por Enrique Galea Outón

Pongámonos en situación. A usted le apetece dar un paseo por el importantísimo Parque Natural de la Bahía de Cádiz. Tal como avanza a lo largo del camino se topa con un neumático sobre el verde de la hierba o medio hundido en el fango, algunas bolsas de escombros, botellas y latas en el suelo.

Si usted lleva aquí toda la vida, seguramente ni se dé cuenta de la existencia de ese neumático o de esos escombros, más que nada porque, por desgracia, ya estamos acostumbrados a convivir con ellos. Pero piense por un momento qué pensarán los turistas que acudan a La Isla para disfrutar de este Patrimonio ¿Qué imagen estamos damos de nuestra ciudad?

Es una triste realidad: tenemos un paisaje muy hermoso y con un altísimo valor ecológico que aún no hemos logrado poner en valor. No sabemos sacar partido a todo ese potencial, tampoco al de los molinos de marea o al de las antiguas casas salineras, que piden a gritos una recreación. No se ha acometido el proyecto de rehabilitación previsto para las antiguas baterías de la Guerra de la Independencia y, lo peor, es que todo este legado está echándose a perder a lo largo y ancho de nuestras marismas con el paso del tiempo. Si bien, hemos construido un centro de interpretación para el Parque Natural -en Camposoto- alejado de la mano de Dios, destinando para ello multitud de recursos y que, sin embargo, carece de lo más básico: el adecuado mantenimiento de un entorno que requiere de la concienciación de la ciudadanía isleña. Una de nuestras muchas tareas pendientes.

Ningún gobierno municipal se ha preocupado lo suficiente, quizás porque nadie se ha quejado aún. Pero entre las opciones a barajar por el Ayuntamiento de San Fernando, además de otros como Cádiz, Puerto Real, Chiclana de la Frontera o El Puerto de Santa María, está la de endurecer las multas por arrojar desperdicios, con independencia de su cantidad, prohibir los ‘macrobotellones’ y todo acto que pueda contaminar el Parque Natural, además de aumentar la vigilancia y las cuadrillas de limpieza.Llevo observando desde hace más de siete años que el problema de la basura en nuestro Parque Natural no tiene remedio. Desde las bolsas de escombros que asuelan Camposoto o la Ronda del Estero, hasta basura de todo tipo como tuberías, bidones, infinidad de ruedas -aún me pregunto cómo habrán llegado hasta ahí esas ruedas-. Y es que hay zonas en nuestras marismas con un cúmulo de basura verdaderamente lamentable tal como reflejan las fotos.

Algo que nunca entenderé: ¿Cómo pueden seguir permitiendo el botellón en el paseo marítimo de La Magdalena, junto al caño de Sancti Petri y en pleno Parque Natural? Yo también soy joven, me gusta reunirme con los amigos y pasarlo bien, pero me da verdadera pena lo que veo  durante la Feria. Multitud de jóvenes arrojando botellas, orinando y arrojando basura al caño que dan como resultado un horrendo panorama matinal, con cientos de bolsas de plástico que, si además sopla algo de viento, terminan en las marismas.

Que yo personalmente recuerde, la única medida tomada por el gobierno municipal hasta la fecha ha sido poner unos carteles advirtiendo del peligro de multa por echar basura. Por desgracia se les hace caso omiso, pero tampoco creo que tales advertencias vayan muy en serio. Sin embargo, la base del problema no viene del Ayuntamiento y todos lo sabemos. Viene de la falta de educación cívica de algunas personas, que al parecer aún no saben lo que es un Parque Natural ni llegan a entender el concepto de ‘punto limpio’.Es obvio que las autoridades no están exentas de responsabilidad. Primero por permitirlo y, segundo, por no colocar suficientes contenedores. Es digna de destacar, en este sentido, la positiva aportación de grupos y asociaciones como ‘La Regadera’, la ‘Guardia Salinera Isleña’ ahora Fundación ‘Legado de las Cortes‘ o el Grupo Scout ‘Eryteeia‘, entre otros colectivos, por contribuir, en mayor o menor medida, a que se ejerza un mínimo mantenimiento sobre la zona.

¿Es un Parque natural o un vertedero local?

Creo que continuaré haciéndome la misma pregunta durante cada uno de mis paseos en bici.