por Alejandro Díaz Pinto
Dos nuevas obras de investigación verán la luz durante los próximos meses.
Acaba de concluir un estudio de investigación sobre la hermandad de la Soledad, y ahora ha empezado el de la historia de la Parroquia de San Francisco, con motivo de su aniversario. Ambos se sumarán a su historia general de las Hermandades y Cofradías, a los específicamente centrados en las hermandades del Ecce Homo, Pastora y Expiración, a las investigaciones de importantes familias isleñas -Baturone, Gener, Ristori…- y a la última palabra escrita sobre el Castillo de San Romualdo.
“De niño leía muchos libros, devoraba los que inundaban las estanterías de mi casa». Así comienza la ‘Historia’ de Fernand0 Mósig, amante de esta ciencia desde edades tempranas. Su madre contribuyó a ello con las fascinantes historias de su familia: marinos presentes en Trafalgar, Cabo de San Vicente, en la Guerra de Marruecos… Su padre también, inculcándole el amor por la música clásica y la historia de Centro Europa. Muchos lo conocerán por los libros genealógicos de familias de La Isla -Baturone, Ristori-, o por los estudos de investigación sobre algunas de las cofradías con más solera. Lo cierto es que es sólo la punta del iceberg. Acaba de entregar un trabajo “de fondo” sobre el devenir de la hermandad más antigua, la de la Soledad, y ha comenzado un “spring” para rematar el aniversario franciscano con la historia de su parroquia.
En 2011, tras publicar uno de los libros de los que hoy se siente más orgulloso, el de la Hermandad de la Expiración, recibió una llamada de la junta de gobierno de la Soledad para que también investigase su historia. Es tal la riqueza documental que existe en torno a esta corporación -la cofradía de penitencia más antigua de San Fernando- que su conclusión se ha visto prolongada durante varios años, ya que “no sólo he manejado documentos propios de la hermandad, sino también otros como los del Obispado o el archivo municipal”, explica, además de compatibilizar este trabajo con varios estudios de posgrado.
No sabe si será el que más guste a los lectores, pero desde luego es la más profesional de todas las monografías históricas hasta ahora publicadas sobre hermandades y cofradías isleñas. No en vano ha sido la última y, entendiendo que cualquiera va mejorando con el paso de los años, sería ilógico no pensar que este trabajo recientemente concluido es el más completo hasta la fecha. Aun así lo define como el “hermano gemelo” del ya citado de la Expiración, en cuanto a estructura y exhaustividad, sin menospreciar otros importantes trabajos con los que sería injusto compararlo debido a las circunstancias que rodean a cada uno de ellos. “Si al trabajar la historia de la Pastora me topé con el hándicap de la poca documentación conservada, en el caso del Ecce Homo, hablamos de una hermandad muy joven, por lo que también tienen su mérito y sería injusto emplear el mismo rasero”.
Los atractivos de esta publicación serán la propia antigüedad de la corporación, sus orígenes fundacionales en la parroquia del Castillo de San Romualdo -algo de lo que no pueden presumir las que hasta ahora contaban con un estudio del historiador Fernando Mósig- y el gran patrimonio documental que ésta atesora y que arrojará luz sobre cuestiones tangenciales, no por ello menos interesantes, por ejemplo, las relaciones con la cofradía del Santo Entierro, la figura del padre Jácome Parodi y, en definitiva, la historia misma de La Isla relatada a través de los vaivenes de la cofradía de la Soledad. “Siempre procuro contextualizar todos mis trabajos sobre aspectos locales, sería imposible entenderlos en toda su amplitud si se enfocaran como algo aislado que nunca ha formado parte de una región mayor, o de la propia nación”, explica. De ahí que a lo largo de este exhaustivo estudio se haga referencia a acontecimientos históricos por todos conocidos como las desamortizaciones de Mendizábal o Madoz -cuando la cofradía estuvo a punto de perder su almacén-, o las leyes de la época de Espartero, a comienzos del reinado de Isabel II. Unas circunstancias que ponían en peligro a todas las asociaciones religiosas que no contaran con aprobación civil, “de ahí que la Soledad llegara, incluso, a presentar un expediente ante el Consejo de Castilla”. “Fue de las pocas de San Fernando aprobadas por el gobierno civil de la época -explica Mósig-, lo que la salvó de muchos problemas”.
Y teniendo en cuenta que ésta, al igual que las demás cofradías antiguas de La Isla, ha sido objeto de diversas reseñas y artículos históricos, tanto en prensa como en las publicaciones que las propias hermandades editan en Cuaresma, cabe destacar que no sólo se ampliarán los datos conocidos hasta la fecha en este monográfico, sino que el mismo guarda alguna que otra novedad. Su autor adelanta a esta redacción que éstas competen tanto a la fecha fundacional como a su anónima imagen titular, en materia de atribución.
Algo más que cofradías
Sin embargo, no solo sobre hermandades y cofradías ha investigado Fernando Mósig en lo concerniente a la historia local -aunque quizá sea una de sus facetas más conocidas-. Le interesan en general, el patrimonio religioso con todo lo que ello implica: sedes canónicas, asociaciones de fieles, tendencias artísticas y, por supuesto, la información que todo ello otorga en relación al devenir histórico de La Isla. Asimismo son las genealogías de familias nobles y las casas donde residían otra de sus líneas de investigación, la heráldica que en ocasiones sobrevive sobre los dinteles de los portalones. Ahí radica quizá el cariño que profesa hacia otro de sus últimos trabajos: la última y más completa investigación sobre El Castillo de San Romualdo: Historia y documentos de un bien cultural de la ciudad de San Fernando. Además de sus valores como trabajo riguroso y científico, estructurado en base a la normativa universitaria que lo rige, está centrado en un edificio que “ha vivido en primera persona todos y cada uno de los períodos históricos del territorio», desde que era Lugar de la Puente, pasando por La Isla bajo el dominio de los Suazo (siglo XIII), de los Ponce de León ‘Duques de Arcos’ (siglo XV) o su incorporación a la Corona como villa de realengo en la primera mitad del siglo XVIII, hasta funciones más concretas, aunque igualmente trascendentales, como sede de la primera -y entonces única- parroquia isleña o de las fuerzas de Infantería y Artillería en él establecidas durante el levantamiento de la Población Naval de San Carlos. “Un símbolo que llegó a dar nombre al barrio ubicado tras él hasta que la influencia devocional-pastoreña rebautizara la zona a finales del siglo XVIII”, explica. Una obra de referencia para muchos investigadores del ámbito universitario.
