Calle Alsedo 51, el patio de mi abuela «La Casera»

22 febrero, 2021

Rocío Parro García

Nieta de La Casera

Era un 16 de julio de 1951 cuando se inauguraba el patio situado en la calle Alsedo con San Onofre.

El alcalde Francisco García-Ráez, junto con otros altos cargos de la ciudad, se congregaron allí para hacer entrega de las viviendas que conformaban dicho patio siendo sus ocupantes vecinos de muy bajo poder adquisitivo de distintos lugares de San Fernando, entre ellos mis abuelos, Roberto y Rosario, los caseros.

Roberto, mi abuelo, era viudo, casado con mi abuela en segundas nupcias, y Rosario, mi abuela, era muy joven cuando contrajeron matrimonio, pero, conmovida por los hijos que la anterior mujer había dejado tras su fallecimiento, decidió hacerse cargo de los cinco.

Llegaron a San Fernando desde Sanlúcar de Barrameda siendo ya una familia muy numerosa, once hijos en total, y vivieron todos en un pequeño cuarto del patio de La Maestranza, en La Glorieta, donde Marina, una señora mayor que allí vivía, les cedió dicho espacio para que se alojaran hasta que les fue concedida una vivienda en el patio de la calle Alsedo 51.

Este fue construido para familias en muy precaria situación económica y laboral. En él se alojaron ocho: Luisa y Chelete, Mercedes, Agustín y María Cruz, Carmen y Manolo Ochoa, José Múgica y Mari, Paca y Serrano, Encarna y Pardal y, como no, mis abuelos, los caseros, cuya labor consistía en cuidar del patio y sus vecinos y dar parte al Ayuntamiento en el caso de que surgiera cualquier imprevisto.

Todos, aunque muy humildes, se ayudaban los unos a los otros creando un muy buen ambiente y llegando a formar una gran familia que aún perdura con el tiempo entre los hijos de los que vivieron allí.

Mi abuelo murió en 1954 dejando a cargo de mi abuela a quince hijos. Ella siguió siendo la casera del patio, una mujer luchadora y trabajadora incansable —tenía varios trabajos, entre ellos como limpiadora en el Dispensario— capaz de sacar a sus hijos adelante y seguir ayudando a sus vecinos en todo lo que necesitaran. Una mujer buena de verdad, con un carácter forjado por las circunstancias que le tocó vivir, pero con un corazón que no le cabía en el pecho. No había un vecino que no acudiera a ella para cualquier cosa y al que no ayudara dentro de sus posibilidades, así que todos querían y respetaban mucho a “La Casera”, que es como se conoce ese patio de la calle Alsedo, como «el patio de la Casera».

Algunos de los primeros vecinos se fueron a vivir a otros lugares, pero el patio nunca estaba vacío, las casas eran ocupadas por otras personas que pronto pasaban a formar parte de él.

Allí se han vivido momentos muy especiales, como cuando la Virgen del Carmen estuvo por unos días presidiendo el patio todo engalanado para la ocasión, la visita del Obispo para conocer a mi abuela o las fiestas que celebraban en honor a la patrona como buenos «callejoleros». Siempre lleno de niños jugando y dejando su impronta en las piedras de Tarifa que cubrían el suelo con grabados de fechas y dibujos.

Con el paso de los años se fueron deteriorando su fachada y su interior llegando, incluso, a caerse los techos de algunas viviendas, y siendo en octubre de 1998 cuando ESISA se hace cargo de su reforma que concluye con la entrega de llaves a sus nuevos ocupantes en agosto del 2000.

Ya no son ocho viviendas como antes, sino que pasan a ser seis, una de las cuales vuelve a ser para mi abuela. No es su casa de siempre, pero está habilitada para ella. El patio se vuelve a llenar de nuevas familias que hacen de nuevo piña alrededor de la Casera.

El patio era su casa, allí crecieron y nacieron mis tíos y lo fue hasta el final de sus días.

Mi abuela Casera, como la llamamos todos sus nietos, falleció el 24 de octubre del 2005 a los noventa y seis años de edad. Parecerá una tontería, pero llevo su esquela guardada en mi cartera. Me sirve para recordar que, aunque la vida te ponga las cosas difíciles, siempre se puede salir adelante cuando hay ganas de luchar, porque eso es lo que ella fue, una luchadora hasta el final.

El patio de la calle Alsedo 51 va a ser demolido y con él se irán muchas historias de gente buena, trabajadora y honrada. Van a desaparecer esas piedras talladas con fechas e inscripciones; va a desaparecer una parte muy importante de las Callejuelas. Pero lo que nunca se borrará será el recuerdo porque, aunque en ese solar se construya otro edificio, cada vez que pase por ahí veré en mi memoria el patio de mi abuela, el patio de la Casera. Ese que cumplió con una de las funciones más bonitas que se pueden desempeñar: la de un hogar para familias que carecían de él, dándoles la oportunidad de vivir dignamente y haciendo que las personas que allí residieron se sintieran con derecho a formar parte de la sociedad, a ofrecerle a sus hijos un porvenir.

Rosario, la Casera, frente a la Virgen del Carmen en Alsedo 51.

Rosario, la Casera, frente a la Virgen del Carmen en Alsedo 51.

Rosario rodeada de sus vecinos y familiares.

Rosario rodeada de sus vecinos y familiares.

Familia

Fe, hija de Rosario, con sus hijos, entre ellos la autora de este artículo abajo a la izquierda.

Los vecinos del patio con su "virgen callejolera".

Los vecinos del patio con su «virgen callejolera».

Más vecinos

Juan y Pepa, vecinos de Alsedo 51.

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