con María de los Dolores Josefa Tirry y Lacy del Puerto de Santa María, hija, nada más y nada menos, que de Guillermo Tirry, III Marqués de La Cañada, hermana José María Tirry Lacy, IV Marques de la Cañada. Él tenía 25 años y ella 18. Fueron padres de 5 hijos: Mª de los Dolores Josefa, Mª Magdalena, Manuel Gaspar, Juan Evangelista y Salvador.

Cuando el Marqués contrajo matrimonio sus padres ya habían fallecido, por tanto ya él había heredado los títulos y el mayorazgo que le convertía en dueño del 50 % de la posesión de las Tres Cruces a la que pertenecía el molino del Zaporito. La otra mitad, al corresponder a bienes libres, se dividió en cinco partes; una para cada una de sus cuatro hermanas y otra para él. Gaspar acabó comprando cada una de las partes de sus hermanas, constituyéndose en único propietario de las tierras que primero habían sido de Juan Domingo Saporito, el constructor del caño de su nombre, y luego de Micón, el constructor del molino.

Nombrado Intendente de la Armada, en 1776 recibió el real encargo de proyectar y dirigir la construcción de la Población de San Carlos para el establecimiento del Departamento de Marina, aunque  el proyecto inicial fue de Francisco Sabatini y luego de Vicente Imperial Digueri. Este proyecto comprendía la Casa del Capitán General, de Intendencia, de Contaduría y Tesorería y Academia de Pilotos, actualmente Escuela de Suboficiales. También la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción, que quedó inconclusa a la altura de la cornisa, llegando la orden poco antes de la muerte del Marqués. Además dirigió las obras del llamado puente de Ureña y de un caño paralelo a la población de San Carlos, para evitar que las embarcaciones que se dirigían al Puente Zuazo tuvieran que pasar por La Carraca.

Más tarde el Teniente General José de Mazarredo por encargo real tomó contacto con el Marqués de Ureña y con Vicente Tofiño para la realización de los planos del nuevo edificio que albergaría al Real Observatorio de la Armada, debido al mal estado en que se encontraba el Castillo de la Villa en Cádiz, su sede hasta entonces. Finalmente es seleccionado el proyecto de Ureña. El resultado fue el magnífico edificio que alberga hasta nuestros días una institución de referencia internacional en nuestra ciudad.

Pero además realizó otras obras: en Lorca (Murcia), el 28 de junio de 1792, un informe técnico por encargo del Consejo de Castilla que resultó contrario al de Pedro de Albizu, para denunciar el peligro de catástrofe a la que estaba expuesto el pantano de Puentes. Sin embargo su estudio fue desoído y, de hecho, el 30 de abril de 1802 la presa reventó, provocando una catástrofe sin igual con más de 600 muertos.

En el Puerto de Santa María realizó un retablo para la Iglesia de Castillo, pintó un cuadro de San Pedro y el retablo mayor del Hospital. En Cádiz construyó el cenotafio para las honras fúnebres del Rey Carlos III en la Catedral y un monumento para las Monjas Descalzas, estuvo entre los arquitectos de la Catedral y participó en el primer trazado de telégrafo de la ciudad gaditana. En la iglesia de San Jorge de Alcalá de los Gazules se conserva un monumento fechado y firmado por él. En Chiclana, construyó una casa campestre. En La Real Isla de León, para las monjas, hizo un órgano, un manifestador y un servicio de altar de plata; varias pinturas para la Iglesia de San Francisco; la caja del órgano que estaba en el presbiterio de la Iglesia Mayor y el templete del monumento del sagrario; y para el Hospital de San José un retablo.

También dejó varias obras escritas, entre ellas: Conclusiones de física experimental en 1757. Dentro de la épica burlesca escribió: El imperio del piojo recuperado en 1784. Asimismo, su famosa obra Reflexiones sobre la arquitectura, música y ornato del templo en 1785. Dejó además varios manuscritos entre los que se encuentra el del viaje europeo 1787-88.

Nicolás Cambiaso decía de él:

<<Hombre de memoria asombrosa, carácter sencillo, bondadoso, caritativo, festivo, alegre y sociable. Desinteresadamente curaba a los pobres, regalaba sus manualidades y le gustaba ser útil a los demás.Muy religioso, observaba a rajatabla las reglas de la Orden de Santiago: castidad, misa diaria, 23 padrenuestros diarios, eucaristía, ayuno en cuaresma…afirmaba que no había nacido para ganar dinero>>

Antonio Ponz decía que convirtió su casa en un centro de reunión para sabios y que vio en ella una espléndida librería, varios instrumentos de física, un laboratorio químico para ensayo de minerales y una selecta colección de plantas.

El tres de diciembre de 1806 murió en la Isla de León, a apenas unos años del conflicto francés que se nos venía encima, un hombre que había vivido como un autentico ilustrado, amante de las ciencias, de las letras y de las artes. Este hombre fue gaditano de nacimiento e isleño de adopción y se llamó Gaspar de Molina y Zaldivar, III Marqués de Ureña y IV Conde de Saucedilla.

FUENTES CONSULTADAS:

  • Archivo Municipal de san Fernando, Cabildo 1766.
  • Archivo Histórico Provincial de Cádiz, Protocolos de San Fernando.
  • CAMBIASO Y VERDES, NICOLÁS Mª: Memoria para la biografía y para la bibliografía de la isla de Cádiz. Cádiz 1986.
  • GONZÁLEZ GONZÁLEZ, F. JOSÉ: El Observatorio de S. Fernando (1831-1924) Madrid 1992.
  • LAFUENTE, ANTONIO y SELLÉS, MANUEL: El Observatorio de Cádiz (1753-1831). Madrid 1988.
  • MARTÍNEZ CHAMORRO, PEDRO y MARTÍNEZ RODRÍGUEZ DE LEMA Mª ELENA: El Zaporito: Su nombre su origen y su historia. San Fernando, 1992.
  • MOSSIG PÉREZ, FERNANDO: Historia de La hermandad de Soledad. San Fernando. 2015.
  • PEMÁN MEDINA, MARÍA: El viaje europeo del Marqués de Ureña. Cádiz, 1992.
  • TORREJÓN CHAVES, JUAN: La nueva población de San Carlos en la Isla de León 1774-1806. Madrid 1988.

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