Y si no le molesta mirar hacia atrás, tampoco hacia delante, porque con el CCL Aniversario de San Francisco bajo jurisdicción castrense, ha tenido la iniciativa de proponer al padre Gonzalo Núñez del Castillo, la realización de la historia completa de esta parroquia, tan vinculada no sólo a la ciudad sino también a la Marina. “Es una pena que desaprovecháramos la oportunidad que se nos brindó el pasado año con el aniversario de la Iglesia Mayor Parroquial”, lamenta, por eso ahora, y tras concluir el estudio histórico de la Soledad, ha iniciado un “spring” para concluir el trabajo que cerrará con broche de oro los actos del aniversario franciscano. “Ha sido una locura compatibilizar el final de una prolongada carrera de fondo (Soledad) con el inicio del trabajo sobre San Francisco, pero ahora, por fin, puedo centrarme en este último”. Una obra que augura grandes expectativas, no sólo por la rigurosidad a la que este profesional acostumbra sino por las posibilidades del material de base, que el propio Mósig desglosa en tres apartados: la propia iglesia como asociación de fieles; la ciudad, proyectada en las hermandades cobijadas en la parroquia, y, por supuesto, la historia naval, “ya que no se puede hacer la historia de San Francisco sin conocer a fondo la de la Marina Española”. Por todo ello y la profusa documentación en la que ya ha comenzado a sumergirse, tanto del ámbito local, como del provincial e incluso nacional, considera éste “un gran reto profesional”.
“Siempre quieres superarte, abarcar y saber más. No sólo de la historia de La Isla, sino en general”, explica cuando se le pregunta sobre posibles cuentas pendientes. Lo cierto es que aún esperan para ver la luz gran parte del fruto de sus investigaciones, no tanto relacionadas con las hermandades y asociaciones, sino sobre sus sedes canónicas. “Tengo tantos datos investigados a lo largo de estos años que me encantaría ver publicado un estudio completo sobre este tema”, explica. Un propósito que está cumpliendo, en parte, con el recién anunciado trabajo que verá la luz después de la Soledad: la citada Parroquia de San Francisco, ahora de aniversario. Sin bien declara que la historia militar nunca le ha interesado mucho desde la perspectiva investigadora, porque “ya hay excelentes profesionales dedicados a ella”. Esto explica que, a pesar de su importancia, no le atraiga tanto como otras áreas que ha intentado hacer suyas. Otro de sus proyectos a medio-corto plazo es que todos los datos que guarda celosamente sobre el patrimonio civil isleño vean pronto la luz. Algunas de estas investigaciones ya han sido publicadas en la prensa local, aunque de forma muy somera y con todas las limitaciones de este formato a la hora de acoger un trabajo de envergadura. Casas como las de la familia Macé -Alameda Moreno de Guerra-, Micolta, que, en contra de lo que se ha venido publicando “nunca fue sede de la Capitanía General”, Rodríguez de Carassa -popularmente conocida como ‘de los moros’- o la siempre de actualidad ‘Lazaga’, han sido objeto de diversos artículos históricos que en su momento vieron la luz y que, desgraciadamente, y al contrario de lo que ocurrió con las cofradías en 2006, no han podido ser reunidos y completados en un monográfico por derecho propio.
Pero… ¿qué piensa Fernando Mósig de que sus vecinos lo conozcan, principalmente, por la investigación de temas locales? “Como todo, tiene su cara y su cruz”, explica. Bastantes ciudadanos lo consideran investigador de referencia. Si bien, es cierto que la historia local ha sido tradicionalmente infravalorada desde la perspectiva universitaria. “Durante muchos años era la figura del erudito local, quien, con más cariño que profesionalidad, se dedicaba a investigar la historia de sus ciudades”, indica Mósig. No obstante es consciente de la revalorización de la historia local como un ámbito desde el que se puede investigar y reflejar la del país o región contextualizándola correctamente, “es otra forma diferente, pero muy interesante, de hacer Historia”.
Y con este auge, también la cultura de la ciudad en todas sus dimensiones puede presumir de enriquecimiento respecto a lo que se respiraba en San Fernando durante la época del Desarrollismo. A este respecto destaca los múltiples movimientos, colectivos y asociaciones dedicados a la divulgación de la Historia, del Patrimonio, o al fomento de la Cultura. “Así tenemos un Teatro de Las Cortes con completa programación durante todo el año, o el recién inaugurado Castillo de San Romualdo que, guste más o menos, ha venido a completar la oferta de la ciudad; algo impensable hace 30 años”. Asimismo considera un factor distorsionador la politización de la Cultura. “Con la creación de Ministerio, consejerías y delegaciones locales, la Cultura se ha democratizado y, en muchos casos es financiada por el aparato público. Esto es positivo, por supuesto, pero también es más fácil que se convierta en arma a favor del partido que gobierne en cada una de estas administraciones”.
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